Parásito 4: El terror a las camisetas verdes
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No nos ha de extrañar la abstención y la cobardía del PP en la votación del pasado jueves 9 de mayo para que, a propuesta del partido independentista Mes.cat, saliese adelante la petición del Consell de Mallorca, presidido por el popular Lorenzo Galmés, a nuestro rey Felipe VI para que retire de manera inmediata el título de “Real” a la Academia de la Lengua Balear y que además pida disculpas y reconozca la unidad de la lengua catalana. El miedo había aparecido unos días antes en la plaza Mayor de Palma, cuando se vio inundada de camisetas verdes al grito de “catalán, catalán, catalán, que nos escuchen desde Europa y también desde la Casa Real” para dejarle muy claro a la presidenta popular Margarita Prohens que “debe elegir si está con el pueblo de Mallorca o se arrodilla ante el fascismo”. Se ve que, según los catalanistas, ellos son el pueblo de Mallorca y los que no estamos de acuerdo con su totalitaria doctrina, Felipe VI incluido, somos fachas. Este miedo de los populares a las camisetas verdes es la misma cobardía demostrada por el gobierno de Prohens con la oposición a la demanda presentada por cuatro familias de un colegio público de Calviá que recurrieron a los tribunales para reclamar que sus hijos pudieran estudiar en castellano al menos el 25% del horario lectivo. Es el mismo temor del Consell de Mallorca cuando subvencionó con 45.000 euros a la independentista Obra Cultural Balear (www.OCB.cat) para manifestarse precisamente contra la presidenta Prohens en la plaza Mayor.
Estos miedos son el resultado, nada más y nada menos, de cuarenta años de políticas catalanistas implementadas por los populares y que, hoy en día, ven imposible poder revertir debido al gran poder conseguido por el parásito que es el catalanismo en Baleares. Ha sido un lento goteo de manipulación e ingeniería social con el objetivo de echar a España de Baleares (lengua y rey incluidos) y convertir a nuestra tierra baleárica en un apéndice de la república de Cataluña. Hace más de cuatro décadas que nos tragamos, con el Estatuto catalanista de 1983, que el catalán era la lengua propia de las Islas Baleares, y eso era, tal como señalaba la Ley de Normalización Lingüística del gobierno popular de Gabriel Cañellas, porqué “las islas Baleares se incorporan al área lingüística catalana con la conquista de Mallorca por el Rey Jaime I”. Allí comenzó la labor de los “normalizadores” dirigidos por Ana Moll, que venía de promover la normalización lingüística en la Comunidad Autónoma de Cataluña, con un claro objetivo que iba más allá de lo lingüístico.
El gobierno popular se quitaba de en medio y dejaba el campo libre a la acción del catalanismo, dirigido por la Universidad de las Islas Baleares (www.uib.cat) y la Obra Cultural Balear (www.ocb.cat). Los gobiernos de los populares habían asumido el mantra pancatalanista de Moll (“las raíces de la población autóctona actual de Baleares se hallan indudablemente en la conquista catalana”) para dejar la lengua y la cultura baleárica en manos del catalanismo.
No les faltaban ni los medios ni los dineros que llegaban de la Generalidad de Cataluña, como tampoco les faltó, para que la imposición de la lengua catalana y la sustitución de la lengua balear fueran más efectivas, la llegada de las emisiones de TV3 a Baleares. De mano de los “normalizadores” y de TV3 comenzó la sustitución y exclusión del léxico propio de Baleares. Actualmente esta labor la realiza directamente la televisión pública de Baleares, IB3.
Con el mallorquín, menorquín y el ibicenco eliminados, le tocó el turno a la lengua castellana, tanto en la enseñanza como en la administración. Y fueron otra vez los populares, concretamente Jaime Matas. Con el Decreto de Mínimos de 1997 se inició la inmersión lingüística en catalán en la enseñanza de Baleares. La norma buscaba equiparar el catalán con el castellano en la enseñanza, estableciendo un mínimo del 50% en lengua catalana (pero sin un porcentaje máximo), además de promover el uso de la lengua catalana como lengua vehicular de la enseñanza.
Al final de su segundo mandato, Matas, totalmente rendido al catalanismo, firmó la Ley de función pública, que establecía el conocimiento de la lengua catalana como requisito para acceder a la administración pública. No sólo dejaron nuestra lengua, cultura y enseñanza en manos del catalanismo, los populares, en cuanto podían, querían ser más catalanistas que la OCB.cat. Fue el alcalde de Palma, el popular Juan Fageda que impuso los castellers en la apertura de las fiestas del patrón de Palma, San Sebastián; y fue el alcalde de Inca Pedro Rotger fue quien nos regaló los primeros dominios punto.cat de carácter institucional de Baleares (www.parlamentib.cat, www.inca.cat.), y lo hizo ante la incredulidad del ex-director de Cataluña Radio Saúl Gordillo: “curiosamente, el alcalde, Pedro Rotger, del PP y con mayoría absoluta, aprobó en el pleno municipal que Inca tenga el .cat en su web. Como que Rotger era presidente del Parlamento Balear en la anterior legislatura, la cámara también aprobó apuntarse al dominio”.
El parásito catalanista iba creciendo. Era tan grande que cuando José Ramón Bauzá intentó desmontar el tinglado catalanista con la retirada de las subvenciones a las entidades pancatalanistas, la eliminación del requisito del catalán para trabajar en la administración pública y la aplicación del Decreto del Trilingüismo con el Tratamiento Integral de Lenguas en el año 2013, se encontró con las camisetas verdes del profesorado de la escuela pública controlado por el STEI.cat.
De ahí el miedo de la presidenta Prohens a las camisetas verdes, de ahí el pavor a cumplir con el Estatuto y aplicar el bilingüismo tanto en la administración como en la enseñanza, como también el temor a desarrollar el artículo 35 para proteger y estudiar las mal llamadas modalidades de la lengua catalana en Baleares.
Pero abstenerse para dejar que la izquierda radical y separatista tome el Consell de Mallorca para exigir a nuestro rey Felipe VI que pida disculpas es un salto injustificable de dejadez política y deslealtad institucional. Es una traición al pueblo de Mallorca, que mayoritariamente se expresó en las urnas para evitar que gobernase la izquierda catalanista y, sobre todo, a la monarquía y a su fuerte vinculación con Mallorca desde hace décadas.
Sr. Galmés es el momento de gobernar para los mallorquines y dejarse de miedos verdes.
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