(La pela es la pela. Incluso en el Oasis, lugar paradisíaco, habitado por seres superiores y alejado de las golferías casposas del 'pedregal'. O sea, la 'puta España'. Arturet, que se te ve el plumero.)
ACUERDO CRIMINAL
A través del Palau de la Música
El fiscal concluye que Convergència cobró 6,6 millones de euros en comisiones ilegales
El fiscal Anticorrupción de Barcelona cree que CDC -el partido de Artur Mas- y Ferrovial llegaron a un "acuerdo criminal" para adjudicar obra pública a cambio de dinero. (LVL).xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
MONSERGA CATALANA.
SER catalán es estupendo, pero trabajosísimo.
Has de pasar el día sorteando obstáculos: los propios de la vida
cotidiana y los que te ofrece el inquieto sino de la catalanidad. Qué
somos, de dónde venimos, adónde vamos. El nacionalismo omnipresente ha
ido diseñando día a día el perfil del catalán correcto, el decálogo
ineludible de todo buen ciudadano, y ha establecido, asimismo, las
penalidades que supone apartarse de la verdad establecida. Así, el buen
catalán debe tener un criterio unitario acerca de cuestiones históricas
de dudosa interpretación y debe aprenderse al dedillo el rosario de
afrentas históricas que han condicionado su devenir.
Educados
convenientemente en las escuelas, las nuevas generaciones de catalanes
no dudan de que 1714 fue un año de rebeliones sofocadas por el poder
represor español y de que el resto de años hasta nuestros días no ha
sido más que una permanente afrenta en la que la perversa centralidad
peninsular ha ahogado y reprimido –mediante la fuerza y la sangre– la
libertad de los ciudadanos del principado. Así todos los días. Qué
cansancio.
Tras no pocas extravagancias políticas y
sociales, tras no pocos millones de euros malgastados en chiquilladas,
el inmaduro presidente de la Generalitat ha salido a los medios con el
gesto contrito a manifestar una impotencia: lo de la consulta
independentista no es tan urgente ni tan imprescindible.
Después de
consumir meses enteros de la vida política catalana hablando sólo y
exclusivamente del derecho de los catalanes a transformarse en Pueblo
Elegido, el inconsistente de Artur Mas ha reaparecido asegurándole a su
electorado que lo principal no es votar sobre lo que no se puede ser,
sino administrar de la mejor manera los bienes comunes al objeto de
garantizar una vida mejor a los ciudadanos que viven bajo su amparo. Ya
no es imprescindible votar a lo largo de esta legislatura. Ya no es
taxativo lo que diga la mayoría, por exigua que sea. Ya no es
prioritario conocer el estado de opinión de los seis o siete millones de
criaturas que viven en Cataluña.
Hasta los medios informativos
catalanes, tan dados a la entrega ciega por la causa, se lo están
pensando. Seguramente mienten todos, pero los mismos que han llenado
páginas y páginas de periódicos y horas y horas de radio a pontificar
sobre la tierra prometida, a asegurar que el paraíso estaba a la vuelta
de la esquina, a denostar a aquellos que desconfiaban de tanta felicidad
programada en virtud de la soberanía futura, están recogiendo las velas
y dando a entender que la cosa no está tan clara, que no se puede
establecer relación directa entre independencia y felicidad y que la
libertad no suele coincidir con aquellos lugares donde se encuentran los
patriotas exaltados.
Mas ha aparecido vestido de esa impotencia que
muestran los ilusos que se aperciben que el sol no es escalable. Lo
único que ha conseguido es alimentar a sus temporales socios de ERC,
esos primates ideológicos que se frotan las manos gracias a la habitual
tontuna de la derecha catalana: las encuestas señalan –con toda la
prevención que exige una encuesta hecha en Cataluña– que el «sorpaso» se
produciría de mediar elecciones en este momento.
Demasiado para las
familias del poder, ese acopio de incompetentes que ha alimentado
editoriales conjuntas de periódicos subvencionados y manifestaciones
organizadas por ellos mismos que han acabado por condicionar al mismo
poder y llevarlo a su rotundo fracaso. Todo es posible en esa mediocre
Cataluña preñada de oportunistas y vocingleros baratos, repleta de
publicistas de la ira y de corruptos gestores del despilfarro.
Todo el esfuerzo de estos meses baldíos se
queda en poco. En un «ya veremos». En un «vamos a ocuparnos de seguir
comiendo». Todos aquellos a los que han linchado por mantener lo absurdo
del devenir de tanta monserga deben estar perplejos. Ni siquiera ellos
podían haber calculado tan repentino encogimiento.
(Carlos Herrera/ABC).
No hay comentarios:
Publicar un comentario