NO VOTAMOS ENTRE BUENOS Y MALOS.
VOTAMOS ENTRE MALOS Y PEORES. (Aclaro que entre los 'malos' incluyo al PP y Ciudadanos.)
Arturo Pérez-Reverte la monta en Twitter disertando sobre elecciones y analfabetos.
"El problema es que la democracia es un fraude cuando quien el votante es analfabeto y quien se beneficia de ello es un sinvergüenza". (Periodista Digital.)
Periodista Digital, 25 de junio de 2016 a las 20:10
LA HORA DE LOS POPULISTAS.
El resultado del referendo británico sobre la UE demuestra el inmenso error que están cometiendo los partidos tradicionales ante el asalto que padece el sistema por parte de populistas de uno y otro signo. En el Reino Unido hemos visto una campaña basada en las mentiras más zafias imponerse sobre otra campaña basada en explicar técnicamente los riesgos de esa apuesta populista. Se ha intentado responder a los sentimientos con cifras. Han ganado los sentimientos.
Este populismo británico no fue engendrado por Boris Johnson o Michael Gove. Lo fue por un tipo marginal llamado Nigel Farage, que desde un partido cuya militancia cabía en un taxi ha conseguido polarizar el Reino Unido sobre la cuestión europea. A la vista del éxito de su campaña de radicalización hubo otros –sobre todo conservadores, pero también laboristas– que se sumaron a sus tesis en lugar de combatirlas. Algunos, como Boris Johnson, hace solo unos meses. El populismo ha logrado así la mayor victoria europea desde hace décadas. La mejor prueba de ello fue Donald Trump celebrándolo ayer en Escocia.
En esta campaña, el primer ministro Cameron y su equipo no han ofrecido un solo argumento en favor de Europa. Hicieron una campaña negativa contra el Brexit, una campaña del miedo. Amenazaron con las penas del infierno en forma de recesión económica y tarifas aduaneras, pero no se ha escuchado un solo discurso de Cameron y sus adláteres explicando las virtudes de Europa. Aunque sólo fuera decir que gracias a la UE ya llevamos dos generaciones de europeos que han vivido sin conocer la guerra en su país, cuando a lo largo de la Historia es imposible encontrar una sola generación que no haya sufrido esa tragedia de la que la Europa unida nos ha librado.
El auge de este populismo, tan diferente, pero tan similar en todo Occidente, se extiende sin parar. Y con frecuencia con el apoyo de miembros de los partidos que han sido de Gobierno hasta ahora y que ante una amenaza a sus canonjías empiezan a moverse en el entorno de los populismos emergentes. Eso lo acabamos de ver en el Reino Unido con el alineamiento de tantos conservadores con el Leave que promovió Farage a través del Partido de la Independencia del Reino Unido. Y también de bastantes laboristas, que padecen un partido con un liderazgo inverosímil de un émulo del hombre de Cromañón.
La cuestión ahora es cómo va a afectar este auge populista al resto de Occidente. El primer lugar donde puede manifestarse es aquí, en España, mañana. La victoria del Brexit claramente favorece a Podemos porque demuestra que incluso en países tan serios como el Reino Unido es posible que se imponga una rebelión contra el sistema.
Y, si lo piensan, nuestra campaña electoral ha tenido algunas similitudes con la del referendo británico: lento pero constante auge de los populistas y el Partido Popular respondiendo a sus argumentos ideológicos con discursos casi técnicos, básicamente económicos y de nulo calado ideológico. A todo ello podemos añadir que quienes han representado el progreso político, económico y social en los últimos cuarenta años de España, PSOE y PP, ya no están unidos frente a la amenaza populista.
En el PSOE hay una corriente más que relevante que está dispuesta al pacto con Podemos desde cualquier resultado que obtengan mañana. Y de estos polvos del sistema pueden venir los lodos que nos ahogarán a todos. España, segunda estación de un viacrucis que recorre Occidente y frente al que estamos indefensos. La decadencia que genera el auge de un sistema es la más difícil de combatir. Es la que trae su caída.
Ramón Pérez Maura/ABC)
LA HORA DE LOS POPULISTAS.
El resultado del referendo británico sobre la UE demuestra el inmenso error que están cometiendo los partidos tradicionales ante el asalto que padece el sistema por parte de populistas de uno y otro signo. En el Reino Unido hemos visto una campaña basada en las mentiras más zafias imponerse sobre otra campaña basada en explicar técnicamente los riesgos de esa apuesta populista. Se ha intentado responder a los sentimientos con cifras. Han ganado los sentimientos.
Este populismo británico no fue engendrado por Boris Johnson o Michael Gove. Lo fue por un tipo marginal llamado Nigel Farage, que desde un partido cuya militancia cabía en un taxi ha conseguido polarizar el Reino Unido sobre la cuestión europea. A la vista del éxito de su campaña de radicalización hubo otros –sobre todo conservadores, pero también laboristas– que se sumaron a sus tesis en lugar de combatirlas. Algunos, como Boris Johnson, hace solo unos meses. El populismo ha logrado así la mayor victoria europea desde hace décadas. La mejor prueba de ello fue Donald Trump celebrándolo ayer en Escocia.
En esta campaña, el primer ministro Cameron y su equipo no han ofrecido un solo argumento en favor de Europa. Hicieron una campaña negativa contra el Brexit, una campaña del miedo. Amenazaron con las penas del infierno en forma de recesión económica y tarifas aduaneras, pero no se ha escuchado un solo discurso de Cameron y sus adláteres explicando las virtudes de Europa. Aunque sólo fuera decir que gracias a la UE ya llevamos dos generaciones de europeos que han vivido sin conocer la guerra en su país, cuando a lo largo de la Historia es imposible encontrar una sola generación que no haya sufrido esa tragedia de la que la Europa unida nos ha librado.
El auge de este populismo, tan diferente, pero tan similar en todo Occidente, se extiende sin parar. Y con frecuencia con el apoyo de miembros de los partidos que han sido de Gobierno hasta ahora y que ante una amenaza a sus canonjías empiezan a moverse en el entorno de los populismos emergentes. Eso lo acabamos de ver en el Reino Unido con el alineamiento de tantos conservadores con el Leave que promovió Farage a través del Partido de la Independencia del Reino Unido. Y también de bastantes laboristas, que padecen un partido con un liderazgo inverosímil de un émulo del hombre de Cromañón.
La cuestión ahora es cómo va a afectar este auge populista al resto de Occidente. El primer lugar donde puede manifestarse es aquí, en España, mañana. La victoria del Brexit claramente favorece a Podemos porque demuestra que incluso en países tan serios como el Reino Unido es posible que se imponga una rebelión contra el sistema.
Y, si lo piensan, nuestra campaña electoral ha tenido algunas similitudes con la del referendo británico: lento pero constante auge de los populistas y el Partido Popular respondiendo a sus argumentos ideológicos con discursos casi técnicos, básicamente económicos y de nulo calado ideológico. A todo ello podemos añadir que quienes han representado el progreso político, económico y social en los últimos cuarenta años de España, PSOE y PP, ya no están unidos frente a la amenaza populista.
En el PSOE hay una corriente más que relevante que está dispuesta al pacto con Podemos desde cualquier resultado que obtengan mañana. Y de estos polvos del sistema pueden venir los lodos que nos ahogarán a todos. España, segunda estación de un viacrucis que recorre Occidente y frente al que estamos indefensos. La decadencia que genera el auge de un sistema es la más difícil de combatir. Es la que trae su caída.
Ramón Pérez Maura/ABC)
2 comentarios:
Sí que hay opciones políticas decentes, como Vox y UPyD, por señalar un par de ejemplos. Pero parece que la borregada sólo es capaz de votar por la chusma que promocionan los principales canales de televisión, los cuales dan asco.Viendo lo que pronostican las encuestas de intención de voto, parece que vamos a tener todos lo que se merecen muchos, por idiotas. España me recuerda cada vez más a una película llamada "Idiocracia", pero con la diferencia que la película en cuestión es una ficción que tiene gracia y esto que está pasando en España es muy real y gracia no tiene ninguna.
Es cierto. Sucede que las posibilidades reales de que tengan representación parlamentaria son casi inexistentes. Pero sí, con un Parlamento en el que Vox y UPyD tuvieran cien diputados cada uno, España sería diferente. Y mejor.
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