sábado, 18 de febrero de 2017

GASOLINA Y FUEGO.




 (Hay que ser tan antidemócrata como ellos, para apoyarles. O ser un imbécil político.

¿Qué espera de neocomunistas cuyos modelos políticos son la Cuba de Fidel Castro y la Venezuela de Chavez?)










GASOLINA Y FUEGO.

El madrileño despacho de abogados Cremades y Calvo Sotelo sirvió ayer de escenario para reclamar la liberación del preso político venezolano Leopoldo López, encarcelado ahora hace tres años por el régimen chavista que está desgraciando hasta la agonía al malhadado país caribeño, rico de cuna y consecutivamente empobrecido por sus distintos regímenes políticos, incapaces ellos de generar elementales plataformas de estabilidad y crecimiento, y llevado hasta la ruina y la miseria por estos nuevos profetas del socialismo real. Los expresidentes Aznar y González –acompañados de Gallardón y Rivera, entre otros– han reclamado la unidad de los demócratas frente a lo que han calificado acertadamente como "régimen tiránico". 

Junto al padre del encarcelado López –cuya esposa visitaba ayer la Casa Blanca–, han elevado su voz ante el silencio cómplice y vergonzoso de los colaboradores y asalariados españoles moradores de la extrema izquierda, huestes de Iglesias, Garzón o Monedero, reaccionarios individuos que han llegado a justificar el encarcelamiento y que, ayer mismo, en boca del líder bronquista de la formación neocomunista, llegaron a culpar a los convocantes del acto de "apagar incendios con gasolina". ¿Desde cuándo reclamar la libertad de un encarcelado político es echar gasolina al fuego?

El populismo hispano, ese movimiento liberticida que cautiva a votantes españoles en cantidad suficiente como para que en España no nos consideremos excepción a los movimientos sísmicos que se producen en la política mundial, no esconde, aunque sí quiera disimular, su querencia por los obsesivos regímenes socialistas que están asolando Hispanoamérica.  

Su desprecio por la libertad individual, su insistencia en culpar siempre a otros de los males que les aquejan a ellos y a aquellos países, su infantil reducción de culpas al "neoliberalismo" imperante, su obcecación en el igualitarismo, su creación de dos bandos irreconciliables tildados de "pueblo" y "casta", su obstinación en cultivar debidamente el odio, su amor por las burocracias gigantescas, la simpleza de los análisis que elaboran y que les llevan a creer que la riqueza de unos está motivada por la pobreza de otros, son algunos de los elementos que retratan y explican su comportamiento miserable ante las diversas manifestaciones que se producen en pos de la libertad de Leopoldo López y el resto de presos políticos venezolanos.

Esta selecta colección de macarras políticos necesita ser filmada a diario. Su éxito está, según creen, en permanecer en primera fila de la actualidad aunque sea mediante gestos tabernarios, cursis o violentos, y en virtud de ello actúan y desarrollan una panoplia de ademanes y voces, todos extemporáneos e histriónicos, con los que epatar a los desafectos y emocionar a los propios. Ayer gozaron de una oportunidad espléndida para dar una sorpresa a esos propios y extraños y desligarse del régimen criminal que está convirtiendo Venezuela en una dictadura de corrupción desbocada y absoluta falta de libertades esenciales. No lo hicieron porque ello significaría morder la mano de quienes les han dado de comer. 

Pero no lo hacen solo por estrategia: lo hacen porque creen que el modelo a desarrollar así pudieran ocupar el poder es exactamente el mismo: encarcelar opositores, cortar señal de canales televisivos no afectos, crear un Estado sobredimensionado e inútil y diluir las libertades individuales en el pringoso mar de las libertades sociales. 

Estos redentores de los sufrientes que creen que las libertades del pueblo las amputan las empresas que cotizan en Bolsa apoyaron ayer la vergonzosa prisión –no pedir la excarcelación es aprobar el encarcelamiento– a la que está sometido un político que fue asimismo sometido a una caricatura de juicio denunciado por el propio fiscal que le acusó, hoy huido de Venezuela.

Piden la libertad de Bódalo o Alfon, esos sí, especialistas ambos en gasolina. Mientras, el incendio que propaga el fuego irracional del populismo izquierdista sigue creciendo.

(Carlos Herrera/ABC.) 


 (EL HERMANO POLÍTICO DE PABLO IGLESIAS HUNDE GRECIA. ES LO QUE HARÍA IGLESIAS CON ESPAÑA SI MANDARA.)

Greek Analyst: "7.000 empresas griegas se han ido a Bulgaria para huir de las subidas de impuestos de Tsipras".

Uno de los analistas más influyentes de Grecia explica a Libre Mercado la tragedia de su economía bajo el Gobierno de la extrema izquierda.

 

(LibreMercado.) 

 

 

 EL BECERRO DE ORO.
Viendo el pueblo que Moisés tardaba en bajar del monte, acudió en masa a Aarón, y le dijo:
"Anda, haznos un dios que vaya delante de nosotros, pues a ese Moisés que nos sacó de Egipto no sabemos qué le ha pasado".
Aarón les contestó:
"Quitadles los pendientes de oro a vuestras mujeres, hijos e hijas, y traédmelos".
Todo el pueblo se quitó los pendientes de oro y se los trajo a Aarón.Él los recibió, hizo trabajar el oro a cincel y fabricó un novillo de fundición.
Después les dijo: "Este es tu dios, Israel, el que te sacó de Egipto". (Éxodo 32, 1-4)
Moisés no vuelve. El que debía conducir al pueblo hacia la Tierra Prometida ha desaparecido. El pueblo, abandonado, se dirige a Aarón y le pide que le busque un dios, alguien que le sirva de guía. Aarón entonces exige que todos los israelitas le entreguen las joyas que habían sacado de Egipto para construir con ellas un becerro de oro. El pueblo, agradecido, adoró al ídolo y puso en él todas sus esperanzas.

Durante milenios este pasaje de la Biblia ha sido interpretado de muy diferentes maneras. Hoy, un liberal vería en el becerro la imagen del Estado, cebado por los gobernantes que, sin freno a sus ansias recaudatorias, arrebatan el oro al pueblo con la promesa de que cuidarán de su bienestar. Para un anticapitalista, ese becerro, al estar hecho de oro, necesariamente sería el dios dinero, idolatrado por una sociedad pervertida por el consumo y el apetito desordenado de riqueza. Y para quienes, después de las experiencias totalitarias del siglo XX, sentimos temor y desconfianza hacia todos aquellos que llegan a la política con la promesa de convertir nuestro imperfecto mundo en un paraíso en el que reine la igualdad y una eterna felicidad, el becerro de oro representa las peligrosas utopías irrealizables que seducen a los pueblos para después esclavizarlos.

En el año 2010, Roger Scruton, uno de los filósofos más profundos, sugerentes e interesantes del mundo de hoy, publicó The uses of pesimism and the danger of false hope ("Usos del pesimismo. El peligro de la falsa esperanza", Ariel). En este libro Scruton advierte del peligro de que, ante la pérdida de convicciones morales y políticas que sufren nuestras sociedades occidentales, los individuos se dejen engañar por los que llama "optimistas sin escrúpulos", vendedores de falsas esperanzas que se presentan dispuestos a redimir a los hombres y a establecer el Reino de Dios en la Tierra.

Scruton anima a las gentes de buena voluntad que quieren preservar los valores de la cultura europea a afianzarse en sus convicciones y a hacer uso de un pesimismo razonable para "restablecer el equilibrio y la sensatez en la dirección de los asuntos humanos", y para frenar las peligrosas consecuencias que podrían derivarse de la toma del poder de estos ilusionistas utópicos capaces de cualquier cosa para no renunciar a sus sueños irrealizables.

Como ejemplo de "optimistas sin escrúpulos" Scruton cita a los revolucionarios franceses de 1789, a los bolcheviques rusos de 1917 y a los islamistas que hoy pretenden reinstaurar el califato para extender su poder por Occidente.

Pero las características de esos que Scruton llama "optimistas sin escrúpulos" se pueden también reconocer en los nuevos revolucionarios españoles, colegas de Pablo Iglesias, que, con la promesa de un mundo nuevo y con el uso de una retórica engañosa y sentimental, han seducido ya a más de cinco millones de españoles.

El becerro de oro de Podemos es poliédrico, tiene muchas caras para que en ellas puedan verse reflejadas las reivindicaciones de los múltiples colectivos con los que sus dirigentes quieren estructurar la nueva sociedad: feministas, ecologistas, animalistas, desahuciados y todos aquellos que puedan sentirse víctimas del "neoliberalismo depredador".

En este caso, el nombre del becerro no tiene mucha importancia, podría llamarse Democracia Real Ya, Cambio o Soberanía de los Pueblos. Lo verdaderamente importante es que ese becerro represente todo aquello que la gente de Iglesias quiere oír: el fin de la vieja política, del poder del dinero, de los banqueros y de unas instituciones caducas que, siguen diciendo, ya no les representan.

Uno a veces se pregunta qué habrán visto cinco millones de españoles en unos líderes casi adolescentes que balbucean viejas consignas en su intento por construir un pensamiento coherente. Cuesta entender que a esos millones de votantes no les importe nada lo que digan los dirigentes de Podemos. Ellos lo que votan es lo que Podemos representa: la expresión de sus frustraciones, de su malestar, de su rencor y de su infelicidad.

Los que apoyan el conglomerado de marxismo arcaico y de populismo demagógico con el que Podemos ha construido su becerro de oro están poniendo sus esperanzas en un ídolo, fundido con esas frustraciones, rencores y malestares, que, como el que adoraron los judíos, nunca podrá conducirlos a una Tierra Prometida donde reine la transparencia, la participación, la igualdad, la justicia, el amor y la suprema felicidad.

(Alicia Delibes/ld.)

 

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