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jueves, 27 de abril de 2017
LA SUPERIORIDAD MORAL DE LA IZQUIERDA.
EL PSOE, UN EJEMPLO PARA RAJOY.
La pretensión de la oposición de rentabilizar la debilidad de un Gobierno acosado por la corrupción forma parte de la lógica. Va de suyo lanzarse en jauría a morder la pieza, más aún cuando aparece indefensa, víctima de una contaminación incontrolable y de sus propios errores. Las filtraciones de sumarios y el juego sucio acaparan buena parte del encanto de la política, y quien se somete a ella conoce de antemano las reglas del juego.
No sirve quejarse. Es evidente también que elementales criterios de estética y prevención aconsejan rehuir reuniones semi-secretas en despachos oficiales con amigos sospechosos de una corrupción masiva. Lo mismo vale para rehuir mensajes escritos con la ingenuidad de quien felicita a un amigo por su cumpleaños.
El PP tiene un severo problema de réplica al justificado acoso de la oposición. Primero, porque la mancha del denso chapapote de corrupción se ha extendido sin freno. Segundo, porque emocionalmente se siente en inferioridad.
A menudo, la izquierda prefabrica mucho mejor sus respuestas, recubriéndolas de una falsa legitimidad para no asumir responsabilidades políticas. Mensajes SMS mucho más comprometedores que los ahora conocidos de Rafael Catalá los protagonizó José Blanco siendo ministro con un amigo constructor. No había delito, pero estéticamente era peor que ahora. Nadie dimitió. Tampoco con el “chivatazo” a ETA. Hubo condenas a dos responsables policial, pero ningún político dimitió. No hubo una mínima explicación más allá de aquel estomagante «Otegi es un hombre de paz».
Un vocal del CGPJ participó junto a un presidente del PSE de conversaciones secretas con etarras huidos, y por entonces, el fiscal general andaba sacudiendo de su toga el “barro del camino” ajusticiando a fiscales discrepantes. Sutilezas políticas para justificar conductas semi-prevaricadoras. Tampoco Carod Rovira dimitió cuando acudió en coche oficial a pedir a ETA que no matara en Cataluña. No era política, sino otra corrupción.
Nada justifica el amparo a un ladrón. Y cualquier apariencia de connivencia, transigencia, agradecimiento o amistad con un corrupto resulta sospechosa y daña al partido. El PP ha cultivado mucha porquería, pero tiene salidas aprendiendo del PSOE, que siempre despachó sus corruptelas con superioridad moral. Aguirre se ha marchado, y ahora la oposición apunta a Rajoy a través de Zoido, Catalá o Montoro. La pared se pinta con brocha gorda, sin matices de colores ni memoria histórica.
Por eso es imperativo que Rajoy explique a sus votantes qué hace. Qué va a hacer. Adelantarse a los problemas siempre fue más meritorio y pragmático que resolverlos a rebufo, pero eso en el PP no termina de aceptarse. El silencio y la tardanza suenan a huida y complicidad. Con Zapatero nadie dimitió. Le basta recordar el sendero.
(Manuel Marin/ABC)
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1 comentario:
Cuando era pequeño creía que mi padre había ganado, prácticamente él solo, la guerra civil. Me fue muy dura, inicialmente, su confesión de que decidió bajarse del tren en Alicante, convencido de que aquello no iba con él, que no se acomodaba a sus gustos, que no le hacía el peso, vamos, y se pasó lo que quedara de la contienda escondido en la cámara, confundido con el grano y la matanza, en su casa del pueblito. (De resultas de estas peripecias, según parece, nací yo). Luego he tenido ocasión de llevarme algunas otras decepciones porque leí papeles que pregonaban que sólo los nacionales dispararon tiros, que sólo aquellos bestias fusilaban y estercolaban cunetas. Los buenos, “la gauche du vin”, como es conocido y notorio, antes de la guerra y durante la misma, sólo dispararon poemas y flores, cultura y belleza, vamos. Es parte de una injusta leyenda negra, según algunas fuentes, que incendiaran iglesias, ni hubo santcompanys que mataran opositores, ni se colgó a nadie de una catenaria, ni se flageló a ningún disidente hasta la primera sangre, etc. Y por eso se les atribuye una superioridad moral, tan merecida.
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