HACERSE LA
VÍCTIMA.
‘Una de
las recomendaciones de la investigación oficial sobre el asesinato de Stephen
Lawrence fue que la definición de un incidente racista debía ser: ‘…cualquier
incidente que la víctima o cualquier otra persona perciban como racista’.
Por tanto, no se requiere que esa percepción tenga una base objetiva y
públicamente observable’. Eso nos dice T. Dalrymple en su libro
‘Sentimentalismo tóxico’.
O sea,
estamos en el mundo de la posverdad. El Diccionario Oxford califica la
‘posverdad’ como palabra del año 2016, y como una nueva incorporación a
enciclopedias y diccionarios. Viene a decir que, en
la formación de la opinión pública, influyen más las emociones, sentimientos y
creencias personales que los hechos objetivos. La verdad está pasada de
moda. Nada menos. ¿Recuerdan aquello tan socorrido: ‘dime tu verdad’? Pues eso.
De modo que está usted vendido. Imagine que está sentado en el autobús y
una persona de raza negra le mira a la cara y le recrimina: ‘¡Me está mirando
con actitud racista! ¿Cómo se defiende usted de tal acusación? Si basta la
‘percepción’, no hay posibilidad de defenderse. Esto se puede ampliar a
cualquier cosa. No es necesario limitarse al ejemplo racista.
Si todo esto se tomase en serio, y alcanzase a la administración de
justicia, las sentencias judiciales cambiarían de manera radical. Ya no sería
lo más importante la verdad de los hechos. Lo más importante sería la
‘percepción de los hechos’. O sea, la acusación se convertiría, ipso facto, en
culpabilidad. Me aterra pensar que los políticos terminen legislando que ‘la
percepción’ es lo que cuenta. Que eso de la ‘verdad’ es historia pasada.
¿Podríamos llegar a esto? Con el personal político que tenemos, me temo
cualquier cosa.
De momento, esta monstruosidad se
limita- y no es poco- a los medios de difusión y a las relaciones sociales. No
a las institucionales. No, al menos, de manera dominante. Pero el peligro está
ahí. Si estamos en el terreno de la ‘posverdad’, todo es posible. Y los que
mejor manejen los sentimientos de los demás, tendrán las de ganar. ¡A llorar
tocan! Pero en público. Llorar en casa, sin que nadie te vea, no puede sacar
réditos.
Esta
peligrosa situación está relacionada con el enorme prestigio alcanzado por el
status de ‘víctima’. Hay que ser víctima de algo para obtener el apoyo del
público, los medios de difusión y, tal vez, subvenciones oficiales. El autor
del libro mencionado, médico de profesión, añade otra consecuencia diferente al
racismo. ‘En un hospital que conocí antes de retirarme, el personal que
alegaba haber sufrido ‘acoso’ recibía el apoyo gracias a la definición oficial
del acoso del departamento de recursos humanos: una persona está padeciendo
acoso si cree que está siendo
acosada’.
Basta con
estos ejemplos para el que quiera pueda enterarse de la enorme gravedad de
seguir por este camino. O sea, el viejo dicho: ‘Nada es verdad ni es
mentira, todo es según el color del cristal con que se mira’. No hay
defensa posible. Imagine que usted está siendo acusado de acoso.
Afortunadamente, las cámaras del hospital muestran que usted no ha hecho nada.
No ha tocado a la persona supuestamente acosada. Y cuando se ha cruzado con él,
o ella, se ha limitado a saludar. Pero está condenado, a pesar de que las
cámaras le absuelven. Resulta que la otra persona ‘percibe’ que está siendo
acosada.
Demos un
paso más y vayamos al victimismo en su forma política. Espero que se haya
enterado de las enormes ventajas obtenidas por el catalanismo gracias a su victimismo.
¿Cómo podremos compensar a los catalanistas por la insultante opresión
española? Y si, encima, les robamos- Espanya ens roba- la cosa es mucho peor.
Ya no bastará con arrodillarnos y pedir perdón. ¿Y lo de Jordi Pujol? No cambie
de conversación. Estamos hablando de la opresión de la ‘puta España’, como dijo
el tragicómico Rufianes en TV3, con gran satisfacción del público oprimido y del
director periférico.
Esta basura
tiene que ver con un hecho penosamente repetido en la vida diaria, incluidos medios
de difusión. O sea, cuando alguien carece de argumentos sabe que utilizar
palabras mágicas, da buenos resultados. Por ejemplo: ‘fascista’, ‘racista’,
‘machista’, ‘españolista’, ‘de derechas’, etcétera.
¿Qué
significa esto? Que la persona que lanza el exabrupto- mejor si lloriquea un
poco- sabe que no necesita aportar hechos contrastados y razones
justificatorias que apoyen sus afirmaciones. Basta con hacerse la víctima y
soltar la palabra mágica. Y tocar los corazones sensibles del auditorio. En
resumen, estamos en la época de la ‘posverdad’ y de los sentimientos. Lo que
importa es lo que yo siento. Siempre que consiga convencer al auditorio de que
soy una víctima.
Es cierto
que, en ocasiones, esta irracionalidad sentimentaloide se topa con serias dificultades.
Imaginemos que una persona, que se siente humillada y oprimida por tener el
pasaporte español, le dice al policía del aeropuerto de Tokio que no le muestra
el pasaporte español porque no se siente español. Que le enseñará el pasaporte
catalán cuatribarrado que han editado los de Junts Pel Sí, en colaboración con
Puigdemont, la Colau, y el Abad de Monserrat.
Es más que
probable que el policía japonés sea insensible a estas proclamas emocionales y
exija- con un autoritarismo que recuerda a la policía española- el
correspondiente pasaporte español. ¡Qué falta de respeto por los sentimientos!
Decía Wilhelm Reich, en su libro ‘Psicología de masas del fascismo’ que el
movimiento nazi tenía un fuerte componente emocional, “que no se sostiene con
argumentos racionales”.
Miguel Porta
Perales, en su libro ‘Totalismo’, dice que se ha pasado del "desencanto
del mundo", siguiendo a Max Weber, a "un mundo encantado", que,
por lo menos en Occidente, se ha dejado seducir por soluciones emocionales y
populistas que prometen felicidad a raudales.
El siguiente
paso de las víctimas de la España intolerante y centralista es la
‘desconexión’- hecha ilegalmente, qué más da- para que los catalanistas y
asimilados puedan ser auténticamente libres y felices. Con perdices incluidas.
Sebastián
Urbina.
(Publicado en El Mundo/10/11/2017.)
2 comentarios:
Magnífico artículo. Completamente de acuerdo con él.
Muchas gracias.
Publicar un comentario