(Si no es fascismo ¿cómo llamarlo?)
LA MALLORCA FASCISTA.
''Es muy difícil vivir con dignidad cuando los nacionalistas imponen su
fanatismo catalanista".
14 nov. 201
A Doris y Joaquín les echaron de su hogar, de Mallorca. Los vecinos
les llamaban fachas, se quedaron sin amigos y, en el parque, los padres no
dejaban que los niños jugaran con sus hijos, de 3 y 5 años. El asturiano y la
austriaca se convirtieron en los "forasteros problemáticos" por el
simple hecho de solicitar las seis horas de castellano que reconoce la ley. Artà,
el pequeño pueblo en el interior de Mallorca que hasta ahora les había
"tolerado", se tomó esta petición como una ofensa y les hicieron la
vida imposible. Un amago de cacerolada cuando entraban al colegio Na Caragol,
carteles con sus nombres en el tablón de anuncios de la escuela y hasta el
Ayuntamiento (PP incluido)
apoyó una moción para defender al centro, que para cubrir el expediente quitaba
media hora de patio a los niños que pedían enseñanza en castellano. Hartos,
vendieron su casa, aparcaron sus sueños y emigraron a Asturias en busca de
"una educación donde no existan conflictos ni intereses políticos",
explican. Ya hace un año del traslado y están felices. A sus hijos no los
castigan sin recreo, no tienen que escuchar que son unos inadaptados y no les
imponen ningún idioma con la cantinela de que es la lengua que está en minoría
y el castellano es un idioma invasor.
"Era muy difícil vivir con dignidad en una sociedad donde los
nacionalistas imponen su fanatismo catalanista y donde, lo que es peor, la
gente buena mira para otro lado. Así que decidimos pedir un traslado a la península
para dejar atrás esta pesadilla", recuerda Joaquín, que se mudó el año
pasado a Gijón, su tierra natal, desde donde sigue con preocupación y
tristeza los casos de adoctrinamiento en las escuelas baleares y catalanas.
"Nosotros ya lo vivimos y fue un infierno", reconocen de su etapa en
2012 y 2013 en Artà, cuando empezaron los problemas en el colegio de sus hijos.
A principio de curso se dieron cuenta de que los niños recibían todas las
materias en catalán, pese a que Doris y Joaquín habían elegido el castellano
como lengua de enseñanza. Estuvieron reclamando durante dos meses al colegio
"pero la directora decía que desconocía la normativa de libre elección de
lengua que acababa de implantar el PP balear" y les aseguró que no la iba
a aplicar. Llamaron a la inspectora pero ésta les dio largas.
Recurrieron a la Fundación Círculo Balear, entidad defensora del bilingüismo en Baleares, y les dio la ayuda legal. El colegio Na Caragol aceptó finalmente la elección de Doris y Joaquín -y de otros cuatro padres que también habían elegido el castellano como lengua vehicular- pero la sorpresa fue descubrir que el castellano quedó relegado a la hora del bocata y de higiene personal, y que se les castigaba sin patio para usar ese tiempo y no quitar horas de catalán. "Cuando sonaba el timbre del patio, los pocos alumnos de castellano se quedaban en clase y se reunían en la mesa, mientras veían a sus amigos jugar a través de la cristalera. Fue así como mis hijos empezaron a odiar el castellano", cuenta Doris.
Recurrieron a la Fundación Círculo Balear, entidad defensora del bilingüismo en Baleares, y les dio la ayuda legal. El colegio Na Caragol aceptó finalmente la elección de Doris y Joaquín -y de otros cuatro padres que también habían elegido el castellano como lengua vehicular- pero la sorpresa fue descubrir que el castellano quedó relegado a la hora del bocata y de higiene personal, y que se les castigaba sin patio para usar ese tiempo y no quitar horas de catalán. "Cuando sonaba el timbre del patio, los pocos alumnos de castellano se quedaban en clase y se reunían en la mesa, mientras veían a sus amigos jugar a través de la cristalera. Fue así como mis hijos empezaron a odiar el castellano", cuenta Doris.
Ante la pasividad de la Administración, decidieron hacer una
denuncia pública en EL MUNDO pero para entonces su
vida ya había dado "un giro de 180 grados", reconocen. Pasaron de estar
integrados a sentirse discriminados en cualquier sitio. "El colegio Na
Caragol puso todos sus medios e instalaciones para señalarnos, colgando papeles
informativos, diciendo cosas como que estábamos en contra de la lengua y
cultura de las Islas o que trabajábamos encubiertamente para el Gobierno del
PP. Nosotros sólo queríamos unas horas de castellano y no nos negamos nunca a
que aprendieran catalán. Lo terrible es que este tipo de campañas tan burdas,
calan fácilmente en la gente", lamenta esta madre.
Lo más "chocante" fue ver que las instituciones de las islas como
la Conselleria de Educación (entonces gobernada por el PP), la Inspección
Educativa o el Ayuntamiento "no sólo no hicieron nada en contra de una
ilegalidad hacia unos menores sino que intentaron justificarla", señala
Doris, que recuerda que la inspectora llegó a decir que era correcto dar clase
de castellano en el tiempo de recreo porque era "una hora lectiva",
obviando, además, que se privara a los menores de su rato de esparcimiento.
La mentira cayó por su propio peso y la inspectora finalmente fue trasladada de zona. "Pero la mayoría de los medios de comunicación guardaron silencio. Decían que no querían publicar nada de nuestro caso porque no les interesaba la noticia", dice indignada.
La mentira cayó por su propio peso y la inspectora finalmente fue trasladada de zona. "Pero la mayoría de los medios de comunicación guardaron silencio. Decían que no querían publicar nada de nuestro caso porque no les interesaba la noticia", dice indignada.
Mientras llegaba el ansiado traslado laboral (que tardó tres años), Doris y
Joaquín se mudaron con sus hijos a Palma y matricularon a los niños en un colegio
concertado, donde consiguieron que, por primera vez, a los niños se les
permitiera hablar castellano en el patio "sin problemas, cosa que en Na
Caragol no pasaba" y que el reparto de las asignaturas entre castellano y
catalán fuera "más equilibrado".
Pero ya nada fue lo mismo porque, después de 18 años viviendo felizmente en
Mallorca, Doris perdió el sentimiento de que esa tierra era su hogar y
se dio cuenta de que "nunca sería aceptada". La sensación de Joaquín
es distinta. Para él simplemente le trataron como un "ciudadano de
segunda" en esta tierra. Así que cuando llegó el traslado de Joaquín a Gijón,
lo vendieron todo y se fueron con cuatro maletas y lo puesto, aunque "muy
tristes por salir de un lugar sólo por el hecho de pedir que se cumpla la legalidad".
Ahora echan la vista atrás y aseguran que no se arrepienten de nada. Su
valentía al denunciarlo públicamente dio visibilidad a un problema que pocos
padres se atreven a contar por miedo a represalias contra sus hijos. "Y es
lógico ese temor porque no quieres que tus hijos sufran: a los nuestros los
maltrataron durante cuatro meses en la escuela, pero continuamos adelante
porque si no luchamos por su futuro, estamos perdidos", admite Joaquín,
que anima a denunciar o, de lo contrario, "los fanáticos cuentan con el
silencio de las víctimas de su opresión, y esto perpetúa la situación".
"En resumen, lo que se enseña en algunos centros no es el aprecio a la cultura propia, es el odio a la cultura o a todo lo que suene a español. Y esto es algo muy lamentable y que no tiene comparativa en ningún país de Europa", sentencia Joaquín, que alerta de que esta educación politizada en algunos centros está "radicalizando a muchos niños y adolescentes". "Nosotros hemos conocido casos de hijos de amigos nuestros que se rebelaban contra sus padres simplemente por el hecho de hablarles en español en casa", aseveran.
Ahora, ante los casos en Cataluña, Baleares y la Comunidad Valenciana, animan a plantearse públicamente de dónde sale el ideario independentista y los "terribles medios" que llevan utilizando durante años para su expansión.
"No deberíamos confundir la libertad de expresión con la inculcación interesada (a través de la educación y la política) del odio hacia el que piense o sienta diferente y no se adhiera al pensamiento único que aprueba el nacionalismo".
"En resumen, lo que se enseña en algunos centros no es el aprecio a la cultura propia, es el odio a la cultura o a todo lo que suene a español. Y esto es algo muy lamentable y que no tiene comparativa en ningún país de Europa", sentencia Joaquín, que alerta de que esta educación politizada en algunos centros está "radicalizando a muchos niños y adolescentes". "Nosotros hemos conocido casos de hijos de amigos nuestros que se rebelaban contra sus padres simplemente por el hecho de hablarles en español en casa", aseveran.
Ahora, ante los casos en Cataluña, Baleares y la Comunidad Valenciana, animan a plantearse públicamente de dónde sale el ideario independentista y los "terribles medios" que llevan utilizando durante años para su expansión.
"No deberíamos confundir la libertad de expresión con la inculcación interesada (a través de la educación y la política) del odio hacia el que piense o sienta diferente y no se adhiera al pensamiento único que aprueba el nacionalismo".
Abrazados a sus dos hijos, con la playa de Gijón a sus espaldas, la
pregunta es obligada: ¿Volveríais a denunciar? "Sí, sin duda, ante una
injusticia así, no se puede mirar a otro lado. Como dice nuestro amigo Jorge
Campos (presidente de la Fundación Círculo Balear): 'Si no das la cara por
tus hijos ¿por quién la vas a dar?'", responden al unísono.
(Mayte Amorós/ElMundo/Baleares.)
El
Tribunal Superior de Justicia de Baleares (TSJB) ha admitido a trámite
la demanda de un padre ante la imposibilidad de que su hijo de cuatro
años pueda estudiar en castellano en Ibiza. Según El Mundo, el periplo
de Francisco López comenzó en 2016, cuando presentó una instancia ante
la Conselleria de Educación del Govern balear. (La Gaceta)
El TSJB investigará al Gobierno balear tras la denuncia de un padre por la situación que se vive en las aulas.
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