(Según estos borregos con toga solamente habría delito si los golpistas catalanes vencen al Estado español. Por otra parte, esto mismo que desestiman para España, lo reconocen para Alemania. En Alemania se castigaría duramente lo que han hecho los golpìstas catalanes.
Basura. Todavía creen que nos pueden mirar por encima del hombro. Por eso nos llaman los 'Pigs'. El sur. Es gravísimo.
En la foto, juez alemán opinando sobre el golpe de Estado catalanista.)
JUECES BORREGOS ALEMANES.
Aunque todavía no hay una decisión definitiva sobre la
extradición a España de Carles
Puigdemont, por el momento la
Audiencia Territorial de Schleswig Holstein sigue en sus trece:
el expresidente catalán no cometió un delito de rebelión ni tampoco un delito
equivalente al de sedición.
En un auto de
este martes en respuesta a una petición de la Fiscalía del pasado 9 de mayo
para que el catalán volviera a la cárcel, el tribunal rechaza encarcelar a
Puigdemont y se reafirma en lo que decidió el pasado 5 de abril, cuando descartó
la extradición del expresidente catalán por un delito de rebelión alegando que la violencia del 1-O no tuvo
fuerza suficiente para hacer "capitular" al Estado.
(LD)
EL FUTURO
DE LA UE.
"Alemania"
respalda a los golpistas en España pero prohíbe el secesionismo en su
territorio’’.
Estupor,
desolación y rabia, mucha rabia, ante el 'hostión' de, la justicia alemana para
unos, Alemania para otros.
Hombre, es que es difícil de digerir que te den órdenes sobre
recortes en pensiones, sobre recortes en sanidad, sobre cumplimiento de déficit
y demás y cuando tu tienes un problema con unos tipos que quieren imponer su
voluntad a todo un Estado te dejen con el culo al aire. Dan muchas, pero que
muchas ganas de decir que os den, ahí os quedáis.
"Lo de menos es el previsible envalentonamiento con el
que el separatismo celebrará la libertad provisional de su caudillo. Lo
desolador es que este hito posiblemente marcará futuras decisiones del Tribunal
de Estrasburgo en el exacto sentido que conviene al relato victimista del
soberanismo, que encuentra en la misma Europa dolorosa complicidad".
"Si esta es la confianza que los europeos hemos de tener
en la solidaridad continental para repeler golpes de Estado internos, entonces
la UE es un proyecto fallido. Un país como Alemania, que prohíbe expresamente
el secesionismo como opción política y que recientemente sentenció contra el
deseo de Baviera de celebrar un referéndum de autodeterminación, se
desentiende de ese mismo problema si afecta a España".
(LD)
El juez alemán acaba de desprestigiar, además
de humillar la labor paciente y exhaustiva de las más altas magistraturas
españolas. El daño es profundo no solo para España, sino para las propias
instituciones comunitarias acosadas por una ola euroescéptica que ahora será
más difícil de contener".
(Francisco Rossell/ElMundo.)
Quince años después de la entrada en vigor de la
euroorden ha llegado la hora de plantear una reforma que permita dar
cumplimiento a la verdadera finalidad de este instrumento de cooperación: una
entrega exprés o automática en la que no se cuestione lo que el derecho interno
de un país considera delito. Esta es la opinión de los expertos. (ABC)
¿ALEMANIA AMPARA EL SEPARATISMO?
Alexis de Tocqueville, en su genial obra La democracia en América,
mantiene que "no hay casi ninguna cuestión política en los Estados Unidos
que no derive, más pronto o más tarde, en una cuestión judicial".
Semejante axioma es también válido en la actualidad en cualquier Estado
moderno, aunque con la diferencia de que en unos países únicamente se recurre a
las soluciones judiciales cuando
se han agotado las políticas. Por el contrario, en otros países, cualquier
problema que debería resolverse mediante soluciones políticas se acaba
judicializando para que lo resuelvan los jueces, sin que los políticos se
estrujen las meninges ni tengan que arrostrar riesgos o esfuerzos.
Justamente esto es lo que ha ocurrido en los últimos años en
España, especialmente en lo que se refiere al problema catalán, pues una
cuestión como ésta, que es eminentemente política, no se ha querido resolver mediante el
diálogo, la negociación o el pacto, cuando se podía haber hecho.
En otras palabras, se ha preferido que sea el juez quien lo resuelva sin que
los políticos se manchen las manos, ni produzcan una sola gota de sudor. Pero
como se está demostrando en la actualidad, se recurre con frecuencia a los
jueces en el momento en que la mantequilla se ha fundido ya y no hay nada que
hacer, salvo que se provoque un terremoto.
Dicho esto, vayamos al grano de la actualidad, el golpe de Estado encabezado por
Puigdemont. Tras la aplicación forzada del artículo 155 por el
Gobierno de Rajoy,
tarde y mal, el poder judicial ha tenido que entrar en juego para decretar la
prisión provisional de algunos de los golpistas y para solicitar mediante
una euroorden la
entrega de Puigdemont y de varios de sus ex consejeros.
Como es sabido, tras unos
meses de estancia turística en Bélgica, el ex president fue apresado cuando atravesaba el
territorio alemán, siendo internado durante unos días en la cárcel de Neumünster en
el Estado de Schleswig-
Holstein. Hace pocos días el Tribunal Superior de este Land, integrado por tres jueces,
ha decretado que no puede atribuir al político catalán el delito de rebelión,
dejando en barbecho el delito de malversación por el que también se le acusa, según un auto impecable del juez Llarena,
que, evidentemente, los magistrados tudescos no lo han leído o no lo han
comprendido.
Para ello era necesario que
hubiesen utilizado la óptica del contexto en el que se produjeron los hechos, aunque
podían haber consultado a sus connacionales residentes en Barcelona, pues
concretamente uno de ellos, Karl
Jacobi, le espetó al presidente del Parlament que los
soberanistas catalanes que han promovido el golpe de Estado deberían ir a la
cárcel por el mal que están haciendo a Cataluña.
Pero incluso, aunque no quieran consultarlos, los jueces del Tribunal Superior del Estado citado, deberían saber
algunas cosas
elementales para todo jurista. Primero, que se desprende de la Carta de las Naciones Unidas, cuyo
fin es mantener la paz y la seguridad en el mundo, que para conseguirlo es
necesario el respeto a la integridad territorial o independencia política de
cualquier Estado, una vez que la libre autodeterminación de los pueblos ya
caducó después del fin de la descolonización. Segundo, que formando parte tanto Alemania como España de la UE,
deberían saber que el Tratado
de Maastricht, en su artículo 31, les señala que se debe facilitar la extradición entre
los Estados miembros y que conviene evitar los conflictos
de jurisdicción entre los mismos.
Y, tercero, que uno de los pilares de la UE, en lo que se refiere a
la colaboración judicial entre los Estados, consiste en la denominada euroorden, creada el 1 de
julio de 2004 a través de la Orden Europea de Detención y Entrega de
delincuentes, lo que significa que para que sea realmente efectiva debe descansar
en la confianza y el respeto de los
diversos jueces nacionales para ir fomentando su
colaboración, incluso en los casos en que se supere la lista de 32 delitos
específicos en los que la extradición es prácticamente automática.
Pero centrándonos ahora en el contenido de lo que han examinado
los magistrados alemanes, es sorprendente que excluyan el delito de rebelión que
señala Llarena porque,
aun reconociendo que es cierto que hubo violencia (no solo el 1 de octubre,
sino también antes y después), afirman que no es suficiente para calificar esos
actos como rebelión. Es decir, según
ellos, es necesario que superen un determinado número de kilos de violencia,
como si se pudieran pesar esos actos.
Pero se equivocan -o quieren equivocarse-, porque hubo ciertamente
violencia física, según ha relatado de forma minuciosa la Guardia Civil, pero
también desde hace años hay una fuerte violencia moral y verbal en Cataluña,
donde los no independentistas no se atreven a exponer sus ideas y si lo hacen
están expuestos a todo tipo de amenazas y coacciones.
Pongo un ejemplo personal. Como constitucionalista y analista
político democrático, llevo muchos años criticando a los gobiernos de turno; y,
aunque a algunos lectores no les guste lo que opino, jamás me han insultado de
forma agresiva y preocupante. Sin embargo, en julio, ante el anuncio del
referéndum ilegal, recomendé
al Gobierno que se tomase alguna de las medidas constitucionales posibles para
impedirlo y evitar así todo lo que se nos vino encima
después. Pues bien, en un diario digital catalán se incluyeron más de 20
páginas de comentarios de lectores poniéndome a caldo e incluso calumniándome o injuriándome.
Esto es violencia verbal y puede
ser tan grave como la física, porque lo que se busca en ambos casos es
amedrentar a los que no piensan como ellos.
Pero siguiendo con la resolución de los jueces alemanes, es obvio que ignoran que en Cataluña se
reconoce algo que en Alemania no se tolera. Según el artículo 9.2 de la Ley Fundamental de Bonn,
"quedan prohibidas las asociaciones cuyos fines o cuya actividad sean
contrarios a las leyes penales o que vayan dirigidas contra el orden
constitucional o contra los ideales de entendimiento entre los pueblos".
Pues bien, los jueces germánicos deben saber que en Cataluña hay
dos asociaciones de este tipo: la Asamblea
Nacional Catalana y Òmnium
Cultural, cuyas actividades en favor de la República catalana
no están exentas de violencia, como lo demuestra el hecho de que sus dirigentes
estuvieron al frente de los actos violentos que culminaron en el destrozo de
varios coches de la Guardia Civil y en impedir la salida de un edificio público
de varios funcionarios. Aquí ya no se
trata de violencia verbal o moral, sino estrictamente física.
Claro que los magistrados alemanes no sólo son juristas, sino
también filósofos, pues señalan que realmente no hubo rebelión porque la violencia no pasó de ser una amenaza mínima
para el orden constitucional español. Evidente,
pues si hubiese supuesto una gran amenaza habrían ganado y entonces a nadie se
le ocurriría penalizar un golpe de Estado triunfante, porque los
delincuentes se habrían apoderado del poder.
Es más: para evitar esto
deben recordar lo que señala precisamente el
artículo 20.4 de su propia Constitución: "Contra cualquiera que intente derribar
el orden constitucional todos los alemanes tienen el derecho a la resistencia
cuando no fuera posible otro recurso". Es decir, cualquier
violencia es legal para defender la democracia, pero, según sus señorías, para
derribarla se requiere pasar por el fielato para pesarla y comprobar que es
ilegal.
Incluso más: el artículo 21.2, a diferencia de
España, indica que los partidos que tiendan a destruir el régimen
constitucional, serán declarados ilegales por el Tribunal Constitucional, es
decir, en Alemania Puigdemont y sus mariachis estarían
fuera de la ley.
Por consiguiente, señorías,
ustedes no han comprendido, incluso con el apoyo de la novata e irresponsable
ministra de Justicia de Alemania, el mal que han hecho a un socio europeo como
es España, sino que, además, si no dan marcha atrás, pueden provocar un
caos jurídico y el descrédito del Derecho en España, a causa de que por su
culpa no se puede imputar el delito de rebelión al jefe del golpe de Estado,
pero sí a los que estaban bajo su mando, hoy en prisión provisional.
Según uno de los escasos teóricos que se han ocupado de estudiar
los golpes de Estado, Edward Luttwak, la
descolonización triplicó, desde el año 1945, el número de países en el mundo y,
en consecuencia, se han multiplicado los golpes de Estado. Pero "debemos
considerar -según él- que no todos los Estados constituyen buenos objetivos
para analizar ese tema. Por ejemplo, no existe ninguna razón para pensar que se
pueda dar una asonada en Inglaterra, aunque fuese por breve tiempo". Es
decir, los golpes se dan en países que no disponen de una estabilidad tradicional con fuertes estructuras
institucionales o que atraviesan una fase de crisis y debilidad política de su Gobierno.
Este es el caso de España, porque si aquí se ha podido dar es porque durante 30
años no se ha hecho nada sustantivo para detener a los separatistas.
Esa cuestión habrá que analizarla otro día. Hoy basta con afirmar, como dice José García Domínguez, que, si siguen actuando así
los jueces alemanes, "la democracia que peligra es la suya, no la
nuestra". Hagamos, pues, como los japoneses que siempre miran al
futuro, es decir, a los cerezos en flor.
(9/4/2018/Jorge de Esteban es
catedrático de Derecho Constitucional y presidente del Consejo Editorial de EL
MUNDO.
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