ASALTO AL ESTADO DE DERECHO.
La solemne
Sala Segunda del Tribunal Supremo va a albergar el juicio que ha de seguirse
contra los políticos catalanes que pusieron en marcha una cabalgata de
acuerdos, leyes, referendos, etc. que habrían de permitir a Cataluña recorrer,
sin odiosas ataduras "españolas", el olimpo de los Estados donde
sería acogida con una afectuosa bienvenida.
Parece
mentira que quienes van a seguir esas sesiones desde el incómodo banquillo sean
personas instruidas y, además, algunas hayan formado parte de instituciones democráticas
como el Parlamento europeo (donde hicieron un buen papel). Y lo digo porque
¿cómo es posible que pudieran creer que las puertas de Europa se abrirían para
dar entrada a una región sometida a la tiranía de un Estado miembro? Si la
ingenuidad no es la disposición de ánimo más cultivada por los políticos
avezados, hay que imputar el desvarío a una consciente estratagema engañosa. O
simplemente al propósito de amparar a personas acusadas de corrupción -algunas
en cargos muy elevados- que, por el ensalmo de la independencia, se verían
libres de la molesta acción de los jueces y de los inspectores de Hacienda.
Se aproxima el momento en que el
debate de si ha habido un delito de rebelión o de sedición quede zanjado por
profesionales competentes.
Este desparpajo
con las Constituciones españolas no es privativo de esta época en el territorio
catalán. La historia, cartilla escolar que nos permite entender el presente, ya
contiene otros ejemplos, el más reciente de los cuales se produjo en 1934
cuando a un gobernante local no se le ocurrió mejor idea que desafiar a la
República proclamando el "Estado catalán" dentro de la
"República Federal Española".
Y aquella
República, a la que desde ciertos sectores se ha vuelto la mirada en los
últimos años con bobalicona complacencia y punible ignorancia, esa República
-su Parlamento- suspendió la autonomía catalana y su Tribunal de Garantías
Constitucionales condenó a aquellos aventureros a treinta años de reclusión por
rebelión militar (6 de junio de 1935). Es verdad que el Gobierno del Frente
Popular (febrero de 1936) decretó la amnistía de los presos y el
restablecimiento de la autonomía, tal como había pedido el Front d'Esquerres.
Un momento que no es para recordar: primeras agresiones y muertes de
adversarios políticos, asaltos de sedes de partidos, incendio de iglesias...
Años
después, sus nietos han consumado una peripecia aún más grave porque ahora se
ha incorporado como ingeniosa ocurrencia la "independencia" de
Cataluña. Ignorando una Constitución, la de 1978, que votaron los catalanes y
que es muy generosa a la hora de admitir en su seno las más diversas opciones
políticas como es el caso de los partidos republicanos en una Monarquía. En
Constituciones como la francesa, la alemana o la italiana la forma republicana
del Estado no puede ser discutida.
Por el contrario, los partidos que en España
se declaran republicanos y nacionalistas/independentistas han gobernado de
manera casi ininterrumpida en Cataluña desde la recuperación de la democracia.
Más aún, han cogobernado España al servir de apoyo a casi todos los gobiernos
españoles porque el PSOE y el PP se han encontrado a gusto con ellos mientras
que han sido incapaces de pactar entre sí, excepto para nombrar a los vocales
del Poder judicial o a los magistrados del Tribunal Constitucional.
Se aproxima
el momento en que el debate acerca de si ha habido un delito de rebelión o de
sedición, que ha hecho aflorar a tanto penalista a la violeta en España, quede
zanjado por los profesionales competentes. De lo que no existe duda es que estos políticos, hoy a
la espera de sentencia, han perpetrado un asalto grosero al Estado de Derecho
violando sus procedimientos y sus valores básicos y superiores, es decir, su
partitura esencial.
(Francisco Sosa Wagner/ElMundo/10/2/2019.)
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