jueves, 20 de septiembre de 2018

LA INSOPORTABLE VILEZA DE ESTA IZQUIERDA


 (Lo más sorprendente- al menos para mí- es que PP y C's sean tan ingenuos. No es aceptable, ni perdonable, que se chupen el dedo.
Todavía no han entendido- es lo que parece- que los socialistas sanchistas carecen de escrúpulos.
Y los de Podemos son, todavía, peores. Aunque no hay mucha diferencia. Más en las formas que en el fondo.)





EL CABALLO DE TROYA.

La fullería en el juego no es astucia sino tongo, trampa. Y la fullería en el juego parlamentario son trampas democráticas. Las que ha hecho el Gobierno para sortear el veto del Senado se parecen demasiado a la marrullería bolivariana, quizá porque de ciertos socios todo se contagia. Es chapuza chavista, pura pulsión autoritaria, contrabando político, fraude de ley contra la legitimidad de una Cámara. Y también una muestra palmaria, diáfana, de lo que sus autores están dispuestos a hacer para conservar un poder que asaltaron por la puerta falsa.
El truco más innoble de este esquinado manejo –que el TC le revocó al PP en otro tiempo– es el de usar como caballo de Troya una ley contra la violencia de género. Al mismo Ulises le hubiese parecido un subterfugio rastrero. La oposición se tragó el truco porque a sus dirigentes no se les pasó por la cabeza que en un asunto así les fueran a malversar el consenso. Ingenuos: con esta gente habría que revisar hasta una edición del Evangelio. En cualquier texto te pueden colar de estraperlo una martingala del 21 por ciento. Acostumbrados a la copia en bruto se han tomado al pie de la letra a Maquiavelo en aquello de los fines y los medios. Porque esta vez lo escabroso era el fin: burlar la soberanía del Parlamento.
Y además lo han hecho de un modo tan desahogado que ni siquiera se cortan a la hora de justificarlo. Consideran espuria la mayoría del Senado porque representa a los españoles que no les han votado. Ésa es la cuestión de fondo, el inquietante sesgo totalitario de una coalición capaz de proscribir los derechos participativos de la mitad de los ciudadanos. Un sentimiento dogmático de superioridad que declara a los rivales culpables de hallarse en el bando equivocado. En Podemos no resulta extraño; al fin y al cabo su proyecto, inspirado en y por el régimen venezolano, consiste precisamente en la extirpación de la disidencia, en el confinamiento del adversario.

Tampoco sorprende en los nacionalistas, que llevan practicando su particular variante de limpieza étnica desde hace años. Pero el PSOE tenía, desde la Transición y hasta la irrupción de Sánchez, una tradición relativamente honorable de partido de Estado. Ninguno de sus líderes ha sido un santo y todos han usado el poder sin remilgos ni reparos, pero es dudoso que hubieran permitido este sucio amaño, este golpe de baja intensidad infiltrado en una ley contra los malos tratos. Porque no hay objetivo pragmático que justifique tan desaprensiva adulteración moral de un combate que en la sociedad contemporánea tiene especial significado.
Los partidos de centro-derecha ya saben que se enfrentan a oponentes dispuestos a cualquier clase de maniobra artera. Deberían haberlo aprendido en el caso de la tesis fraudulenta; por algo ironizaba Quincey que se empieza por cometer un crimen y se acaba por no ceder el paso a las abuelas.
 (Ignacio Camacho/ABC/20/9/2018.)




LA TENTACIÓN AUTORITARIA DE PEDRO 

SÁNCHEZ.


Lo que sucedió la noche del martes no fue una muestra más de filibusterismo parlamentario. Tampoco un atajo «creativo» y venial que contara con precedentes comparables cuando gobernaba el PP, como pretende hacernos creer el relato suministrado por Moncloa. Lo que sucedió fue el triste espectáculo de un Gobierno que huye ciegamente de su propia debilidad, arrollando los contrapesos democráticos a su paso.

 Lo que sucede es que desde hace 100 días gobierna España un candidato que perdió las elecciones y ganó una moción de censura, y que está determinado a compensar su falta de escaños con su falta de escrúpulos, al precio de la degradación institucional.

Quien mejor ha explicado la jugada ha sido el socio preferente del Gobierno, Pablo Iglesias. Para él es "completamente legítimo" retorcer el reglamento para burlar al Senado, porque allí impera una "mayoría espuria". O sea, la del primer partido de la oposición. Que un admirador del chavismo arguya que el fin justifica los medios y apele a legitimidades alternativas, pretendidamente superiores, para atropellar los controles formales sobre los que se asienta la democracia liberal no nos sorprende: Iglesias nunca ocultó demasiado su condición.

 Lo que nos alarma es que el partido que más años ha gobernado España desdibuje su identidad socialdemócrata y se deslice por la peligrosa senda del populismo iliberal, aquel que presenta la pluralidad social consagrada en la representación parlamentaria como una rémora anacrónica que lastra la acción ejecutiva. Claro que los populistas que socavan el principio de separación de poderes en Europa ganan elecciones; ni siquiera es el caso de Sánchez.

Pese a todo, el actual presidente no ha tenido reparo en volar la facultad de control presupuestaria atribuida al Senado colando una reforma de la Ley de Estabilidad Presupuestaria (que desarrolla el artículo 135 de la Constitución) en otra ley orgánica sobre la violencia de género admitida ya a trámite. Es decir, calificada por la Mesa del Congreso, a la que se ha escamoteado la posibilidad de pronunciarse por la única razón de que en ella manda la oposición.

De modo que el Ejecutivo está usurpando la función legislativa de todo el sistema bicameral con tal de asegurarse unas semanas más de vida para negociar y presentar sus Presupuestos a tiempo y no verse abocado a anticipar elecciones. No hay antecedentes de algo lejanamente parecido en democracia.

Fue el propio PSOE el que protestó ante el Tribunal Constitucional por el abuso de la enmienda fraudulenta, ese procedimiento indigno que consiste en colar de rondón en una ley en curso una enmienda que activa otra reforma que se desea hurtar al trámite parlamentario. Los senadores socialistas en su día protestaron contra esta práctica del PP, alegando que vulneraba sus derechos de participación política. El TC les dio la razón

Hasta 14 sentencias ha contabilizado este periódico en las que se establece nítidamente su doctrina sobre la exigencia de conexión material entre la iniciativa legislativa y las enmiendas presentadas con ella. Sin embargo, para cuando el TC quiera resolver el recurso que plantee la oposición ya se habrá cumplido el ciclo electoral. Por eso Sánchez está decidido a seguir adelante.

 ¿Será capaz de desoír un informe de los letrados que advierta expresamente del fraude? Si así fuera, estaría importando las peores mañas del Parlament, que se abre o cierra al antojo del Govern y cuyos letrados son ignorados cuando advierten de que se están rebasando los límites legales.

Las instituciones existen para protegernos de la voluntad de poder de las personas que eventualmente lo ostentan. En eso consiste el juego democrático. Apenas podemos creer que Pedro Sánchez no conozca las consecuencias históricas de despreciar las reglas parlamentarias. Pero si las conoce, entonces es peor. Mucho peor.


(Edit.ElMundo/20/9/2018.)





MERKEL O MAY YA ESTARÍAN EN CASA.

Karl-Theodor zu Guttenberg, doctor en Derecho, era el más prometedor de los jóvenes políticos conservadores alemanes y el ojito derecho de Merkel. En 2011, con solo 41 años, ejercía de ministro de Defensa y antes lo había sido de Economía.

 Pero ese año el periódico muniqués «Süeddeustche Zeitung» publicó las declaraciones de un profesor que acusaba al poderoso ministro de haber incurrido en plagios en su tesis doctoral, merecedora de un cum laude. Guttenberg reaccionó haciendo un Sánchez: tachó de «absurda» la información y alegó que como mucho podía haber algún error menor en las citas. La canciller ratificó al ministro. Pero el caso creció imparable.

La Universidad de Bayreuth, donde se había doctorado Guttenberg, reconoció «severos errores» en la redacción de la tesis. El 1 de marzo de 2011 se vio forzado a dimitir y concluyó su carrera. Annette Schavan, amiga personal de Merkel, era ministra de Educación cuando cayó Guttenberg y se mostró escandalizada ante la mala praxis de su colega. Dos años después, ella misma se veía forzada a renunciar por «multitud de plagios» en su propia tesis. Incurrió en unos sesenta corta y pega sin referenciarlos.

Es decir: Schavan también hizo un Sánchez, pero la pillaron y cayó, porque en Alemania se entiende que la propiedad intelectual y la excelencia académica son bienes preciados, con los que no se juega.

Con todo lo que hoy tiene Sánchez sobre sus espaldas; Merkel, Macron o May habrían dimitido. En democracias de más solera, una acumulación de mentiras flagrantes como la de Sánchez se lleva por delante a un gobernante.

El relato de los hechos resulta demoledor. Primero mintió en el Parlamento, respondiéndole a Rivera que su tesis estaba colgada en internet, cuando acabó subiéndola dos días después. Cuando ABC publicó la exclusiva que revelaba los plagios, subió un mensaje a Twitter a las siete de la mañana amenazando al periódico con acciones judiciales y, en paralelo, La Moncloa movilizó a todas sus terminales para desmentir al diario.

 Pero los corta y pegas del hoy presidente son irrefutables, llegando al extremo de que copió hasta un artículo que había escrito a medias con un profesor que luego fue parte del tribunal que le otorgó el cum laude. El viernes pasado, la ministra Celaá dio el caso «por cerrado», invocando dos pruebas efectuadas con programas de compañías antiplagio: el de Turnitin daba, según ella, un 13%, y el de la alemana PlagScam, solo un 0,9%. Pero la compañía germana ha emitido un comunicado acusando al Gobierno de manipular el test y asegura que a ellos les da un 21% de plagio, no el 0,9% de Celaá.

Resumen: 1) Sánchez hizo trampas en 2012 en su tesis 2) Cuando Rivera le preguntó por ella, mintió en sede parlamentaria 3) Después de que este periódico destapase el plagio, el presidente, según denuncia la firma PlagScan, llegó al extremo de manipular un test informático para intentar exculparse. 4) El diario «El País», afín a Sánchez y que había adoptado una actitud de defensa numantina del presidente pese la acumulación de evidencias de plagio, ha girado y publica hoy que en un libro que publicó en 2013 con otro autor, y donde recoge la médula de su tesis, Sánchez plagió 450 palabras del discurso de un diplomático (algo que Moncloa reconoce, pero que despacha con un «fue un error involuntario» que se corregirá).

Hoy sabemos que Sánchez plagió en su tesis y también en el libro publicado al año siguiente basado en ella. Pero además una acusación tan grave como la de la empresa alemana solo tiene dos salidas: refutarla de inmediato, algo que el Gobierno no ha hecho, o la dimisión inmediata de un presidente que habría llegado al inaudito extremo de trucar una prueba informática para intentar salvar su pellejo político. Corolario: la mentira duerme en La Moncloa, una situación inadmisible en cualquier Estado de derecho.


(Luis Ventoso/ABC/20/9/2018.)

 

2 comentarios:

Arcoiris dijo...

Al muy honorable señor Sánchez, presidente de España por la gracia de dos (o pocos más pequeños partidos políticos), se la sudan cierta vulgares consideraciones que harían presentar su cese a otros homólogos menos socialistas. Sin duda suscribiría esta perla de Largo Caballero: “No creemos en la democracia como valor absoluto. Tampoco creemos en la libertad”.

Sebastián Urbina dijo...

Muy probablemente.