viernes, 13 de diciembre de 2019

¿QUÉ POPULISMO?





¿QUÉ POPULISMO?

El destacado teórico del populismo, Ernesto Laclau (su libro ‘La razón populista’), relativizó, en el periódico La Nación (10/Julio/2005), el supuesto componente antidemocrático del gobierno de Hugo Chávez. Manifestó su optimismo respecto de la situación venezolana y explicó la tesis central de su libro: "Cuando las masas populares que habían estado excluidas se incorporan a la arena política, aparecen formas de liderazgo que no son ortodoxas desde el punto de vista liberal democrático, como el populismo. Pero el populismo, lejos de ser un obstáculo, garantiza la democracia, evitando que ésta se convierta en mera administración’’.

 

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón trataron- y tratan- sólo con matices diferenciales, de imponer en España estas ideas. Decían descartar la tradicional distinción entre ‘izquierdas y derechas’, y sustituirla por otra dicotomía: ‘arriba’ (en la que sitúan las ‘élites corruptas’) y ‘abajo’ (en el que sitúan al ‘pueblo oprimido’). Por supuesto, ellos serían los auténticos y verdaderos representantes del pueblo oprimido. Este sería un populismo de izquierdas, fuerte o autoritario.

 


 Dado que no hay una única definición aceptada de populismo, centraré el populismo en la idea de que se trata de movimientos más que de partidos políticos (aunque puedan terminar convirtiéndose en partidos, si se iniciaron como movimientos) que desprecian a los partidos tradicionales, como los que han dirigido la política española hasta ahora, (‘la casta política’) y se declaran enfrentados a las ‘élites dominantes’. 


Pero todos los partidos tienen componentes populistas. La diferencia es de grado.

El populismo de derechas, se basaría, fundamentalmente, en la identidad nacional. Pongamos un ejemplo. El populismo de Vox sería un populismo que, además de defender la legalidad democrática, defiende a la nación española. ¿Frente a qué? Frente a sus enemigos. ¿Y quiénes son sus enemigos? Los que rechazan la legalidad democrática y los que rechazan la unidad de España. Y los que la ponen en peligro. Básicamente, golpistas, separatistas, comunistas y la inmigración ilegal e incontrolada. Especialmente de culturas que no se integran.


¿Cuál es la diferencia entre este populismo de derechas y el de izquierdas?  En que, al de izquierdas, no le preocupa la cuestión nacional. Esto lo hemos visto, por ejemplo, en declaraciones de Pablo Iglesias. En alguna ocasión ha dicho que el himno nacional español es ‘una cutre pachanga fachosa’. Además, se ha posicionado a favor de las exigencias de los separatistas catalanes, apoyando referendos soberanistas. A pesar de que están prohibidos por la Constitución y no tienen el respaldo de la ONU, dado que la autodeterminación (o referendos soberanistas) sólo caben en situaciones coloniales. Algo no aplicable a Cataluña y País Vasco, regiones ricas y con parlamento propio.


Por tanto, lo que más interesa y preocupa al populismo autoritario de izquierdas son las élites dominantes. Los ‘de arriba’. Los ‘ricos’, los que tendrían que pagar muchos más impuestos si ellos gobernaran. Claro que no se analizan las graves consecuencias negativas si llegaran a presidir el gobierno de España. Pongamos un ejemplo. El empresario millonario Amancio Ortega regaló diversos aparatos, muy avanzados y muy costosos, a la sanidad pública para curar el cáncer. Tan es así que el equipo de Amalia Palacios, responsable de la Unidad de Oncología Radioterapéutica del Reina Sofía, recorrió hospitales, de España y fuera de España, para invertir bien el dinero donado y elegir el equipo más idóneo. Dijo: "Va a beneficiar a los pacientes de muchos tipos de cánceres".


Pero esto no importó al populismo - autoritario- de izquierdas, porque el odio hacia las clases dominantes es más poderoso que curar el cáncer. Pablo Iglesias declaró, públicamente, que estas donaciones eran una vergüenza, e insinuó que Amancio Ortega no pagaba sus impuestos. Lo que era falso.


Ahora vayamos a los receptores del discurso populista. El ilustre médico español, Gregorio Marañón, académico de número de cinco de las ocho Reales Academias de España (Real Academia Española, de la Historia, de las Bellas Artes, Nacional de Medicina y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales), dijo:


‘Inútil discutir: no se convence a nadie por el razonamiento, sino por la emoción’.


Estoy dispuesto a rebajar lo que dice el insigne médico. Me conformo con decir que la mayoría no se deja convencer por el razonamiento. A esto tenemos que añadir la importancia del autoengaño, que a todos nos afecta, pero no en la misma medida. El autoengaño consiste en ver la realidad que nos gusta, no la que realmente es. ¿Por qué? Porque, a veces, la realidad real nos hace sufrir, nos disgusta, y no la queremos ver. De modo que veo lo que quiero ver.


Además del autoengaño, tenemos otras dificultades. La Logse, Loe, Lomce son bodrios educativos socialistas que han hecho, y siguen haciendo daño a generaciones de españoles. ¿En qué sentido? Les facilitan el camino para ser progres, o sea tragar entera la dictadura políticamente correcta. Encima, los resultados educativos de los informes PISA, es decir, el examen internacional que cada tres años hacen los países de la OCDE, son malos. Estamos en los últimos lugares de Europa, en calidad educativa.


Los medios de comunicación, son abrumadoramente progres, o de izquierdas. Un ejemplo entre miles. Dani Mateo, periodista de La Sexta, se sonó los mocos con la bandera de España, en uno de sus programas. Fue divertidísimo. La izquierda se rió mucho. La derecha, generalmente cobarde y acomplejada, dijo nada o casi nada. 


 Es de fachas defender a España, cantar el himno nacional, o enarbolar la bandera española. Es progresista reír las gracias de Dani Mateo, reírse del himno nacional y reírse de la bandera española. Ser comprensivo con los golpistas (si son de izquierdas o separatistas). Tragarse entera la Leyenda Negra, la dictadura políticamente correcta, insultar a los ricos, a las Fuerzas Armadas y un largo etcétera de progreso.


 Los graves acontecimientos violentos ocurridos en Cataluña, últimamente, son un ejemplo del triunfo de las emociones identitarias sobre la racionalidad.



 Sebastián Urbina.

(Publicado en ElMundo/Baleares/13/12/2019.)
  


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