JAQUE CON CON E DE EMOCIÓN
Pasado mañana, por hoy, lunes 19 de octubre del Año del Fin del Mundo, comenzará a debatirse en el hemiciclo de las Cortes, convertidas desde hace tiempo en un remedo de circo romano, la moción de censura con la que el gladiador Abascal arrojará su órdago a las fauces de las fieras. Algo es seguro: el espectáculo resultará tan apasionante como apasionante debió de ser el enfrentamiento entre David y Goliat o entre Leónidas y los marines persas.
Permitan, tal como reza el título de esta columna, que anteponga una e de España y de esperanza a la moción para transformarla así en emoción. De sobra sé que el resultado de la apuesta no está en el aire, pues cincuenta y dos diputados son muy pocos para plantar cara a los doscientos noventa y ocho que militan en la coalición de los socialcomunistas, los separatistas, la derechita cobarde y los poquita cosa, incluyendo en el nomenclátor de esta última al venal turolense que inclinó la balanza de las últimas elecciones hacia el lado oscuro de los escaños, pero no se trata de convertir en algoritmo lo que es sobre todo, aunque no sólo, un beau geste que honra a su promotor, al movimiento regeneracionista que encabeza, a la institución en cuyo ámbito se formula, al sentido común y a ese sueño de todos y de nadie en el que la democracia entendida a la española se ha convertido.
Asombra a quien esto escribe la ceguera suicida del Partido Popular y de Ciudadanos, que tanto si votan que no como si se abstienen lo harán al precio de convertirse en cómplices del único Frente Popular
Es posible, si no seguro, que Abascal se haya precipitado un poco, pues la situación sanitaria, económica, política y moral se está deteriorando con una rapidez que excluye la posibilidad de que las razones esgrimidas para censurar la gestión del gobierno y proponer su cese pierdan virulencia. Mucho más probable es que la ganen, que el descrédito del gobierno se exacerbe y que en un futuro nada lejano la moción encuentre más eco del que suscita ahora. Pero, aun así, y descontado el factor de la impaciencia, la jugada de los voxitas y de su líder es, a mi juicio, magistral desde el punto de vista estratégico.
Con ella, pase lo que pase y sea cual sea el conteo de votos que arroje al final el marcador, habrá puesto en evidencia a los ojos de toda la nación no sólo los garrafales errores cometidos por el peor gobierno existente desde los tiempos del Rey Felón y de la Reina Castiza (Abascal se quedó corto al restringir ese cómputo a los últimos ochenta años), sino también, y de rebote, la indignante renuencia a la colaboración demostrada por quienes en el espectro ‒¡y tan espectro!‒ del centro derecha se empeñan en acatar las consignas de la ultraizquierda, y subrayo lo de ultra por ser como las lentejas, pues moderada no la hay. Asombra a quien esto escribe la ceguera suicida del Partido Popular y de Ciudadanos, que tanto si votan que no como si se abstienen lo harán al precio de convertirse en cómplices del único Frente Popular, ese cadáver genocida de la historia, que hoy vuelve a hacer de las suyas en el mundo occidental.
Señor Casado (¿con qué?), señora Arrimadas (¿a qué?): o Moriles, o Montilla. ¿Recuerdan aquel eslogan o son demasiado jóvenes para que les suene? La elección, rezaba aquel anuncio legendario, es muy sencilla: apoyar la moción de censura no es votar a favor de Vox, sino hacerlo en contra de Sánchez, y oponerse a ella por activa o por pasiva es convertirse en cómplice de éste. Así de simple y así, en efecto, lo interpretarán quienes ya nunca volverán a votarles. Piénsenlo. Aún, por los pelos, están a tiempo. Santi Abascal, si ustedes no se apean de su actitud cerril y dejan de demonizar a sus únicos aliados posibles, lleva con este jaque todas las de ganar. Carambola a tres bandas: la del gobierno, la de los maricomplejines y el cordón sanitario, y ‒rien ne va plus!‒ la de Vox. Al tiempo. El cartero, en esta ocasión, no llamará dos veces.
(Fernando Sánchez Dragó/La Gaceta/20/10/2020.)
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