¿Liberal o intervencionista?
La expresión ‘izquierda política’ y ‘derecha política’ se refiere, originariamente, al lugar que ocupaban los políticos en el Parlamento francés, después de la Revolución. Los políticos que apoyaban al llamado Antiguo Régimen (que incluía a monárquicos y conservadores) se sentaban en la parte derecha. Sus adversarios (entre los que podemos situar a liberales y revolucionarios) se sentaban en la izquierda.
Esta distinción ya no vale. Ahora, se supone que la izquierda tiene unos valores y la derecha otros. ¿De qué valores se trata? No es tarea fácil, dada su variabilidad y las matizaciones que hay que hacer. En el año 1982, el socialismo español se identificaba con el cambio. O sea, ‘por el cambio, para que España funcione’. ¿Qué cambio? Esa es otra historia. Lo importante es hacer creer que esta palabra mágica, ‘cambio’, comporta cosas buenísimas (y gratuitas) que la malvada derecha es incapaz de ofrecer.
En el año 1997, el socialismo se identificaba como el baluarte de la libertad. Es decir, ‘socialismo es libertad’. Pero nada es eterno, ni siquiera para la izquierda. Así que, en los años 1998-1999, la cosa progresista iba con la ética y la honestidad. Ya saben, cien años de honradez. Ni un minuto más. Finalmente, en este análisis que no puede ser exhaustivo, el programa electoral de las elecciones generales de 2004 era, según nos dice J. Trillo-Figueroa (‘La ideología invisible’), ‘el más radical y escorado a la izquierda que se haya presentado nunca a unas elecciones en España, desde la Transición’.
Una revolución socialista que el presidente Rodríguez Zapatero resumía, con su conocida capacidad de síntesis: ‘Son tres palabras que identifican claramente este tiempo político: paz, ciudadanía y talante’. Lo que cada palabra signifique es otra historia. No sea carca exigiendo aclaraciones, típicas de la derecha sin escrúpulos. Estas tres palabras, se supone que producen un efecto balsámico en las personas progresistas. Y ya está. Si es usted de derechas no lo puede entender.
Algunas personas, inteligentes y honestas, como F. Savater, R. Díez (y muchos otros) han percibido que esta dicotomía ‘izquierda-derecha’ es cateta y poco significativa. Sirve, especialmente, para arengar a las masas. Y manipularlas, añado. Con ‘masas’, me refiero a las personas que prefieren no pensar por sí mismas, no dispuestas a leer y reflexionar y, en consecuencia, a dejarse llevar por tópicos y eslóganes. Este penoso maniqueísmo (buenos, la izquierda; malos, la derecha) debería ser sustituido, dicen algunos, por este otro: ‘progresistas y reaccionarios’. ¿En qué consiste tal distinción?
Se supone que los partidarios del progreso pueden estar situados en la izquierda y en la derecha. A menos que nos creamos la simpleza de que solamente la izquierda quiere el progreso y la derecha, en cambio, quiere el regreso. Todo el mundo quiere el progreso, al menos hasta que aclaremos, con mayor precisión, lo que significa.
Pero ‘la izquierda’ no renunciará fácilmente a lo que tanto le conviene. ¿Qué es? Hacer creer a la gente que la única opción auténticamente ‘solidaria, generosa y emancipadora’ es la suya, que se identifica con el progreso. Virtudes que no tendría la egoísta derecha. Mientras la gente trague…
Me parece que la distinción (progresista-reaccionario) debería traducirse a esta otra dicotomía: ‘liberal’ e ‘intervencionista’. El intervencionismo, tiende a restringir la libertad de los individuos y el margen de maniobra de la sociedad civil, en favor del Estado, funcionarios y políticos de turno. Ser intervencionista supone creer que el Estado es ‘bueno’, por definición, (y no tiene fallos), y que el mercado, por definición, es ‘malo’ (y tiene fallos). Hay, pues, que intervenir para paliar, al menos, las maldades y las injusticias del mercado. Por supuesto, cuanto más se interviene, más de izquierdas. Más gasto público, más impuestos, más ‘Papá-Estado, y más infantilización de la sociedad subvencionada y manipulada. Más La Sexta y similares.
Recordemos que la caverna socialista, representada por paladines de la ‘auténtica libertad’, como Fidel Castro, Chávez, Morales, Correa y demás camaradas, es furiosamente antiliberal. Como nuestro comunista Pablo Iglesias. Admirador de dictadores. Claman contra el ‘neoliberalismo’ (que, realmente, no saben lo que es) porque sería, según ellos, más cruel y despiadado que el liberalismo. Pero los países que salen, más y mejor, de la pobreza, son aquellos que aplican medidas liberalizadoras.
En conclusión, lo más reaccionario sería el intervencionismo. Sin embargo, todos los partidos son intervencionistas, en alguna medida. La cuestión, por tanto, no es si son intervencionistas, o no lo son. Sería una cuestión de grados. ¿Quiénes serían liberal/progresistas?
Los que defienden gobiernos democráticos y poco intervencionistas. Esta expresión es vaga, lo sé. Pero se pueden hacer comparaciones con los países reconocidos internacionalmente como poco intervencionistas y, al mismo tiempo, con buenos parámetros económicos.
La máxima felicidad de los políticos antiliberales (la mayoría) es hacernos iguales por medio de la promulgación de muchas leyes que controlan casi todo. Aunque esto no funcione (la historia así lo muestra repetidamente) y sólo sirva para aumentar los impuestos, la pobreza, la ineficiencia económica y disminuir la libertad. Olvidan que la igualdad que respeta la libertad, es la igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades, no la igualdad por medio de las leyes. No la igualdad de resultados.
¿Significa esto que hay que eliminar el llamado Estado de Bienestar? No. Significa que hay que controlar y limitar el llamado ‘gasto social’, y ‘adelgazar’ el Estado, para evitar el inmoral control y saqueo impositivo de los políticos. En nombre del ‘bien común’, por supuesto. Despilfarro y corrupciones aparte.
También significa que es nefasto para la democracia que alguien-persona o institución- acumule demasiado poder. Por ejemplo, la enfermiza obsesión intervencionista/reaccionaria de este gobierno social comunista que, no sólo quiere controlar al Rey, la televisión, fiscales y jueces, ¡sino que, incluso, los amenaza! Como hace el Vicepresidente Iglesias al juez García Castellón. Tan es así, que ha pedido auxilio al CGPJ, por la antidemocrática campaña de desprestigio e intimidación, protagonizada por parte de este gobierno y el silencio vergonzoso de la otra parte. Y sus redes sociales.
¿Tenemos un gobierno liberal-progresista, o un gobierno intervencionista y sin escrúpulos?
Es hora de despertar.
(Sebastián Urbina/MallorcaDiario/14/10/2020.)
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