Yo discrepo: lo que mató a Rita Barbera fue el desvergonzado, cobarde y masivo abandono de los suyos.
Y subrayo esto, porque no fue un hecho aislado o algo circunstancial, sino el paradigma de una forma de operar que se ha convertido en el sello de marca del centroderecha español.
Da la impresión de que el PP lleva la ingratitud en sus genes. Y que ese pecado mortal, para mayor inri, va asociado a una falta enfermiza de contundencia.
Paco Camps, a quien ‘El País’ dedicó un centenar de
portadas repitiendo una y otra vez que había recibido de regalo cinco
trajes de 950 euros cada uno y por lo tanto era reo de ‘cohecho
impropio’, perdió la presidencia autonómica y lleva una década de
calvario, sin haber sido nunca condenado por nada.
El socialista José Antonio Griñán, sentenciado a seis años de cárcel por los 680 millones estafados de los EREs andaluces ni ha pisado la trena, ni ha pasado una mala noche, ni ha devuelto un euro y sigue rico y tan campante.
Y lo mismo sus camaradas Manuel Chávez, Magdalena Álvarez y todos los que fueron encontrados culpables con él, a los que por cierto el PSOE revindica, honra y arropa.
¿Se preocupan los diputados de centroderecha de recordar esto día y noche?
(Alfonso Rojo/Periodista Digital/19/12/2021.)
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