Patriotismo
En septiembre de 2017, El Mundo publicó una entrevista de Antonio Lucas a Javier Marías. El escritor dijo: "Recuperar la idea de patria genera fanatismo". Samuel Johnson, destacado escritor y crítico inglés del s. XVIII, dijo la conocida frase: "El patriotismo es el último refugio de los canallas". ¿Es cierto?
Según el historiador Juan Pablo Fusi, "la patria no es sino la circunstancia, el entorno territorial en el que uno ha nacido y cuya lengua, historia, paisaje, herencia patrimonial, cultura, etc. hacen que podamos explicarnos, comprender mejor nuestro origen y nuestra biografía. De ahí, patriotismo no es sino la consecuencia de nuestro afecto a ese entorno, de nuestra responsabilidad por mantenerlo y mejorarlo, de nuestro compromiso con lo colectivo cercano".
Si entendemos que el patriotismo es un sentimiento, tenderemos a meterlo en el saco de los pensamientos políticos totalitarios. ¿Por qué? Porque las doctrinas colectivistas y totalitarias enaltecen y exaltan los sentimientos. Como ahora con la ideología 'queer'. Porque no se puede razonar contra los sentimientos. Por ejemplo, un hombre dice: "Me siento mujer", y punto. Ya hemos visto la actuación violenta de los partidarios 'queer' contra los autores del libro ‘Nadie nace en un cuerpo equivocado’, críticos con este movimiento intolerante. También lo podemos comprobar discutiendo con un separatista catalán o vasco. "No lo entiendes porque no eres catalán, o vasco".
Pero el patriotismo no es esto.
Los seres humanos- muy mayoritariamente- no somos apátridas. Ser habitante de ningún lugar es algo posible, pero muy extraño. Aceptar que hemos nacido y vivido en algún lugar, del que queremos lo mejor, no nos convierte en fanáticos. Como decía Aristóteles, solamente las fieras y los dioses no son de este mundo. Y si bien es cierto que los seres humanos tenemos piernas en vez de raíces, las raíces, en sentido metafórico, no podemos eliminarlas, porque forman parte de nosotros mismos. Esto no significa que seamos, necesariamente, esclavos de nuestras raíces. Precisamente, en las sociedades democráticas es donde resulta más factible escapar de nuestro mundo familiar, infantil y adolescente. Aunque nunca del todo.
El presidente de USA, John Kennedy (que no era ni facha, ni rancio), pronunció el día de su investidura, el 20 enero 1961, un memorable discurso, en el que dijo, entre otras cosas: "No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país". Esta fue una clara apelación al patriotismo, que fue muy aplaudida. Pero como en España hay mucho idiota de progreso (rectifico, muchísimo), si lo dijera Santiago Abascal sería un fascista (y rancio, por supuesto), y tendría que pedir perdón de rodillas. Fanático nacionalismo identitario español! ¡Ilegalización! Es la coherencia progresista.
Fijémonos en que esta apelación al patriotismo (de Kennedy, en USA, o de Abascal, en España) no se hace desde un sistema político autoritario o tiránico, sino desde un sistema democrático. De ahí que el patriotismo no sea solamente el amor por un lugar, sino, además, por unas instituciones que defienden la libertad y la igualdad ante la ley de sus habitantes. El patriotismo nos recuerda que pertenecemos a una comunidad política, con derechos y obligaciones. No a una tribu.
Por eso, un patriotismo nacionalista identitario, fascista, comunista, o nazi, es un patriotismo espurio, falso. Un patriotismo que ensalza a la patria a costa de la libertad y la dignidad de sus súbditos, es falso patriotismo. No tiene, ni quiere, ciudadanos, sino súbditos. Esto sucede en las formas de pensamiento político que privilegian lo colectivo sobre los individuos de carne y hueso. Algo que sucede con el nacionalismo identitario catalán y vasco, al sacralizar la nación y convertirla en algo superior y más digno que los individuos que la componen. Pero a la progresía y a la derecha acomplejada, estos nacionalismos identitarios les parecen bien, y pactan con ellos. Incluso se arrodillan ante ellos, como ha hecho el socialista Sánchez.
Una patria no es solamente un lugar físico sino, además, una narrativa, unos sentimientos, y un conjunto de instituciones que protegen la libertad y la dignidad de los individuos. Es la que permite que estos individuos puedan ser patriotas críticos con esa misma patria a la que pertenecen. Y que, incluso, puedan abandonarla. De ahí que el concepto de 'traidor' a la patria tenga un significado distinto en el nacionalismo identitario y en el patriotismo auténtico.
Por poner un ejemplo. Albert Boadella, para los nacionalistas identitarios catalanes, es un traidor. ¿Por qué? Porque ha puesto en evidencia las mentiras, corrupciones y abusos discriminatorios de la nación sacralizada y sus camarillas del 3%. Para un patriota, que quiere lo mejor para su patria, estas críticas de Boadella deberían entenderse como una aportación para la mejora de la patria. Mejora que no se consigue con el fanatismo, el destierro, o la marginación de los críticos, convertidos en 'enemigos interiores'.
El patriotismo también tiene vinculaciones con la autoestima colectiva, al recordarnos que pertenecemos a un pasado común -con sus luces y sombras-, pero, como suele suceder, el exceso de autoestima es incompatible con el saludable sentido crítico de una sociedad democrática y pluralista. Y el exceso de autoinculpación es enfermizo y autodestructivo. Que es lo que quieren la izquierda, sus colegas separatistas y los acomplejados meapilas.
Tan negativo como el exceso de autoestima es su negación. Esto es lo que sucede en España. Con gente -normalmente progresista- que odia/desprecia a España y se avergüenza de nuestra historia. Muchas veces por ignorancia. Otras, por una hispanofobia que, seguramente, entronca con la falsaria Leyenda Negra. En fin, seamos tolerantes con los nacionalismos identitarios catalán y vasco que quieren romper, antidemocráticamente, a España. Pero no dejemos que el patriotismo español tenga más presencia. ¿Cómo es posible ser tan estúpido?
Defensa ordena que la Armada Española pase a denominarse sólo Armada. La Generalidad avisa de que no aplicará la sentencia judicial del 25% de español en el sistema educativo. ¡Tranquilos, son separatistas antiespañoles! Por no hablar del espionaje a los pobrecitos golpistas catalanistas. Se han enfadado, y el presidente de gobierno, Sánchez, se ha arrodillado ante ellos. Y ha llamado "piolines" a los policías y guardia civiles que defendieron- en Cataluña- la Constitución y España. Repugnante etcétera de progreso.
¡Y hay quien se atreve a denunciar el peligroso ‘nacionalismo identitario español’!
No se avergüence de ser patriota español. Es lo que quieren los enemigos de España y sus miserables cómplices.
(MallorcaDiario.)
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