LA DOCTRINA MARLASKA.
Marlaska sentó las bases. El ministro de Justicia justificó las agresiones físicas a los miembros de Ciudadanos que acudieron a la manifestación del «orgullo» en Madrid. Yo dejé de ir años antes. Harto de los insultos y escupitajos. Cansado de que me dijeran de todo menos bonito, entre otros, merluzos ataviados con camisetas del homófobo Che Guevara o memos con pañuelitos y banderas palestinas, ese lugar en el que se les demuestra amor arrojándolos desde los balcones. Ese era el nivel.
Entre los agresores de aquel día estuvo un militante socialista, exdirigente de las juventudes asturianas, que enseñó su feo culo gordo y peludo a mis antiguos compañeros. Supongo que su partido le premiaría tan valiente acto.
«Pactar con quien quiere recortar derechos LGTBI debe tener consecuencias», dijo Marlaska cuando se le preguntó por los hechos. Ahí está. El ministro mentía, por supuesto, ya que no se ha acabado con ningún derecho de ese colectivo, y, además, justificaba las agresiones físicas.
A mis excompañeros los sacó la Policía de la manifestación entre una lluvia de insultos, orines, empujones y puñetazos. ¿Y ahora la izquierda se echa las manos a la cabeza por lo que se le haga a un muñeco?
¿Hablan de incitación al magnicidio? Ellos abrieron el camino. Los socialistas tienen a un diputado en el Congreso al que se condenó por pegar una paliza a un anciano, guillotinaron a Rajoy en un simpático acto en el que había dirigentes del partido; una de sus concejales, de nombre Feliciana, le deseó hace poco a Ayuso «acabar como Rita Barberá», etc.
Pero, además, sus socios de investidura y sus gobiernos municipales han colgado muñecos de los puentes, practicaron el «tiro al facha» en un instituto, quemaron monigotes del Rey y de políticos constitucionalistas, apalearon figuras de Ayuso y Abascal en un acto patrocinado por el Ministerio de Igualdad, anunciaron un concierto en Bilbao con un dibujo del líder de VOX recibiendo un tiro en la nuca, otro en Castellón con un tiro en la cabeza; nos han nombrado personas non gratas en varios lugares, han desinfectado las plazas donde dábamos los mítines, disculparon cómo se nos recibió de forma agresiva en los pueblos del País Vasco porque «íbamos provocando», escrachearon a nuestros representantes en sus hogares sin respetar familiares o embarazos.
El PSOE justificó aquel ataque a Villacís porque «no estaba en un acto privado». Los «pim, pam, pum, que no quede ni un» de la universidad en Barcelona, las continuas agresiones a los jóvenes de S’ha Acabat… «Estamos a un milímetro de un bofetón en la calle», dice Lobato ahora. Y yo me acuerdo del cachondeito que provocó el puñetazo a Rajoy hace ocho años.
¡Dirigentes de Bildu con pasado etarra llevándose las manos a la cabeza por el muñeco de marras! Alucinante. El puño rojo de hierro y su mandíbula de cristal de siempre.
Si todo esto es correcto… Si es justo y necesario como dice Marlaska: ¿qué hacer con el PSOE violento del que hablo? ¿Qué hacemos con el que pacta con quienes llevan miembros de ETA en sus listas, ministro? ¿Y con los que homenajean a asesinos que salen de la cárcel? ¿Y con los golpistas, con los ladrones amnistiados? ¿Qué hacemos con los ministros que se niegan a condenar las atrocidades perpetradas por Hamás? ¿Y con el presidente que se pasa por el forro todas y cada una de las promesas con las que se presentó a las elecciones?
¿Pactar con quien quiere recortar derechos debe tener consecuencias? Vale. Toma del frasco, Marlaska.
(Toni Cantó/La Gaceta/7/1/2024.)
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