miércoles, 6 de marzo de 2024

LA MAGIA DEL PROGRESO

 

La magia del progreso

Por Sebastián Urbina

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Las palabras son importantes porque nos comunicamos a través del lenguaje. Aunque el contexto, también lo es. Por ejemplo. Alguien compra- en el mercado- y le dice al vendedor, ‘Deme un kilo de patatas’. En principio, estas palabras no plantean problemas. Ahora imagine que el comprador le dice: ‘Deme un kilo de patatas, imbécil’.

No le ha disparado con una pistola, ni le ha lanzado una piedra a la cabeza, ni le ha pegado un puñetazo. Ha dicho una palabra, ‘imbécil’. Es una palabra de uso común que transmite una ofensa, o una provocación. Normalmente, provocará una reacción de enfado, rabia, cabreo, etcétera, de distinta intensidad.

Lo que quiero decir es que hay ciertas palabras que transmiten significados que, normalmente, provocan ciertas reacciones. Esto es así porque todo el mundo los conoce. Si nadie los conociera no provocaría estas reacciones.

Suponemos que el enfado del vendedor de patatas está justificado. Si ahora pasamos al ámbito político, hay ciertas palabras que provocan efectos que no están justificados, como en el caso del vendedor.

Lo más grave no es que la ‘culturilla progre’ las utilice con frecuencia. Lo peor es que estas palabras sustituyen la argumentación y, habitualmente, desprecian la búsqueda de la verdad. Lo que no está de moda. Una de estas palabras mágicas- que suelen provocar importantes efectos- es, ‘facha’. También ‘ultraderecha’.

Lo que voy a decir ya ha pasado muchas veces. Imaginemos que alguien le dice a un progresista que es un auténtico escándalo que haya una trama socialista fraudulenta (se dice que el fraude va por los 130 millones de euros) de compra de mascarillas durante la pandemia, que involucra- al menos- a varios ministros socialistas y a otras personas íntimamente vinculadas a los socialistas.

Un hipotético progresista podría responder así: ¡No somos basura como vosotros; ¡no todo vale, fachas! ¡Somos la izquierda de progreso!’ Me da sonrojo escribirlo, pero- por desgracia- hay muchísimos progresistas que repetirían estas palabras, tan campantes. O peores.

Hace poco (finales de febrero 2024), Fernando Savater dijo: ‘En España hay siete millones de tontos que votan a Sánchez’. Yo, que soy menos fino que Savater, he escrito que votar a un sinvergüenza es de sinvergüenzas, aunque acepto que pueden ser- además- tontos. Es de sinvergüenzas tener socios comunistas, golpistas catalanistas- que anuncian que lo volverán a hacer- y filo terroristas de Bildu, que nunca han condenado los asesinatos de ETA. Además de no acudir al Parlamento, para honrar a los dos guardias civiles asesinados por los narcos. Si Sánchez tuviera vergüenza no aceptaría tener socios sinvergüenzas.

Y vuelvo al principio. Que haya siete millones de tontos que votan a Sánchez tiene mucho que ver con el significado que millones de personas dan a términos como ‘progresista’ y ‘facha’, entre otros.

Si millones de personas creen que, cuando Sánchez proclama que sus políticas son ‘progresistas’, está diciendo que sus políticas son ‘buenas’, ‘solidarias’ y ‘beneficiosas para la sociedad’, la realidad ya no importa. Importa lo que esta palabra evoca y provoca en la mente de estas personas. Provoca emociones/sentimientos positivos. Y estas emociones/sentimientos positivos son un acicate para la acción. Un ejemplo mínimo de acción, es votarle, aplaudirle y llamar ‘facha’ a sus adversarios/enemigos.

Si en el sistema educativo no se enseña a los niños a argumentar y atenerse a los hechos (aunque- a veces- pueda ser difícil), caerán fácilmente en el fetichismo de ciertas palabras mágicas de la ‘cultura dominante’. Tendrán la ‘ventaja’ (atentos a las comillas) de que no hay que pensar. Bastará rebuznar. Los ‘tontos’ de Savater.

Hay más palabras progres que suelen provocar las reacciones esperadas por la progresía. Por ejemplo. Imagine que hay un debate en una tertulia televisiva. Un hombre da una opinión equis sobre lo que se está hablando. De inmediato una mujer se pone en pie y le grita indignada ¡machista! Lo racional sería que todos esperasen a que la mujer justificase su acusación. Pero no. Lo normal es que todos miren al insultado a ver cómo se defiende.

Si esto es así, y yo creo que lo es, significa que en España- aquí y ahora- ciertas palabras mágicas tiene una fuerza y un impacto que no se justifica en términos racionales. Y el camino de la irracionalidad es muy peligroso, ya que supone la exaltación de los sentimientos en detrimento de la racionalidad. No basta ‘gestión y moderación, Alberto. ¿O te da miedo meterte en líos, como Mariano? Te exigimos implacable firmeza, frente a la repugnante corrupción socialista y su traición a la Constitución y a España. O serás despreciable cómplice- incluido el PP- de su imperdonable inmundicia.

Tan bajo han caído la racionalidad y la dignidad, que el gobierno español del socialista Pedro Sánchez se mantiene gracias a sus socios comunistas (el Parlamento europeo declaró- en 2019- que comunismo y nazismo eran las dos doctrinas más criminales del siglo XX), golpistas catalanistas (que anuncian que repetirán el golpe de Estado) y bilduetarras (que nunca han condenado los asesinatos de ETA). Además de ofrecerles amnistía y lo que haga falta.

Para los tontos- o sinvergüenzas-, esto es progresismo en vena. Pero el índice de democracia (Democracy-Index) que elabora anualmente (2022) The Economist Intelligence Unit, nos deja fuera de las “democracias completas” para relegarnos a la tercera posición entre las “democracias defectuosas”.

¡Y todavía no conocían el ‘Koldogate (o sea, Pedro Sánchez), ¡ni la amnistía! Todo de progreso.

Sebastián Urbina.

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