Jueves, 05-03-09
En una plaza de Tiananmen tomada por miles de policías y soldados, arranca hoy en Pekín la reunión anual de la Asamblea Nacional Popular, el máximo órgano legislativo del régimen chino. En realidad, la pluralidad ideológica y el debate político brillan por su ausencia en esta especie de Parlamento orgánico, ya que la mayoría de sus casi 3.000 diputados pertenecen al Partido Comunista o al todopoderoso Ejército.
Sin embargo, el encuentro de este año ha cobrado especial relevancia por el impacto de la crisis financiera global en China. Convertida en la tercera economía del planeta, tras Estados Unidos y Japón, la «fábrica global» ya está sufriendo la reducción de las exportaciones por la caída del consumo en todo el mundo.
Desde el estallido de la crisis, se calcula que 20 millones de emigrantes internos han perdido sus empleos en las factorías de la industrializada costa y han regresado a sus casas en las paupérrimas provincias agrícolas del interior.
A éstos hay que sumar los 7,5 millones de licenciados universitarios que accederán este año al estancado mercado laboral, que necesita, como mínimo, un crecimiento anual de la economía del 7,5 por ciento para generar 30 millones de nuevos puestos de trabajo. Todo lo que sea inferior a dicha cifra es malo para Pekín.
Por primera vez desde 2001, el incremento del Producto Interior Bruto (PIB) fue «sólo» del 6,8 por ciento durante el último trimestre del año pasado, lo que arrastró el cómputo global al 9 por ciento. Aunque esta tasa sería motivo de envidia en cualquier otro país, no lo es en una economía con las gigantescas dimensiones del «dragón rojo» donde, además, supuso un descenso de casi tres puntos con respecto a 2007.
Como consecuencia, el índice oficial de desempleo en las ciudades, que excluye a los emigrantes internos que proceden del campo, ha subido al 4,1 por ciento y es seguro que alcanzará su cota más alta desde 1980. Si no lo ha hecho ya, porque otras estimaciones, como la efectuada por la Academia China de las Ciencias Sociales, elevan el nivel real de desempleo en el 9,4 por ciento.
Saltan todas las alarmas
Todos estos factores han hecho saltar las alarmas en Pekín, ya que la legitimidad política del régimen que pilota el Partido Comunista se ha basado, precisamente, en la prosperidad económica y la notable mejora de las condiciones de vida. El Gobierno chino teme que la crisis y el creciente paro disparen el riesgo de inestabilidad social, que podría estallar en forma de protestas como las ya registradas en las provincias manufactureras del sur debido al cierre masivo de 67.000 empresas.
Para hacer frente a la crisis, Pekín anunció en noviembre un plan de estímulo de la economía dotado con 4 billones de yuanes (464.813 millones de euros). Pero luego este «New Deal» de ojos rasgados, que debe ser aprobado por la Asamblea, se desinfló porque incluía cuantiosas partidas ya presupuestadas, como las destinadas a la reconstrucción tras el terremoto de mayo en Sichuan.
Por ese motivo, es probable que la Asamblea Nacional amplíe dicho plan con nuevos fondos adicionales, especialmente destinados a los campesinos del depauperado mundo rural y a las inversiones en grandes obras públicas para incentivar el empleo.
Según informó ayer Bloomberg citando a Li Deshui, miembro del grupo económico de la Conferencia Político-Consultiva del Pueblo Chino y anterior director de la Oficina de Estadísticas, el primer ministro Wen Jiabao anunciará hoy «un nuevo plan de estímulo» para impulsar el sector manufacturero y las infraestructuras.
A pesar de la crisis, el régimen chino no quiere descuidar su ascenso como superpotencia y, para ello, ayer reveló un incremento del 14,9% en los gastos militares durante 2009. Aunque el portavoz de la Asamblea, Li Zhaoxing, tildó esta subida de «modesta», Pekín viene elevando su presupuesto de defensa más de dos dígitos durante los últimos años, lo que ha alarmado a EE.UU. y a Japón.
El mayor ejército del mundo
Oficialmente China destina 480.700 millones de yuanes (55.852 millones de euros) a su Ejército, el mayor del mundo con 2,3 millones de soldados, pero los analistas coinciden en que la cantidad real podría ser dos o tres veces superior. Aun así, se sitúa muy por debajo de los gastos militares del Pentágono, que rebasan los 515.400 millones de dólares (410.010 millones de euros), sin contar las astronómicas partidas para las guerras de Irak y Afganistán ni el programa de armas nucleares.
Al margen de estas polémicas castrenses, el régimen chino descubrirá hoy sus armas para luchar contra un enemigo mucho más fiero: la crisis económica. (Pablo M. Díez.Pekin/ABC).
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