Cuando murió mi madre, hará pronto veinticuatro años, dejó una herencia equivalente a la de mi suegra, muerta hace cuatro años, ambas fallecidas en Cataluña. En el primer caso, no hube de pagar ni un duro para adirla; mi esposa, en cambio, hubo de abonar más de seis mil euros. Está claro que de algún bolsillo han de salir los dineros para mantener a los más de medio millón de cargos políticos (somos, en este capítulo, líderes absolutos europeos; Alemania y Francia andan por los cien mil, cada uno de ellos). Hay que pagar sus sueldos, sus prebendas, sus pensiones; hay que pechar con la deuda pública que ellos generan pero de la que no se responsabilizan, ni ellos ni las empresas para las que trabajan, sus partidos: ya hace tiempo que desesperé de celebrar el primer contrato público que no se cumpla sin la derrama multimillonaria que los acompaña. En definitiva, esto de las Comunidades Astronómicas no parece que haya sido nuestra mejor aportación política a efectos prácticos para el currante.
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Cuando murió mi madre, hará pronto veinticuatro años, dejó una herencia equivalente a la de mi suegra, muerta hace cuatro años, ambas fallecidas en Cataluña. En el primer caso, no hube de pagar ni un duro para adirla; mi esposa, en cambio, hubo de abonar más de seis mil euros. Está claro que de algún bolsillo han de salir los dineros para mantener a los más de medio millón de cargos políticos (somos, en este capítulo, líderes absolutos europeos; Alemania y Francia andan por los cien mil, cada uno de ellos). Hay que pagar sus sueldos, sus prebendas, sus pensiones; hay que pechar con la deuda pública que ellos generan pero de la que no se responsabilizan, ni ellos ni las empresas para las que trabajan, sus partidos: ya hace tiempo que desesperé de celebrar el primer contrato público que no se cumpla sin la derrama multimillonaria que los acompaña. En definitiva, esto de las Comunidades Astronómicas no parece que haya sido nuestra mejor aportación política a efectos prácticos para el currante.
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