EL ODIO A ESPAÑA.
ALBERTO G. IBÁÑEZ, en su libro La leyenda negra. Historia del odio a España, dice: «A
partir del siglo XVII todas las naciones europeas optaron por privilegiar y
consolidar un idioma común como único modo de construir un estado moderno y
competir económicamente. España
no fue una excepción...».
Si en España han pervivido algunas lenguas regionales más tiempo
y con más extensión que en otros países no ha sido debido a su mayor (y
singular) arraigo social, sino a su utilización como herramienta política por
las élites regionales que viven del separatismo ... en 1756, por ejemplo, el catalán era hablado sólo en las montañas y
por la gente menos culta: toda la burguesía, la población urbana y las clases
más cultas se expresaban en castellano; otro tanto ocurría en
tierras vascas.
¿Por qué este odio progre/separatista a España, la lengua española
y lo español en general?
Este odio no se limita a la lengua, aunque ha sido utilizado -y
sigue- como un elemento central de la supuesta opresión españolista. Falsa, tal
como la cuentan progres y separatistas. Porque el franquismo no discriminó más
contra el catalán (La mentira del franquismo y las
lenguas, Pedro
Insúa, El Mundo) que los catalanistas contra el español. ¡En
democracia! Gracias a la vergonzosa cobardía y mediocridad de casi toda la
clase política.
La lengua es un elemento central para los catalanistas.
Cuando la raza catalana dejó de ser el leitmotiv del
catalanismo, debido a la derrota de Hitler y el desprestigio del racismo, el
victimismo y el supremacismo catalanista se centraron en la lengua catalana.
Para los incrédulos, La
raza catalana: el núcleo doctrinal del catalanismo, Francisco Caja.
Esta obsesión enfermiza por la lengua catalana no se explica por
sí misma. Hay intereses económicos e intereses políticos. Cualquiera conoce la
matraca catalanista de los Países Catalanes. Una enfermiza obsesión imperial
que se materializa, por ejemplo, en la imposición del catalán de Barcelona en
las escuelas de Baleares. Con el aplauso de la mayoría de los maestros -aunque
no merecen este digno nombre- de nuestra Comunidad.
Y el apoyo, con generoso dinero de los bolsillos del apaleado
contribuyente, de los políticos. Todos haciendo genuflexiones a la imposición
catalanista. Alguna lección deberíamos aprender de esta vergonzosa rendición.
¿Cómo se realiza esta labor de zapa a favor de los Países
Catalanes? Primero, imponiendo
la lengua imperial catalana. Esto hace que los baleares se puedan sentir, más
fácilmente, miembros de los míticos Países Catalanes. ¡Hablamos
lo mismo! ¡Somos hermanos!
Además, es conveniente organizar excursiones escolares a la
metrópoli y vacaciones en las montañas catalanas, como hacía la Falange.
Visitar el monasterio de Montserrat, para empaparse de catalanidad, cantando
canciones patrióticas que estimularán las emociones primarias de pertenecer a
una tribu superior.
Les contarán la falsa y gloriosa historia de Cataluña. Con las
mentiras y exageraciones habituales. Por eso no les dirán la verdad, que la
fiesta nacional catalana -la Diada- conmemora la caída de Barcelona el 11 de
septiembre de 1714 ante las tropas de Felipe de Borbón durante la guerra de
Sucesión. El conflicto se originó al fallecer sin descendencia en 1700 el
monarca Carlos II y extinguirse la línea dinástica de los Habsburgo. Como
consecuencia, se produjo un enfrentamiento armado entre las pretensiones a la
Corona hispánica de franceses y austriacos, encarnadas respectivamente
por Felipe de Borbón y
el archiduque Carlos de Austria. Los dos bandos -catalanes- eran partidarios de
la unidad de España.
Les contarán la siguiente mentira. Que, en 1714, el oprimido
pueblo catalán se levantó en armas para conseguir la independencia frente a
España. Lo repetirán año tras año. En las escuelas, en las celebraciones, en
las excursiones campestres de la esclavizada Cataluña. Y los niños y
adolescentes, en su gran mayoría, tragarán estas mentiras. Porque, entre otras
cosas, apenas hay colegios en los que no se manipule la historia y se pueda
enseñar en lengua española.
Además, la
manipulación de las conciencias no se limita a la escuela, sino que sigue en la
gran mayoría de los medios de comunicación. Adecuadamente
subvencionados para decir lo que tiene que decir un auténtico catalán de pata
negra.
Esta gran manipulación, que incluye escuelas, institutos,
universidades, prensa, radio, televisión, etcétera, hace posible que unos dos
millones de catalanes -centralmente pertenecientes a la llamada Tractoria, por
oposición a la no nacionalista Tabarnia- se traguen estupideces como: España
nos roba. O que Cataluña es la Dinamarca del Mediterráneo. O se dé un golpe de
Estado contra un Estado democrático y digan que los golpistas son los
demócratas y los que defienden la legalidad democrática son los fascistas.
Sin una prolongada y planificada manipulación, que se inicia con
el Muy Honorable Jordi Pujol -que confesó, en 2014, haber defraudado a Hacienda
durante treinta años-, no sería posible que tanta gente creyera tantas
idioteces. Mezcladas con odio a España.
El periodista y exprofesor Antonio Robles dice: «Con ser
inmenso, no es la corrupción económica el mayor mal, el mayor daño ha sido
haber envenenado el alma de cientos de miles de catalanes en nombre de la
nación, el haber utilizado la escuela para infectar de odio a los niños contra
España».
Esta gran basura identitaria no hubiera sido posible sin el
fracaso histórico de los dos grandes partidos PP y PSOE, que
gobernaron España durante décadas. Y nunca la defendieron frente a los ataques
y desprecios progre/separatistas.
Por una mezcla de errores, mediocridad, cobardía y absurdos
complejos frente a los nacionalistas, permitieron -incluso facilitaron- que los
separatismos antiespañoles crecieran -en competencias y con dinero de los
españoles- hasta dar un golpe de Estado.
¡Y el socialista Sánchez recibe a los golpistas catalanistas en
la Moncloa, y, encima, les ofrece un referéndum sobre el estatut, que tendría
como referencia el parcialmente declarado ilegal, en 2010, por el Tribunal
Constitucional!
Sánchez dispuesto a todo para seguir en la
poltrona. Incluso aceptar los chantajes de golpistas, separatistas y
comunistas. Y llevarnos, otra vez, a la ruina. Como Zapatero. Somos la
izquierda.
Sebastián Urbina es doctor en Filosofía del Derecho/ElMundo/14/Septbre/2018.)
2 comentarios:
Era a finales de los cuarenta, quizás en el 1950 (Aún no se había producido la Transición. Reinaban Franco en España y el obispo Modrego en Barcelona, el de la Casita Blanca de Sarriá y la flota de taxis, según una prostituta que se extinguía, años más tarde, en una planta de mujeres del Hospital Clínico). En el IES “Milà i Fontanals”, entonces en la calle Canuda, me sorprendía el comportamiento de alguno de mis compañeros. No cantaban los himnos patrióticos, antes de entrar en clase; no se sentían concernidos con los asuntos del descubrimiento de América, los Carlos V, Felipe II y demás. Y protestaban por la invasión de su tierra por esos miserables del hatillo o la maleta de cartón. Yo aún tenía reciente el recuerdo de la barraca del Somorrostro y las camisetas de mi padre, ennegrecidas por su sudor. Así que protesté abandonando el aula; nadie, ningún maestro salió a rescatarme del pasillo. No lo olvidaré nunca. Tampoco perdonaré que se haya entregado el poder local a sus hijos y nietos.
Estupendo y amargo comentario. Lo comparto.
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