CARTA ABIERTA DE SANTIAGO
ABASCAL A PABLO IGLESIAS.
Pablo, permite
que me ahorre lo de "estimado", más que nada porque me gusta decir la
verdad siempre. El caso es que el otro día reiteraste tu miseria moral alabando
a un terrorista. Dijiste
que "sin personas como Otegi no habría paz". No leí tus declaraciones. Me las leyó
mi padre. Me llamó por teléfono expresamente. Te ahorro la literalidad de la
conversación porque es más virulenta aún que las letras que ahora escribo.
Pero debes saber que, mientras tú
vomitabas esa basura, el hombre que me llamaba no debía de tener a muchos
metros a los escoltas que le vigilan desde hace veinte años gracias a las balas
de los amigos de Otegi. Mientras
tú pasabas tu infancia en Soria leyendo a Verne y a Salgari, yo la pasaba en
tierra vasca –y española– viendo cómo mataban a los amigos de mi padre, como Jesús Velasco o Félix Galíndez, o como
a Estanis Galíndez,
cartero de mi pueblo, asesinado, como todos, por la espalda. Sello de tus
admirados, valientes y perspicaces amigos.
Mientras tu adolescencia empezaba a despertar con sueños húmedos con no sé qué actriz española –algo de eso dijiste hace
poco–, la mía
despertaba con las cartas que la ETA escribía a mi abuelo para anunciarle su
temprana muerte: "Le buscaremos hasta ejecutarle", rezaban las
misivas de tus perspicaces amigos.
Mientras
tú te reunías con el enemigo en una herriko taberna y alababas la
"perspicacia de ETA", yo recibía a mis hijos en el paritorio
acompañado por guardaespaldas.
Mientras tú te entretenías en la universidad entre escrache y
manifa, yo acudía a la universidad escoltado y veía mi nombre en un
punto de mira pintado con spray en las mismas pizarras. Literal, Pablo. Mientras tú disfrutabas de tus becas y de
tu vida facilona, yo llevaba una pistola al cinto por si podía evitar que me
pegasen un tiro en la nuca, anuncio también literal de las paredes de mi
pueblo.
Mientras tú animabas a la afición que te jaleaba a salir a
"cazar fascistas" o a pegar a un "lumpen", y quizá mientrás tú
leías cómo se hace un cóctel molotov, yo
empezaba la madrugada apagando el fuego de la tienda de ropa de mi padre,
arrasada por el fuego de los cócteles molotov de los amigos de tus amigos.
Mientras tú te dedicabas a acosar a los que no piensan como tú
en la universidad –me acuerdo ahora de Rosa Díez–, yo veía pasar el féretro de Gregorio Ordóñez entre vivas a España,
o velaba el cadáver de Jesús
Mari Pedrosa, asesinado a tiros en la puerta de su casa en
Durango.
Mientras yo rendía honores a Manuel Indiano, abatido a balazos en su tienda de golosinas
de Zumárraga, tú cogías un vuelo para tu paraíso venezolano o iraní para
aprender cómo jodernos más la vida.
Tu paraíso es nuestro infierno. Tus amigos son nuestros enemigos. Y tus héroes, Pablo, son nuestros villanos.
Y tú –siento decirlo y siento pensarlo– eres todo eso a la vez, sin
matices, el enemigo, un villano y el infierno mismo.
Por eso somos tantos los que te
conocemos, cada día un poco más, los que vemos la gran mentira que se esconde
detrás de alguna de tus verdades. Y por eso somos tantos los que te
combatiremos, en las universidades si hace falta, en las urnas cuando toque,
en los tribunales cuando la ocasión lo exija. En la cheka si ese es nuestro
destino en la España soviética que querrías construir. Y en todos los lugares
en los que pretendas dar tu pérfida batalla. Cuando quieras y donde quieras. Porque
se trata de nuestra Patria y se trata de nuestra Libertad. Y no sólo no crees
en ninguna de las dos, sino que quieres destruir ambas.
Lo tienes crudo, porque somos millones los que pensamos que
representas lo peor. Lástima que los corruptos te hayan dado esta oportunidad
para engañar a tanta buena gente. Porque es así, Pablo, tú solo eres una
consecuencia de la corrupción de tantos dirigentes del PSOE y del PP. Gracias a Dios, la España decente os
combatirá a ambos a la vez. Por una España más unida, más justa y más libre. Os
combatiremos siempre.
(La
Gaceta/25/Abril/2016.)
2 comentarios:
Sin duda, os combatiremos siempre. Los cuatro gatos que no nos inyectamos en vena basura televisiva, los pocos que aún sabemos leer textos que merecen el gesto, las contadas personas indemnes de indoctrinación, inmunes a las campañas de desmemoria histórica y postverdades, todos juntos, esa insignificante minoría os combatiremos siempre. Y habríamos de vencer porque nos mueve la razón, porque no nos impulsa el viento del odio.
Esperemos que así sea. La situación política me parece grave. Espero equivocarme y que no pase nada.
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