(La superioridad moral de la izquierda.)
El catedrático de economía Mikel Buesa ve «claramente plagio» en la tesis de Sánchez.
«La cuestión fundamental del plagio no es la cantidad del texto que se copia, sino el hecho de que no se reconozca la deuda intelectual que el autor de una tesis tiene con otros autores», asegura el catedrático.
(ABC/14/9/2018.)
LAS EXCUSAS
DE SÁNCHEZ NO SE SOSTIENEN.
El presidente
del Gobierno, Pedro Sánchez, ejerció ayer el derecho de rectificación que le
otorga la Ley orgánica 2/1984, de 26 de marzo; y
ABC, sin agotar el plazo legalmente previsto, publica hoy en su integridad la
rectificación pedida por el dirigente socialista.
No entramos en polémica con el contenido de
cuanto afirma Sánchez. Tal actuación -un presidente de Gobierno mandando un
burofax a un medio- es insólita en la democracia y pone de manifiesto una
actitud intolerante con la libertad de información, a la que este periódico seguirá acogiéndose para
informar a sus lectores puntualmente de las irregularidades académicas
detectadas en la tesis doctoral
del presidente del Gobierno.
Precisamente, los más de cien años de ABC a
los que aludió ayer la portavoz del Ejecutivo nos conceden la autoridad ética y
la serenidad profesional necesarias para recibir con estricto respeto legal el
escrito de Sánchez y, al mismo tiempo,
mantener todo lo afirmado hasta el momento. Historia de ABC en la que no
han faltado cierres, censura y persecución, como bien sabe el PSOE.
ABC reitera que la tesis de Sánchez incurrió
en plagios -reconocidos
en un 13% por La Moncloa- no enmendados por unas referencias genéricas a los
autores que se contienen en la bibliografía final, porque esos autores debieron constar citados a pie de página y a
continuación de su texto literal y entrecomillado.
ABC reitera que la tesis de Sánchez adolece
de autoplagio, admitido por el propio presidente del Gobierno en su escrito de
rectificación, cuando afirma que
«hablar de plagio en este caso resulta simplemente absurdo cuando el autor soy
yo mismo». ¿Qué cree Pedro Sánchez que es el autoplagio, sino exactamente eso?
ABC reitera que el tribunal que valoró y premió la tesis de Pedro Sánchez con
un inefable «cum laude» carecía de nivel científico y contaba entre sus
miembros con el coautor de un artículo que
Sánchez utilizó en su tesis sin mencionar tal autoría.
¿Es ético ser evaluado por quien tiene
interés directo en el contenido de la tesis doctoral? ABC se ratifica en el
inverosímil breve plazo que empleó Sánchez para su tesis doctoral -recopilar material, leerlo, ordenarlo y
procesarlo, volcarlo en borradores, editar el texto final, someterlo al
procedimiento administrativo de la Universidad ¿en un año? -, cuando en
septiembre de 2011 pedía ayuda por Twitter y la defendió en noviembre de 2012.
Imaginamos el bochorno que sentirán los
doctores que lean semejantes explicaciones y las cotejen con el esfuerzo que exige
una verdadera tesis doctoral, tutelada por un director con responsabilidad y
auténtico espíritu científico; absorbiendo años de estudio y juventud; y
orientada a ser juzgada por un tribunal que, aun seleccionado por la
Universidad, integrará académicos que procurarán dejar constancia crítica de su
conocimiento.
Se llama excelencia, señor presidente. Las explicaciones de Pedro Sánchez suenan a
victimismo para eludir una realidad que se impone por sí sola sobre las
condiciones académicas de su tesis doctoral. Sus amenazas a ABC no disuelven
la verdad de los hechos informados en estos días y de los que se informen en el
futuro. Durante años, Pedro Sánchez ha escondido su tesis doctoral, pese a
que ha expresado recientemente su orgullo por ella. Sólo cuando ABC ofreció
a la opinión pública datos concretos no desmentidos, el presidente del
Gobierno se vio forzado a rectificar -otra vez, otra más- y dar publicidad al texto.
Eso sí,
embarcando antes a la Presidencia del Gobierno, como si fuera su
responsabilidad, en el filtrado de la tesis por unos programas de detección de
plagios. No
era incumbencia de La Moncloa semejante respuesta, sino de la Universidad
Camilo José Cela. Sin embargo, los nervios pasan estas facturas. Tampoco
iba a dimitir la exministra de Sanidad, Carmen Montón, y a las pocas horas lo
hizo porque su máster era un fraude y su TFM, un plagio. Tampoco iban a vender
bombas a Arabia Saudí, y ya están allí.
Todo cargo político queda sometido al
escrutinio de la opinión pública y de
los medios de comunicación, porque, como dijo el propio Pedro Sánchez con
admiración, «hay países en los que se dimite por plagiar». ABC no tiene la
culpa de las carencias académicas de la tesis doctoral de Sánchez ni de sus
contradicciones internas, menos aún de la creciente y patente debilidad de su
Gobierno.
El respaldo expreso de miles de lectores
anima a este centenario, pero activo, periódico a perseverar en nuestro
compromiso con la información veraz a la que tiene derecho la opinión pública. La polémica sobre la tesis doctoral de
Sánchez no es un problema de porcentajes de plagio, sino de ética pública, más aún para un dirigente que accedió al
poder con las urnas en contra y diciendo que abanderaba -qué sarcasmo- la
regeneración y la transparencia en la vida política. Pues a una y otra
apelamos en ABC para presentarnos ante nuestros lectores orgullosos de nuestra
información.
(Edit/ABC/15/9/2018.)
¿DE QUÉ HABLAMOS?
A medida que
se ensanchan las vías del agua que harán zozobrar a Sánchez, Isabel Celaá, su
ministra portavoz, ha ido perdiendo la serenidad zen que la adornaba. La rueda
de prensa del consejo de ministros de ayer estaba programada como una gran
celebración propagandística de la exhumación del más estrecho colaborador de
este Gobierno (Franco).
Pero la turbia tesis doctoral del presidente, destapada
por ABC, se interpuso y monopolizó la rueda de prensa. Celaá fue perdiendo la
flema. Visiblemente enfadada por las críticas de la oposición y las
revelaciones de este periódico, comenzó a hacerse una pregunta retórica: «¿De
qué hablamos?». Intentaremos ayudar:
-Hablamos de
que el hoy presidente escribió una tesis y obtuvo un doctorado en 2012, pero se
cuidó de mantenerla fuera del escrutinio público hasta ayer. ¿Por qué? Hablamos
de que el miércoles, a pregunta de Rivera en el Parlamento, Sánchez replicó que
la tesis estaba «colgada» en internet, cuando era falso, pues la ha subido dos
días después. Hablamos de que al plantearle Rivera sus dudas sobre su
doctorado, Sánchez se encorajinó, hasta el extremo de que se giró hacia la
bancada de Ciudadanos y los amenazó fuera de micrófono. «Os vais a enterar»,
les espetó.
Hablamos de que la tesis, según ha comprobado ABC, incluye párrafos
de otros autores sin citarlos y sin comillas, y también autoplagios (textos
anteriores del propio Sánchez, algo que está proscrito, pues en una tesis todo
ha de ser original). Hablamos de que la supuesta prueba exculpatoria de Sánchez
-pasar su tesis por dos programas informáticos comparadores de textos- no tiene
valía como excusa, pues sus conclusiones dependen de con qué corpus se haya
comparado el trabajo.
Hablamos de un Sánchez que solo catorce meses antes de
recibir un «cum laude» preguntaba vía Twitter si alguien podía recomendarle
algún texto sobre la materia, lo que da fe de lo mucho que sabía del tema.
Hablamos de un tribunal a la carta, donde incluso lo llegó a evaluar un
profesor que había escrito artículos previamente con él, luego extractados en
la propia tesis.
-Hablamos del
primer presidente de nuestra democracia que envía un burofax a un periódico con
exigencia de rectificación -a la que la ley obliga al medio, tenga o no razón
en sus afirmaciones- y que amenaza con acciones en los tribunales a este
periódico, su director y sus periodistas.
Hablamos de un presidente que se
niega a atender una petición de comparecencia en el Parlamento para que aclare
los puntos oscuros de su tesis, y del primero que desde su escaño amenaza en
tono tabernario a la oposición. Hablamos del presidente que prometió elecciones
y no las convocó, que ha incumplido casi todo lo que anunciaba y que vive en la
rectificación.
-Hablamos,
señora Celaá, de un Gobierno que cultiva sin rubor la patochada. Como cuando
usted afirmó ayer que la exministra Montón es «ejemplar», habiendo tenido que
dimitir por falsear sus estudios, o cuando explicando la rectificación en la
venta de bombas a Arabia Saudí alegó como excusa que «las bombas son de alta
precisión y no se van a equivocar matando a yemeníes» (lo cual es de chiste de
Gila).
Hablamos, en
fin, de un desastre que demanda elecciones inmediatas.
(Luis Ventoso/ABC/15/9/2018.)
¿DE QUÉ HABLAMOS?
A medida que
se ensanchan las vías del agua que harán zozobrar a Sánchez, Isabel Celaá, su
ministra portavoz, ha ido perdiendo la serenidad zen que la adornaba. La rueda
de prensa del consejo de ministros de ayer estaba programada como una gran
celebración propagandística de la exhumación del más estrecho colaborador de
este Gobierno (Franco).
Pero la turbia tesis doctoral del presidente, destapada
por ABC, se interpuso y monopolizó la rueda de prensa. Celaá fue perdiendo la
flema. Visiblemente enfadada por las críticas de la oposición y las
revelaciones de este periódico, comenzó a hacerse una pregunta retórica: «¿De
qué hablamos?». Intentaremos ayudar:
-Hablamos de
que el hoy presidente escribió una tesis y obtuvo un doctorado en 2012, pero se
cuidó de mantenerla fuera del escrutinio público hasta ayer. ¿Por qué? Hablamos
de que el miércoles, a pregunta de Rivera en el Parlamento, Sánchez replicó que
la tesis estaba «colgada» en internet, cuando era falso, pues la ha subido dos
días después. Hablamos de que al plantearle Rivera sus dudas sobre su
doctorado, Sánchez se encorajinó, hasta el extremo de que se giró hacia la
bancada de Ciudadanos y los amenazó fuera de micrófono. «Os vais a enterar»,
les espetó.
Hablamos de que la tesis, según ha comprobado ABC, incluye párrafos
de otros autores sin citarlos y sin comillas, y también autoplagios (textos
anteriores del propio Sánchez, algo que está proscrito, pues en una tesis todo
ha de ser original). Hablamos de que la supuesta prueba exculpatoria de Sánchez
-pasar su tesis por dos programas informáticos comparadores de textos- no tiene
valía como excusa, pues sus conclusiones dependen de con qué corpus se haya
comparado el trabajo.
Hablamos de un Sánchez que solo catorce meses antes de
recibir un «cum laude» preguntaba vía Twitter si alguien podía recomendarle
algún texto sobre la materia, lo que da fe de lo mucho que sabía del tema.
Hablamos de un tribunal a la carta, donde incluso lo llegó a evaluar un
profesor que había escrito artículos previamente con él, luego extractados en
la propia tesis.
-Hablamos del
primer presidente de nuestra democracia que envía un burofax a un periódico con
exigencia de rectificación -a la que la ley obliga al medio, tenga o no razón
en sus afirmaciones- y que amenaza con acciones en los tribunales a este
periódico, su director y sus periodistas.
Hablamos de un presidente que se
niega a atender una petición de comparecencia en el Parlamento para que aclare
los puntos oscuros de su tesis, y del primero que desde su escaño amenaza en
tono tabernario a la oposición. Hablamos del presidente que prometió elecciones
y no las convocó, que ha incumplido casi todo lo que anunciaba y que vive en la
rectificación.
-Hablamos,
señora Celaá, de un Gobierno que cultiva sin rubor la patochada. Como cuando
usted afirmó ayer que la exministra Montón es «ejemplar», habiendo tenido que
dimitir por falsear sus estudios, o cuando explicando la rectificación en la
venta de bombas a Arabia Saudí alegó como excusa que «las bombas son de alta
precisión y no se van a equivocar matando a yemeníes» (lo cual es de chiste de
Gila).
Hablamos, en
fin, de un desastre que demanda elecciones inmediatas.
(Luis Ventoso/ABC/15/9/2018.)
4 comentarios:
Son unos mentirosos, unos farsantes y, naturalmente, ellos lo saben; por algo son profesionales del asunto. De hecho, se trata de explotar el rebaño humano, de vivir de él y, si es posible con su colaboración, que puede ser entusiasta o, al menos, cuidando que no se salga de madre la purrela, esos tontos de capirote. Desde la mano dura o la encarnación de algún Dios hasta el vudú y otras supersticiones, pasando por las religiones. Se han practicado distintos medios para llevar con éxito el negocio. Ahora, desde hace un tiempo, toca recurrir a la charlatanería de los partidos políticos y la partitocracia (que algunos llaman infundibulocracia e, incluso, democracia, que se necesita valor…). Está claro que duele menos si quien te chupa la sangre es “de los míos”: hay otra tolerancia, incluso colaboración incondicional. No está mal pensado, no. En definitiva, aunque no lo precisen en su ejercicio profesional, suelen disfrazarse de sabios y hasta de personas corrientes (¿quién les ha visto, pongamos por caso, luciendo el antifaz?) ¿Y porqué no? Al fin y al cabo, cuanto mayor importancia tengan dentro de la banda, más difícil, si no imposible, se le hará a la pobre res conocer la verdad del cuento de su pastorcico, el de la dulce flauta.
Si después de esta vergüenza no hay dimisión, ni elecciones anticipadas, es que la sociedad española está enferma. Esperemos que permitan decidir a los españoles si queremos seguir con esta gente, o no.
Vale. Elecciones. Anticipadas. ¿Y qué? ¿De qué servirán? ¿De qué han servido? (Sin mencionar la posibilidad de que el “homo sapiens hispanicus” le dé más escaños al guaperas, como apuntan algunas encuestas).
Así y todo es la solución menos mala. En democracia. Incluso en una de baja calidad como la nuestra.
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