OJALÁ SÁNCHEZ SÓLO SEA UN CÍNICO.
Sólo caben dos posibilidades. Una mala y otra peor. La mala sería que Pedro Sánchez fuera el presidente más cínico de la historia de la democracia española, muy por encima de otros cínicos de Ateneo con verrugas que padeció España hace ya tiempo. El cinismo, es decir, la desvergüenza a la hora de mentir, es una cualidad de la clase política dirigente socialista que los electores y los votantes hemos aceptado sin rechistar y hasta lo disculpamos como si los presidentes de la izquierda tuvieran bula para mentir como los periodistas deportivos en verano.
Felipe González, que hablaba con lengua de serpiente, hizo de la mentira una afición, Zapatero transformó la afición en oficio y Pedro Sánchez es un profesional. Los presidentes del centro a la derecha, por supuesto, también nos han mentido, con especial afán Rajoy, que incumplió todas sus promesas electorales. La diferencia entre los presidentes socialistas y los populares es que a Aznar y a Rajoy nada se les ha perdonado. Como tendría que ser.
La segunda posibilidad, desde luego mucho más nefasta para España, es la de que el presidente Sánchez sufra un trastorno patológico de la personalidad que le fuerza a creer que de verdad ha gestionado con eficacia la pandemia de coronavirus, la subsiguiente crisis económica y que los españoles se lo van a agradecer. No abundaremos en el desastre conocido por todos nuestros lectores que ha supuesto para España tener el peor Gobierno posible en el peor momento imaginable. Pero sí insistiremos en la responsabilidad de tantos que permiten, por su omisión del deber de auxiliar a España censurando a este Gobierno, que Sánchez pasee su cinismo o su mitomanía —insistimos: ojalá lo primero— por los Estados Unidos y por cualquier foro al que, a pesar de nuestra irrelevancia internacional, se convoque al presidente español o se autoinvite.
(EDit/LGI/24/7/2021.)
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