En Francia se libra el mayor combate cultural dentro de la izquierda cuyo resultado tendrá impredecibles consecuencias a escala global. Caroline Fourest pertenece a una izquierda democrática de origen ilustrado que lucha contra las desigualdades, los prejuicios y las discriminaciones, a partir de valores universales válidos para todos. Frente a intelectuales como Fourest, que colaboró en ‘Charlie Hebdo’, se alza la izquierda identitaria, ya hegemónica en Norteamérica y en la política canadiense y británica. Las raíces psíquicas de esta poderosísima ola las esclareció de forma brillante Fukuyama en ‘Identidad’. Pero quedaba por analizar la impronta en la vida real de este formidable seísmo. Y el panorama que la ensayista francesa nos traza, con muchas experiencias sufridas en
primera persona, más que desolador resulta amenazante. Un ejército de activistas profesionales y de docentes militantes de lo identitario, trocean las naciones según credos, etnias, sexos…, que deben autoaislarse para exigir prerrogativas basadas en el victimismo. Cada grupo exhibe las ofensas recibidas y los beneficios que merece, en mutua competencia, en vez de reclamar una igualdad de derechos comunes a cualquier ser humano. Fourest se revuelve contra este proceder, considerándolo -con toda razón-, un auténtico retorno a un nuevo tribalismo.
Lo retrógrado de esta izquierda se delata en sus requerimientos inquisitoriales. Así, en los avisos por microagresiones a miembros de minorías, los ya célebres ‘trigger warnig’ impuestos en numerosas aulas occidentales. Esos avisos se refieren, por ejemplo, a la ‘Antígona’, de Sófocles, porque concluye con el suicidio de una mujer. También a ‘El gran Gatsby’ porque hay abusos carnales. Uno de los mayores tumultos se produjo contra las ‘Metamorfosis’, de Ovidio, pues agraviaba a las alumnas víctimas de agresiones sexuales, además de ser una obra eurocéntrica y producto de un racismo colonialista blanco. La algarada pidiendo el despido inmediato del profesor se sustentó en su elogio a la belleza estilística de una obra vejatoria para las minorías oprimidas. La autora, a través de casos similares, concluye que se está implantando una nueva izquierda intolerante.
Auge antisemita
La fobia al mestizaje entre civilizaciones se manifiesta en el fanatismo contra lo que se ha bautizado como ‘apropiación cultural’. En la protesta se ha llegado al esperpento por cocinar un plato vietnamita en una universidad norteamericana o impartir talleres de yoga en la universidad de Ottawa, por ser una sustracción a la cultura hindú, damnificada por el colonialismo supremacista occidental. Y los cursos de yoga se prohibieron. Más preocupación causa en Fourest el nuevo racismo identitario, padeciendo en su propia piel el auge antisemita. Muy crítica con la imposición del burka o con las feministas islámicas que reivindican no denunciar las violaciones si provienen de hombres de su clan, ha visto boicoteadas sus conferencias. Su coraje merece el máximo respaldo. Si la batalla planteada, entre otros, por Mark Lilla, A. Mnouchkine, y la propia Fourest, se pierde, la inquisición fanática y liberticida de la izquierda identitaria se impondrá en Europa.
(Rafael Fuentes/ABC/20/11/2021.)
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