lunes, 13 de junio de 2022

CARA DE SOLBES

 

Cara de Solbes

Por Álvaro Delgado

A la Vicepresidenta Primera del Gobierno y Ministra de Economía Nadia Calviño, en tiempos estricta e impecable alta funcionaria de la Unión Europea, se le está poniendo cara de Solbes. Y a pasos agigantados, de lo que dan cumplida cuenta el ceñudo rictus de su rostro y su creciente estado de crispación, puestos ambos de manifiesto cada vez que interviene en las sesiones de control parlamentario o en actos públicos con presencia incluso del Rey. Basta recordar cuando llamó “desequilibrado” a Pablo Casado, o cuando acusó a Vox de “proponer repartir armas” a raíz de la tragedia de Texas, improperios más típicos de un perfil rupestre tipo Adriana Lastra que de una prestigiosa y formada economista del Estado.

Recuerden que Pedro Solbes era un veterano economista alicantino que fue un catastrófico Ministro de Economía en tiempos de Rodríguez Zapatero. Y que pasó a la historia de la infamia al negar reiteradamente -junto con su alelado amo y mentor- la profunda crisis económica que asoló España desde el año 2008, y de la que tardamos más de siete años -y el paso de varios Gobiernos- para podernos recuperar de una forma satisfactoria.

Nadia Calviño aterrizó en el Gobierno de Sánchez en junio de 2018 con un indudable halo de prestigio. De notable formación académica, venía de ser Directora General de Presupuestos de la Unión Europea, donde se había mostrado rigurosa y exigente con los esfuerzos económicos de los Gabinetes de Rajoy. Todos la recuerdan como una dura e inflexible “mujer de negro”, azote de muchos Gobiernos nacionales de los países miembros de la Unión en materia de cumplimiento y reducción del déficit público. Pero hoy parece haber cambiado mucho el cuento, y Nadia nos demuestra haber experimentado una metamorfosis profunda, para muchos inexplicable.

Me he preguntado muchas veces qué puede impulsar a una persona sobradamente competente a unirse al incierto proyecto de un aventurero sin escrúpulos carente de moral y ansioso de poder. Porque, al lado de un tramposo, la gente válida sólo tiene que perder. En el caso de Calviño, parece haberlo hecho por una compleja combinación de tradición, sectarismo y ambición personal. Hija de José María Calviño, reconocido miembro del PSOE que fue Director General de Radio-Televisión Española en tiempos de Felipe González, pertenece a una acomodada familia coruñesa siempre vinculada al alto establishment socialista. Por otro lado, su conocida aspiración a convertirse en Comisaria de la Unión Europea, para lo cual precisa el apoyo del Gobierno de España y de bastantes otros Estados miembros, le impulsó sin duda a aceptar -yo creo que con carácter temporal- la delicada oferta de unirse al peculiar Gabinete de coalición del peligroso trilero que nos gobierna.

Aparte de arrodillarse ante los veleidosos caprichos de los herederos de ETA y los separatistas catalanes, cosa que Calviño parece haber asumido tranquilamente sin siquiera pestañear, la ardua tarea de mentir a los españoles nunca suele resultar una política rentable. Y menos en cuestiones económicas. Explicar a tus sufridos conciudadanos que nuestra economía sortea mejor que las de los países de nuestro entorno las dificultades de la crisis -como hizo hace unas semanas Pedro Sánchez en el Foro de Davos- tiene escaso recorrido cuando quien te escucha ve lo que le cuesta hacer la compra en el supermercado, llenar el tanque de combustible o pagar la factura de la luz. Si afectan a las cosas de comer, las frecuentes trolas de los políticos suelen tener las patas muy cortas. Y, en esto del mentir, Calviño, al principio bastante más discreta, parece haberse contagiado de Sánchez, pese a que sus optimistas previsiones económicas son continuamente desmontadas por la Unión Europea, la OCDE, el FMI, el Banco Mundial, los servicios de estudios de las principales instituciones financieras y el Banco de España. Escuchando las pesimistas previsiones del Gobernador Hernández de Cos, los bucólicos análisis de Nadia parecen fake.

En el fragor de la batalla que libra su señorito por conservar el sillón, que salpica y ha transformado a todos quienes le acompañan, Nadia Calviño se está dejando a jirones su viejo prestigio profesional. Lo mismo ha sucedido con otras políticas reconocidas como Margarita Robles o Meritxell Batet, aunque ninguna demuestre darse cuenta, revelando que el ejercicio del poder suele nublar los sentidos y alejar de la realidad.

Algún día, no demasiado lejano, la trayectoria presidencial del chulesco aventurero sin escrúpulos va a terminar. Sin pinta de que eso suceda de la manera más honrosa posible, dado el enconado frentismo que él mismo ha contribuido a crear. Y a Bruselas se volverá Nadia, recogiendo pedazos de su currículum. Con cara de Solbes y sin lograr ser nombrada Comisaria. Ese será el carísimo precio que Calviño tendrá que pagar por engañar a los españoles y gobernar en pésimas compañías. En su osado pecado llevará una cruel penitencia.

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