jueves, 4 de noviembre de 2010

INDIFERENCIA MORTAL.







INDIFERENCIA MORTAL.

Maricica Hahaianu, de 32 años, es una mujer que cayó al suelo y se fracturó el cráneo tras ser golpeada por un joven de 20 años, en una estación del Metro de Roma. Sucedió, en Octubre de 2010, en medio de la indiferencia de los paseantes. Un vídeo recogió la escena y dio la vuelta al mundo. Ha fallecido en un hospital de la capital italiana.

El primer responsable de la muerte de Maricica, es el joven de 20 años que la golpeó hasta matarla. Los segundos responsables son las personas que estaban cerca y no hicieron nada para evitar esta muerte. En tercer lugar, la responsabilidad es de los políticos. ¿Por qué de los políticos?


Recordemos un caso sucedido en España. Según noticias de prensa, "Se trataba de un grupo de numerosos atracadores, que tenían armas de fuego y armas blancas, que eran violentos y que les habían proferido amenazas de muerte". Señala el tribunal, que considera "admisible que disparara (se refiere al propietario del chalet invadido) en respuesta a algunos de los disparos efectuados por los asaltantes".

En tales circunstancias, "la situación de riesgo era grave" y "la posibilidad de recurrir a otros medios de defensa, nula", subraya la sentencia, que justifica el uso de la pistola como "el único medio" a disposición del empresario "para poner fin, o al menos intentarlo, a una agresión contra él y contra su esposa". Según destaca en su fallo, la situación en la que se encontraba, con su esposa maniatada, golpeados y amenazados ambos de muerte, le hicieron temer "razonablemente" que sus vidas corrían peligro.

Los hechos ocurrieron en 2006 y el empresario en cuestión ha conseguido una sentencia absolutoria en 2010. Cuatro largos años esperando que se confirme que actuó en legítima defensa. ¡Maniatados, golpeados y amenazados de muerte, de noche y en su propia casa, por delincuentes armados! ¡Y razonablemente (dice la sentencia) temieron por sus vidas! ¡Menos mal!

¿Qué quiero decir con este ejemplo? No quiero decir que tiene que haber ‘barra libre’ para matar al delincuente que entra en una casa. Pero entre la ‘barra libre’ y las grandes dificultades para que se acepte la legítima defensa, hay grados.

En su artículo ‘Cómo buscarse la ruina’, Arturo Pérez Reverte, evidencia la situación de indefensión de las víctimas.

‘Lo primero, a ver cómo averiguo cuántos son. Porque si encuentro a un caco solo y tengo la fortuna de arrimarme y tirarle un viaje, antes debo establecer los parámetros. Imaginen que descubro a uno robándome las películas de John Wayne, le doy una mojada a oscuras, y resulta que el fulano está solo y no lleva armas, o lleva un destornillador, mientras que yo se la endiño con una hoja de palmo y pico. Ruina total. La violencia debe ser proporcionada, ojo. Y para que lo sea, antes he de asegurarme de lo que lleva el pavo. Y de sus intenciones. No es lo mismo que un bulto oscuro que se cuela en tu casa de madrugada tenga el propósito de robarte Río Bravo que violar a tu mujer, a tu madre, a tus niñas y a la chacha. Todo eso hay que establecerlo antes con el diálogo adecuado. ¿A qué viene usted exactamente, buen hombre? ¿Cuáles son sus intenciones? ¿De dónde es? ¿A qué dedica el tiempo libre?… Y si el otro no domina el español, recurriendo a un medio alternativo. No añadamos, por Dios, el agravante de xenofobia a la prepotencia’.

Esta situación tragicómica, injusta con las víctimas, tiene importantes consecuencias prácticas. Resumiendo, los políticos son los que legislan y, por ello, tienen una grave responsabilidad ante la sociedad. Porque las leyes protegen poco a los que ven invadida su propiedad por delincuentes, y amenazada su vida y su propiedad. Tan es así, que el propietario de la casa (en el relato de Reverte) baja las escaleras pensando en lo que puede pasarle si su actuación no es proporcionada a la situación. Situación que, se supone, tiene que conocer con precisión, en estos momentos dramáticos. Y ahora me traslado al Metro de Roma y al caso de la mujer muerta a golpes. No estoy tratando de justificar el comportamiento de los viandantes en la mencionada estación, sino tratar de clarificar este problema.

¿Qué puede pensar una persona que está presenciando una paliza, como el caso de la joven muerta? Supongamos que alguien pretende intervenir para que no sigan pegando a la indefensa mujer. Doy por seguro que pasará por su mente la idea de que puede recibir otra paliza, especialmente si el agresor es un tipo fuerte.

También doy por seguro que, si el ciudadano que piensa defender a la mujer agredida es una persona atlética, pasará por su mente la probabilidad de que le rompa la cara al agresor. O le produzca serias lesiones que tarden meses en curar. O sea, en el primer caso, el valiente ciudadano se puede llevar una paliza. En el segundo caso, supuestamente, le da una paliza al agresor. ¡Lo que le puede caer! ¿Por qué debería arriesgarse de este modo?

Esta pregunta es parecida a esta otra: ¿Por qué debo ser moral? Cualquier persona puede darse cuenta de que hay razones morales y razones prudenciales para la acción. Aunque no utilice este lenguaje. Según las razones prudenciales actúo en función de lo que me conviene. En el caso citado, está claro que no me conviene meter las narices en la situación violenta que comentamos. Y dada la legislación vigente, menos aún.

Pero todos tenemos una idea de lo que está bien y lo que está mal. Lo que nos lleva a las razones morales. Cuando actúo por razones morales, no actúo en función de mis conveniencias. Actúo en función de lo que es justo. En tal caso, me pregunto, ¿es justo que este bruto esté apaleando a esta indefensa mujer? Si no es justo, deberé hacer algo. A menos que me juegue la vida. Porque no es moralmente exigible que los humanos seamos héroes. En cualquier caso, será nuestra conciencia la que decida.

Y ahora termino con una referencia a los políticos. Los políticos tienen, insisto, una grave responsabilidad. La de favorecer, con las leyes que promulgan, la actuación de los ciudadanos honrados. Si defender a un inocente me puede traer muchos inconvenientes (policiales, administrativos, judiciales, etcétera), estos inconvenientes se añadirán al miedo a sufrir una eventual paliza. Todos recordamos el caso del profesor Neira, que defendió a una mujer agredida por el novio o como se llame, y sus dramáticas consecuencias. Ahora está muy grave.

No basta que los políticos exijan, hipócritamente, que los ciudadanos sean ejemplares. Ellos, los políticos, deberían empezar dando ejemplo, y facilitando las cosas a los ciudadanos de a pie. Exigir heroicidad a los ciudadanos corrientes y molientes es de una caradura inaceptable. Ellos son los que legislan y son, en última instancia, responsables de estas situaciones dramáticas.

Sebastián Urbina.

4 comentarios:

María dijo...

Una mujer indefensa, que luego resulta que se llama Violeta Santander y se dedica a cobrar millonadas por descalificar a su defensor en programas de telebasura.
Imagino que es difícil que aquí acojamos la idea de que si hay un intruso en mi casa, actúo en legítima defensa (como ocurre en le legislación estadounidense), pero lo que sí es cierto es que se tendría que considerar que esa persona no debería estar en MI propiedad. Porque digo yo que no será lo mismo golpear a alguien en la calle, que si ese alguien se mete en mi casa mientras duermo.

filósofo dijo...

María,

Por desgracia los políticos han desarrollado una legislación que claramente favorece la delincuencia. Tan es así que muchos delincuentes extranjeros tienen a España como el paraíso de la impunidad.

Así nos va. Luego, cuando pasa algo, ya dirá la vice vogue que no hay que legislar en caliente.

saludos

filósofo dijo...

test

Anónimo dijo...

Es cierto, dicen que no hay que legislar en caliente -cuando escucho esto siempre me pregunto si el que lo dice era pariente de la víctima- pero tampoco en frío. Pues ,como suele ocurrir, esperan que pase un tiempo y se olvide el tema. Y así no tienen que hacer nada. Que ya se sabe, desde hace mucho -creo que desde rousseau-, que las elites políticas son muy comprensivas con los delincuentes y sus "circunstancias".

Escéptico