(Muy importante)
EDUCACIÓN MALA, MALA EDUCACIÓN.
Los niños españoles no están preparados para la vida. Es su mayor debilidad. En cierto modo, o porque, a veces, no se
les ha educado con sentido común; o porque muchos padres, sobrepasados, han
tirado la toalla antes de tiempo, o porque cuando se les ha educado se ha hecho
entre algodones.
«Los niños de hoy son como una mariposa a la que no
les hemos enseñado ni dejado volar», explica la conocida psicóloga María
Jesús Álava Reyes. No es de extrañar que cuando llegan a la adolescencia,
más de una vez, acuden por su propio pie a las consultas de los psicólogos con
problemas que parecían superables y sencillos en otras generaciones: no
saben resolver una discusión con un amigo ni gestionar su primer
desengaño amoroso o el primer suspenso en la universidad. «Eso les produce
tan profunda crisis que les hunde», como comprueba muchas veces esta
experta en el Centro de Psicología Álava Reyes.
A muchos padres y educadores les costará reconocer
que «los
niños españoles son los más débiles de nuestro entorno occidental. O levantamos las alarmas o vamos al fracaso no solo
escolar, sino emocional». Es la advertencia que Álava Reyes no para de repetir
en todas sus conferencias. Un mensaje que defiende y argumenta en su libro «La
buena educación», del que es también coautora Susana Aldecoa, profesora y
directora del Colegio Estilo de Madrid.
Infelices e inseguros
¿Y cómo son los
niños de hoy? Así los define esta psicóloga en una entrevista con ABC: No conocen límites, normas ni pautas, lo que les hace sentirse inseguros. Son muy
vulnerables y muy manipulables por
su entorno, ya sea
por una red social o el malote o la malota del instituto que se apropia el
liderazgo del grupo. Son menos felices, porque no saben disfrutar de las
pequeñas cosas de la vida. No valoran el esfuerzo de realizar un trabajo o una
tarea, con lo cual viven una continua insatisfacción.
Ese es el resultado «de pasar por distintas edades sin haber
vivido las frustraciones, esfuerzos y superaciones que tienen que experimentar
en cada etapa. En lugar de ir aprendiendo esas vivencias, se lo hemos
solucionado los adultos», explica Álava Reyes.
«No les enseñamos a que tengan seguridad en sí mismos»
En resumen, las familias pecan de un estilo educativo
sobreprotector que atenaza el desarrollo de las competencias emocionales.
«A los niños les exigimos menos de lo que a cada edad se les puede exigir
emocionalmente, no tienen un buen nivel de autocontrol, no les enseñamos a que
sean generosos, a que se comuniquen bien con el entorno, a que tengan seguridad
en sí mismos, a disfrutar de las cosas pequeñas de la vida ni de lo que
consiguen por su propio esfuerzo...».
Hace 20 años sí estaban preparados
Lo peor es que esta
parte emocional antes sí se cultivaba. Los niños de hace
veinte años estaban
más preparados para la vida. «No se
cuidaba ni se invertía tanto en educación emocional, pero no existía el
desnivel de ahora. No tenían tantos regalos, ropa, juguetes, estímulos... Ni estaban sobrecargados de
extraescolares. Salían más a la calle, se relacionaban más jugando entre ellos
que es cuando aprenden a negociar, estrategias, a solucionar sus pequeños
conflictos... Y también se aburrían más». Estos son esas otros matices que ahora tampoco se
atienden como explica Sílvia Álava Reyes, directora del área infantil de
este veterano centro de psicología. El 40% de los casos que atiende son
niños, incluso de tres y cuatro años, que ya presentan problemas de
conducta: no toleran la frustración, son desobedientes y les cuesta
interiorizar las normas y límites.
Los niños europeos trabajan a los 16 años durante el verano
Cuando
María Jesús Álava Reyes compara a los niños españoles con los europeos señala
diferencias muy notables. «Los niños de nuestro entorno no
actúan así. La mayoría de los chicos tiene
un nivel de autoexigencia mayor, y están muy esclarecidos
lo límites y normas en la familia y en el colegio. Desde muy temprano trabajan más
la autonomía. Por ejemplo, a los 16 años suelen trabajar durante los
meses de verano para seguir con sus estudios, para darse cuenta del valor del
esfuerzo».
Eso sí, los
niños españoles tienen un punto fuerte: su capacidad de adaptación
a un entorno tan cambiante como el de ahora donde la revolución tecnológica
marca el ritmo y el camino. «Los niños pueden comunicarse con el mundo entero, pero no saben
relacionarse bien con la gente cercana, entre amigos, en el tú a tú, ese
contacto personal que dan los gestos y las miradas... Ahora están
enganchados a los chats, tienen tanta inseguridad que se han disparado los
casos de fobias sociales, el miedo a relacionarse con personas de su misma
edad....». Todo influye en una generación que, según la psicóloga, adolece
de inteligencia emocional.
(M.J. Pérez Barco/ABC)
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