sábado, 28 de diciembre de 2013

VISITE CATALONIA ARRODILLADO.


 (No se lo tome a mal. Solamente le llamarán 'hijo de puta'. Es el hecho diferencial catalán.

 Mariano ya lo sabe y no se inmuta. Simplemente paga de los impuestos de los españoles. Usted igual. De turismo. Y a beber cava. Nada de líos. Arturo ¿ necesitas más dinero?

PD. 
El PP de Mariano apesta tanto, que Vidal Quadras, Santiago Abascal y José Luis González Quirós anunciaron, hace pocos días en un hotel madrileño, que 'pasarán a la acción', dentro del propio partido popular. No parece, al menos de momento, que vayan a fundar un nuevo partido. Se verá.

Dado que son gente de palabra, además de valiosa, es de esperar que bajen aguas revueltas en el cortijo de Mariano. Se lo ha buscado.)







Son muchos los municipios que se han sumado a la vía separatista. Hoy traemos hasta nuestras páginas el de Cardedeu, del que destaca el recibimiento que hace al visitante.

Varias enormes esteladas independentistas dan la bienvenida, en las diferentes entradas de la localidad,  a todo aquel que llega a la ‘vila’ que se define como “poble per la independéncia”. Junto a esta frase, un enorme mapa de los “paísos catalans”.

En los últimos días han sumado a la bienvenida una pintada aclaratoria: “España hijos de puta”.
(Minuto Digital).

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LA SEMILLA DEL ODIO.

En el clima de exaltacion nacionalista que se vive en Cataluña, Josep Rull, secretario de organización de CDC, realizó el pasado miércoles una inequivoca alusión al Corpus de Sangre de 1640 que dio origen a la llamada Guerra de los Segadores

Rull dijo que ha comenzado la lucha por una «Cataluña grande y gloriosa», cuya supervivencia exige derrotar a «sus poderosos enemigos». Aludiendo a la rebelión de los segadores, afirmó: «Seremos la hoz que segará las cadenas cuando convenga».

Las palabras de Rull son una abierta incitación al odio hacia lo español, aprovechándose de un episodio histórico cargado de emotividad en el inconsciente colectivo del nacionalismo catalán.

Si conociera mínimamente el pasado, se daría cuenta de lo peligroso que es fomentar este tipo de bajos sentimientos que acaban de forma violenta cuando la farsa se troca en tragedia.

Recordemos lo que sucedió aquel 7 de junio de 1640 cuando cientos de segadores y una parte de la población de Barcelona se levantaron contra los tercios enviados a Cataluña por el Duque de Olivares para combatir a las tropas del monarca francés Luis XIII.

Aquella explosión de violencia -justificada por los abusos de las tropas de Felipe IV- provocó una insurrección generalizada que desembocó en una guerra civil entre los campesinos y los terratenientes.

Pau Claris, presidente de la Generalitat, proclamó la República Catalana, pero ello no sirvió para apaciguar la inestabilidad y el pillaje que desató el levantamiento de los segadores.

Como consecuencia de ello, los nobles y la incipiente burguesía catalana pidieron auxilio a las tropas del rey francés a cambio de aceptar su soberanía. Luis XIII aprovechó la ocasión para someter a Cataluña a una tiranía manu militari y para expoliarla. 

Fue el decenio más negro de su historia. En 1652, el ejército de Felipe IV volvió a entrar en Barcelona y, siete años más tarde, Cataluña volvía a la soberanía de los Austrias por la Paz de los Pirineos, que trazaba un nuevo mapa de Europa tras las contiendas religiosas que asolaron el continente en el siglo XVII.

La revuelta de los segadores originó una guerra civil entre los catalanes y luego una década de sometimiento al monarca francés, que por supuesto ignoró los derechos históricos y los fueros del Principado.

Como escribió Santayana, hay que conocer la historia para no volver a repetir sus errores. Las declaraciones de Rull son una imprudencia que, además de partir de una interpretación sesgada del pasado, resucitan los peores demonios que el nacionalismo lleva dentro.

(El Mundo/Pedro G. Cuartango.)

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