EL ODIO. (Con motivo del asesinato de una política del PP)
¿Es casualidad que dos ediles socialistas- mujeres por más señas- justificaran, a su modo, el asesinato de una política del Partido Popular?
¿Tendrá algo que ver el Pacto de Tinell por el que se pretendía excluir al Partido Popular de las instituciones democráticas? ¿Y el ‘cordón sanitario’ contra el PP?
¿Y las declaraciones de la periodista y escritora Maruja Torres, diciendo que ‘los votantes del Partido Popular son unos hijos de puta’?
La escritora Almudena Grandes, además de hacer chascarrillos sobre monjas violadas, dijo textualmente, el 27/03/2007, que le gustaría "fusilar" cada mañana a dos o tres voces que le "sacan de quicio". Lo dijo durante la presentación de un libro. Ya pueden imaginar que las voces son de ‘la derecha’.
'La izquierda ya no tiene ideas. Sólo enemigos'.
(Alain Finkielkraut.)
Otra edil del PSOE gallego, Beatriz Martínez Sancho, concejala en el Ayuntamiento de Meis (Pontevedra), dimitirá por justificar en un comentario la muerte a tiros de la presidenta de la Diputación y del PP de León, Isabel Carrasco.
Horas después de que la concejala en Vilagarcía Susana Camiño dimitiera y pidiera perdón por escribir en Facebook "quien siembra vientos recoge tempestades", en referencia al crimen, Martínez Sancho ha publicado un comentario en Facebook en el que amenaza al presidente de la Diputación de Pontevedra, Rafael Louzán, miembro del PP. La edil, además de ponerle sobre aviso, le califica como "sinvergüenza" y persona que "se enriquece con dinero público".
La frase literal publicada en su Facebook es: "Cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a remojar. Tiembla Louzán que la gente anda muy desesperada y los sinvergüenzas que se enriquecen con dinero público terminan pagando. Parece esto Sinaloa... jaja". Además, la edil acompaña el texto con la noticia de la muerte de Carrasco.
A pesar de que el perfil de Facebook de la edil se encuentra cerrado al público, alguno de sus contactos hizo una captura de pantalla que empezó a circular por las redes sociales.
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EL LENGUAJE DEL
ODIO EN LA IZQUIERDA ESPAÑOLA.
"Pajilleros,
reprimidos, grasientos, puteros, siniestros, mirones clandestinos, fetichistas
de la mugre, cobardes y acomplejados". Así calificaba hace pocos días el
director de la cadena SER, Daniel Anido, a sus rivales ideológicos.
Ahora que
se ha deshecho la espuma del salivazo progresista, reflexionemos. ¿Por qué y
cómo puede alguien con responsabilidades públicas –la dirección de la primera
cadena de radio del país- recurrir a tan hediondo arsenal? Descubriremos que se
trata de un típico reflejo de la retórica progre. Análisis de discurso.
Empecemos
poniendo el asunto en su contexto. La generación progre tiene un problema, y es
que encarna en sí misma un apabullante fracaso histórico. En nombre de la
libertad apoyó a regímenes dictatoriales que ejecutaron las mayores matanzas
que la humanidad ha conocido. En nombre de la igualdad ha terminado proponiendo
políticas de discriminación que crean una nueva casta de privilegiados. En
nombre de la emancipación sexual alentó una “liberación” que se ha traducido en
la multiplicación exponencial de la industria pornográfica. En nombre de la
tolerancia ha desarrollado un sectarismo de lo “políticamente correcto” que es
profundamente intolerante. En nombre de la educación predicó planes de enseñanza
que han creado generaciones enteras de hombres y mujeres sin formación. En
nombre de la libertad de costumbres favoreció cosas como el consumo de drogas,
que se ha traducido en una atroz esclavitud. Y así sucesivamente.
Del brutal
choque con la realidad ha surgido un estilo retórico muy singular, cargado
tanto de odio como de victimismo, y doblado todo ello con un injustificado
(pero que muy injustificado) sentimiento de superioridad moral. Ahí cabe la
tremolina del docto Anido: "Pajilleros, reprimidos, grasientos, puteros,
siniestros, mirones clandestinos, fetichistas de la mugre, cobardes y
acomplejados". El grado cero de la inteligencia, el grado diez de la
retórica.
El
lenguaje del odio
Semejante carga
de odio no sorprenderá a quienes conozcan, siquiera sea someramente, los
gruesos anaqueles de la literatura panfletaria moderna. Ejercicios como el de
Anido son particularmente abundantes desde la Revolución francesa, y muchos de
ellos traslucen su misma falta de talento. La subliteratura republicana
española, por ejemplo, pertenece al mismo género. Hay en el texto de Anido
muchos rasgos que lo emparentan con los panfletos jacobinos contra los
vendeanos y con las atrocidades frentepopulistas contra la Iglesia; todo nace
en el mismo humus ideológico.
Pero si los
términos del ataque no sorprenden, llama sin embargo la atención el oscuro
mecanismo psicológico del autor, que expele proyectiles de odio contra alguien
a quien al mismo tiempo acusa de extender el odio, de manera que el denunciante
asume la misma actitud que reprocha al denunciado. Este mecanismo psicológico,
que en vano se intentará fundamentar en actitudes racionales, se llama proyección: uno reprocha al otro lo mismo
que uno hace. En el plano de la subliteratura política, es muy característico
de la fase “soviética”, cuando el asesino de masas, para justificar su acción,
acusa a la víctima de asesinar a las masas.
A partir de
este momento, la invectiva deja de poseer valor objetivo, la realidad material
desaparece, se prescinde de los hechos y entramos en una fase de construcción
imaginaria de las cosas, es decir, en una fase propiamente mítica del relato
político, donde el equilibrio psicológico del individuo naufraga. Privado de
referencias materiales, objetivas, fácticas, el sujeto sólo vive en la medida
en que logra acompasar su acción al mito político. El resultado frecuentemente
desemboca en la demencia. Es el caso de aquellas víctimas de las grandes purgas
stalinistas que, ante el tribunal, pedían su propia ejecución por haber
traicionado a la Revolución; en un plano menos luctuoso, pero quizá más
trágico, vale el caso de esos mozalbetes atiborrados con sobredosis de
subliteratura revolucionaria que golpean y aterrorizan a la gente en nombre del
pacifismo.
Cuando el
discurso ideológico abandona la realidad de los hechos, las palabras se
convierten en objetos sólidos que sólo valen por su peso fonético o por sus
connotaciones secundarias, no por su semántica real. “Pajilleros, reprimidos,
grasientos, puteros, siniestros, mirones clandestinos, fetichistas de la mugre,
cobardes, acomplejados”. Son palabras que en realidad sólo tienen valor en la
medida en que despiertan determinadas reacciones emocionales en el autor y en
el público que comparte su mismo sentimiento. Fuera de esa tribu léxica y,
desde luego, fuera de ese contexto, son palabras que carecen de relevancia, y
lo mismo podríamos sustituirlas por “húsares, autocaravanas, queso de Cabrales,
zapatilla, cedro y luminaria”.
Un aspecto
importante del rosario –con perdón- de insultos de Anido es la insistencia en
el aspecto sexual. El valiente tribuno no llama a sus enemigos “fascistas”,
“explotadores”, “capitalistas”, “reaccionarios”, etc., términos tópicos de la
vieja literatura de izquierdas, sino que recurre al vocabulario de la vida
sexual. Esto tiene su importancia porque incide en la transformación del
discurso de izquierda en los últimos años, que derivado desde lo económico
hacia lo genital. Pero de eso hablaremos otro día.
(José Javier Esparza/El Manifiesto)
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