EL NUEVO SECTARISMO DE PROGRESO.
En una entrevista, del
pasado Febrero, el cineasta Fernando López Mirones, dijo: 'Un actor que no
se diga de izquierdas no trabajará’. Así denunciaba López Mirones el
pensamiento único que opera en el cine español.
Si este cavernícola
sectarismo funcionase únicamente en el mundo del cine, podríamos darnos por
satisfechos. Pero no. Este es el tono general de la vida española. ¿Por qué?
Veamos solamente dos
casos. Uno de ellos se remonta a la guerra civil, aunque llega hasta el momento
presente. El otro nace y se desarrolla ahora.
La izquierda-
supondremos que se puede hablar de ‘izquierda’ y no de ‘izquierdas’, para
simplificar- monopoliza el lado bueno de la Historia. ¿Y quién le ha dado tal
prerrogativa? Ella misma. ¿Cómo ha sido posible?
La creencia en la
superioridad moral de la izquierda proviene de la Revolución francesa de 1789,
pero la influencia más poderosa es de la Revolución bolchevique de 1917. En un libro de J.C. Girauta, prologado por Pio Moa, ‘La República de
Azaña’, dice: “el fatal error republicano" fue "dejar fuera del
sistema, con la legitimidad en duda, la cabeza gacha y pidiendo perdón a
cuantos no se adscriban a la izquierda o al nacionalismo".
Esto resume bastante
bien una de las más grandes miserias de la izquierda. Pasada y actual. El
desprecio, o el odio, hacia los que no piensan como ellos. Esta actitud
excluyente deriva de una firme creencia en su superioridad moral. De ahí que
las izquierdas de la II República no tuvieran ningún reparo en criminalizar a
los ‘malos’. O sea, ‘la derecha’. Como si sólo la derecha hubiese cometido
barbaridades.
No importa que las
izquierdas quemaran iglesias y asesinaran curas, monjas y seglares católicos
por el hecho de serlo. Nada de lo que hicieran podía eliminar la superioridad
moral de las izquierdas.
Parece algo
infantil y lo sería si no hubiera tantos muertos y tanto sufrimiento de por
medio. Me refiero a la distinción entre ‘buenos y malos’. Por supuesto, no se
dice así. Pero las consecuencias prácticas son estas. Por simple que parezca,
unos se proclaman ‘buenos’, la izquierda, y otros se califican de ‘malos’, la
derecha. Y no hablo ya de la II República. También ahora, en 2016. ‘Un actor
que no se diga de izquierdas, no trabajará’.
O sea, el que no es de
izquierdas, es un apestado. Pero convertir el adversario político en enemigo,
es un peligro y una inmoralidad. Es, en la práctica, fomentar el
guerracivilismo. Aunque no se diga así.
Pero no es solamente un
despreciable desvarío moral. Es también un camino hacia la idiotez y el
sectarismo. ¿Por qué? Plantear los problemas y discusiones en términos de
‘buenos’- nosotros- y ‘malos’- ellos-, es el camino que conduce a la estupidez,
por ausencia de argumentación. ¿Para qué tengo que pensar, para qué tengo que
informarme, para qué tengo que tomar en serio lo que dice el otro? Me basta con
llamarle ‘facha’, y ya he ganado.
Si alguien ‘argumenta’
así, o ya es idiota, o lleva camino de serlo. Pues esta es la situación de
millones- ¡ojalá me equivoque!- de españoles de progreso. Cuando se ha interiorizado
que la verdad es monopolio exclusivo de la izquierda, ya no hay que pensar más.
Esto sucede, por ejemplo, con la guerra civil española. Todo el que disienta de
la verdad oficial de la izquierda, es un facha.
Algo parecido a lo que
pasa con los amigos de la izquierda, los nacionalistas. Si usted se atreve a
criticar los sagrados dogmas del catalanismo, es un franquista. Y no hay más
que decir.
Tal vez usted crea que
exagero los niveles de idiotez sectaria de la izquierda, con las excepciones de
rigor. Le daré dos ejemplos. El líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón,
dijo en su paso por El Objetivo
de La Sexta:
Otro conocido político de izquierdas, el diputado de IU, Gaspar Llamazares, el 19 de Noviembre de 2013, y a la pregunta: "¿Qué le parece lo de soltar en masa a asesinos de extrema izquierda?”, contestó: "Ningún terrorismo es de izquierdas".
Este nivel de estupidez no es casual. Nadie es tan tonto sin proponérselo. Por eso no produce extrañeza, aunque sí enfado y decepción, que el líder socialista Pedro Sánchez, en la grave situación que vive España, se haya negado a hablar con el partido que ha ganado las elecciones. ¿Por qué? Porque es ‘la derecha’. ‘Los malos’.
Y lo digo sin haber votado a Rajoy, pero esto es secundario. Lo importante es, no solamente su rechazo a hablar- el famoso y falso diálogo progresista con todos y todas- con el Partido Popular, sino desear un abrazo fraternal con Podemos. ¿Y cuál es la ideología de Pablo Iglesias?
En una entrevista
publicada en El Mundo el
17 de mayo de 2015, Iglesias se define a sí mismo como un socialdemócrata.
Acto seguido, precisa: “Socialdemócrata como Marx y Engels, como Vladimir
Ilich”. Es decir, como Lenin. Un asesino.
En
diciembre de 1917 Lenin había ordenado a un individuo llamado Dzerzhinsky la
formación de la ChK (siglas que darían origen a los lugares de detención y
tortura de la España republicana durante la Guerra Civil, las checas), la
Comisión Panrusa de la lucha contra la Contrarrevolución, un servicio secreto
encargado de la represión y del terror que después se llamaría GPU, NKVD, MGB y
KGB.
Entre las directrices de la ChK estaba la de prestar una especial atención a los cadetes, los eseristas moderados y la prensa. Como relataría Trotsky, cuando los eseristas de izquierda protestaron por los fusilamientos, Lenin les contestó: “¿Creéis realmente que podemos salir victoriosos sin utilizar el terror más despiadado?”.
Sus
herederos ahora quieren gobernarnos, con el apoyo de separatistas y comunistas
.
Y
‘la derecha’, centrada en el precio de la leche.
Sebastián Urbina.
(Publicado en El Mundo/Baleares/8/Abril/2016.)
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