VIOLENCIA
E IDEOLOGÍA.
En 1996 la
policía se presentó en una cabaña, en el Estado de Montana, y detuvo a Theodore
Kaczynski, conocido como Unabomber. Se había dedicado, desde 1979, a enviar
paquetes bomba a personas destacadas en la consolidación y perpetuación del
sistema. O sea, de la sociedad capitalista. Consiguió que algunos de los
periódicos más importantes de USA publicaran su ‘Manifiesto’. En algunos de sus
párrafos, dice:
‘..
Abogamos por una revolución contra el sistema industrial... Tan sólo somos
capaces de bosquejar las medidas generales que deben tomar quienes odian el
sistema industrial... Su objetivo no será acabar con el gobierno, sino con la
base económica y tecnológica de la sociedad’.
Fijémonos
ahora en una de las frases del libro ‘Educación para la Ciudadanía’, de C.
Fernández, P. Fernández y L. Alegre, editorial Akal. Por supuesto, no pretendo
decir que compartan las actitudes violentas de Unabomber. Pero si dejamos
aparte la violencia, ambos coinciden en algo. Están aterrados ante el gran
peligro que representa el sistema capitalista. Dicen estos autores:
"El capitalismo es como un tren sin frenos que se acelera cada vez más. Camina, sin duda, hacia el abismo’.
¡Es
terrible! Tal vez los jóvenes (y no tan jóvenes) griegos pensaban en algo
parecido cuando descargaron su rabia contra casi todo. A las 20.00 horas del
sábado 6 de diciembre de 2008, un grupo antisistema atacó violentamente un
furgón de la Policía en Atenas en el barrio de Exarchia. Uno de los agentes del
furgón atacado respondió lanzando una granada de humo, y otro realizó tres
disparos de advertencia, según informó con posterioridad la Policía griega. La
versión del agente es que realizó dos disparos al aire y el tercero al suelo.
Habría sido esa bala la que rebotó e impactó en el pecho de Andreas
Grigoropoulos, de 15 años de edad, y la que le provocó la muerte horas después
en el Hospital.
Pero la
cuestión a tratar es el de la llamada ‘violencia antisistema’. Es decir, tratar
de entender los destrozos, cócteles Molotov, incendios, saqueos y ataques a la
autoridad. ¿Lo hicieron por el joven muerto? Se habla, también, del malestar
por las reformas económicas, de las inseguras perspectivas laborales de los
jóvenes y de la corrupción política. ¿Fue, también, por esto o hay más?
A mediados
del siglo XIX, el marxismo era la ideología revolucionaria más arraigada y con
mayor influencia. Pero a pesar de los vaticinios de Marx y a pesar de la
alienación (real o supuesta), la mejora de las condiciones materiales (que ya
se hacían visibles a finales de siglo) facilitaron el avance del reformismo.
Aunque, en su momento, Eduard Bernstein (el llamado padre del revisionismo)
fuese derrotado y Lenin saliera victorioso.
Pero el
reformismo no es tan apasionante ni divertido como la revolución. A pesar de
que el ‘socialismo realmente existente’ ha sido derrotado por los hechos, la
ideología revolucionaria y anticapitalista sigue diciendo las mismas peligrosas
tonterías, como si no hubiera pasado nada. Como si el comunismo no tuviera más
de cien millones de muertos sobre sus espaldas. Pero sigue habiendo oyentes
apasionados que hacen oídos sordos a lo que no interesa escuchar.
Y no se
trata solamente de ‘jóvenes airados’. El teólogo de la liberación, Leonardo
Boff ha dicho, por activa y por pasiva, que todos los males se deben al
capitalismo. Y que la liberación consiste en la supresión del capitalismo. ¿Cómo
se consigue? Mejor no concretemos.
Pasemos al
variopinto mundo de los antiglobalizadores. Aquí hay de todo. Jóvenes, viejos,
sindicalistas, ecologistas, artistas y un multicolor repertorio de enfurecidos
antisistema. Por supuesto, los hechos tampoco interesan. Por ejemplo, los
países pobres lo serían, dicen ellos, a causa de la malvada mundialización.
Pero ¿cómo se explica que Burundi y Tanzania sean pobres y Bostwana y Swazilandia
no lo sean? Porque las dos últimas naciones se abrieron al malvado comercio
internacional. Por supuesto, no basta abrirse al mundo para salir de la
pobreza. Pero no se puede salir de la pobreza encerrándose en sus fronteras, e
interviniendo políticamente en el mercado. O sea, rechazando la liberalización
económica. Por el contrario, véanse los positivos resultados de la
liberalización económica en China y la India.
En fin,
hablando de números. Como dice Johan Norberg, entre 1965 y 1998, el ciudadano
medio del mundo ha multiplicado casi por dos sus ingresos, de 2.497 a 4.839
dólares ... El repunte ha sido aún superior en el 20% más pobre del mundo, que
en ese mismo periodo pasó de 551 a 1.137 dólares de promedio de renta, o sea,
más del doble.
Esto se ha
conseguido con el malvado capitalismo. ¿Qué pueden ofrecer los antisistema?
Ideología. Y en muchos casos, violencia. ¿Por qué violencia? Porque la
frustración la favorece. Llegan a creer sus propios sueños. Pero estos sueños
nunca se materializan. Entonces, intentan acelerar el proceso. Quieren hacer de
partera de la historia. Sin embargo, los resultados son decepcionantes. Más
pobreza y violencia. No hay propuestas positivas que tengan sensatez y factibilidad
porque rechazan el reformismo. Quieren ‘darle la vuelta al calcetín’. Una
solución radical. Y ya conocemos los resultados.
Pero no se
trata sólo de la economía capitalista, malvada y opresora. También lo es la
cultura. La cultura es, para mucha gente de izquierdas, un gran sistema
represivo. No es casual que el pensamiento de izquierdas haya tendido a
‘comprender’ (y en ocasiones a justificar) los comportamientos delictivos. De
ahí que muchos vean en la violación de normas, ‘actos de resistencia’ ante la
opresión. Porque, dicen, el ‘verdadero’ culpable sería la sociedad capitalista.
Esta ‘comprensiva actitud’ cubre desde los terroristas a Bonnie and Clyde.
Así lo creen muchos y no necesariamente analfabetos. Michel Onfray, dice en su ‘Antimanual de filosofía’: ‘Es verdad que el esclavo ha existido siempre, y no solamente a partir del momento en que el capitalismo liberal tomó las riendas del destino de Occidente y más tarde del planeta’.
¿Se unirán, los antisistema, a las tropas de Espartaco?
¡Esclavos, a las barricadas!
Sebastián
Urbina.
(Publicado en ElMundo/Baleares/7/Octubre/2016.)
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