(Es muy peligroso que siga habiendo gente que no se quiera enterar de lo que pasa en Cataluña.
Y especialmente grave cuando se trata de políticos. Pero, por desgracia, tenemos- en los Parlamentos- gentes que son idiotas, otros idiotas voluntarios, y tipejos- aunque se dicen 'Señorías', que desprecian a España. Y les pagamos.
España es diferente.)
CATALUÑA SIGUE EN LAS TRINCHERAS.
La legislatura que ayer arrancó en Cataluña no parece que vaya a coser la brecha que la
quimera independentista ha abierto en la convivencia. Ni la
elección de Roger Torrent como presidente del Parlament -un independentista
alineado durante los últimos meses con la facción más radical de ERC- ni la
contumacia discursiva del bloque soberanista en torno a los "presos
políticos" preludia un tiempo político capaz de devolver la política
catalana a la normalidad institucional.
Lo primero que cabe subrayar es
que si el independentismo ha podido situar a uno de los suyos al frente de la
Cámara catalana ha sido gracias a la confluencia catalana de Podemos. Su
aparato de propaganda se esfuerza por presentar la abstención de los comunes como un ejercicio de
exquisita equidistancia; falsa
neutralidad desenmascarada por la evidencia de que dicha abstención beneficiaba
al candidato propuesto por Esquerra, Junts per Catalunya y la CUP.
De hecho, la seguridad de
que la marca controlada por Ada Colau cercenaría el paso a Ciudadanos persuadió
a Puigdemont y el resto de fugados de no solicitar la delegación de su voto,
tal como sí hicieron Junqueras, Forn y Sánchez. El conglomerado de Pablo Iglesias sigue sin
corregir su ruborizante sintonía con quienes quieren romper España,
lo que constituye un lastre no sólo para Podemos sino para la unidad nacional y
el orden constitucional.
Es cierto que el discurso de Torrent sonó conciliador, y que no
escatimó en llamamientos a la necesidad de volver a la "normalidad".
Tan es así que se produjo una paradoja: la CUP reaccionó censurando el tono y
el PP elogiándolo. El problema de esta retórica es que ya se la escuchamos a
Carme Forcadell en el arranque de la legislatura pasada, cuya hoja de ruta
derivó en un golpe al Estado de derecho.
La
intervención de Torrent no casa ni con la estrategia del partido de Junqueras
ni con su cerril crítica al 155, ni tampoco con las incendiarias palabras de
Ernest Maragall. El dirigente de ERC, que pronunció un discurso
partidista e impropio de la función encomendada a la Mesa de Edad del
Parlament, no tuvo reparos en sentenciar: "Este país siempre será
nuestro". Una amenaza que provoca escalofríos en boca de quienes aún no
han hecho una renuncia explícita de la unilateralidad.
El separatismo se ha garantizado el control de la Mesa, pero lo
que se espera de Torrent es que sea el presidente de todos y respete la ley,
una exigencia democrática básica que debería ir acompañada de un Govern que
gestione problemas, no que los cree. Pero el afán de Puigdemont de ser
investido telemáticamente sólo alargará el 155 y cronificará el conflicto tras
el recurso que el Gobierno presentará al TC. Mientras los secesionistas no aterricen en la
realidad, Cataluña seguirá encallada en la fractura política, la división social y la inestabilidad
económica.
(Edit.ElMundo.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario