¿PARA QUÉ SIRVE LA DEMOCACIA?
RECUERDO LA EMOCIÓN que sentí -como muchos de mis compatriotas- cuando entramos -después de muchas dificultades y penurias- en la senda democrática, allá por el año 1978. Año de la Constitución española.
¿Por qué tanta emoción? Porque el paso de un régimen autoritario -como el franquista- a una democracia -homologable con cualquiera de nuestro entorno- permitía conseguir algo fundamental y anhelado desde hacía mucho tiempo. La libertad de opinar sin tener miedo a represalias de las autoridades. Y elegir a los políticos que nos han de representar.
Hablo de opiniones que caen dentro de los límites democráticos, aunque sean difusos. Pero siempre hay límites, excepto en la selva. No me refiero a opiniones que dicen, por ejemplo, «Al salir de aquí, matad a un puto guardia civil», como parece ser que dijo Valtonyc, admirado por la extrema izquierda y similares. Por cierto, a Pedro Sánchez le pareció que nuestra democracia era de muy baja calidad, porque los jueces habían condenado a Valtonyc.
En realidad, el que es de muy baja calidad es el socialista Sánchez, que mendiga el apoyo de golpistas y comunistas para mantenerse en el sillón. ¡Es vergonzoso! La libertad democrática no es Valtonyc. No lo es el deseo público de que se mate a alguien.
Otra de las ventajas de la democracia que todos -o casi todos -esperábamos- era el pluralismo político. No solamente opinar diferente sin que pasara nada sino, también, organizar partidos, asociaciones, actos culturales, publicar diarios, emisoras, cadenas televisivas, revistas y libros, etcétera.
Sin embargo, mirado retrospectivamente, me parece que había un exceso de euforia. Al menos en buena parte de la ciudadanía. Si estoy en lo cierto, había una tendencia a creer que, con la recién llegada democracia, se resolverían todos nuestros problemas. También había gente que creía -y algunos siguen así- que democracia equivale a hacer lo que a uno le da la gana.
¿Para qué sirve la democracia? La democracia sirve- entre otras cosas importantes -para que, si la mayoría de los ciudadanos ejercita su libertad, con sentido de la responsabilidad y un cierto conocimiento de lo que habla- un poco de información y un poco de formación-, ayudará a que la nave en la que todos estamos embarcados, navegue mejor que en cualquier otro sistema político. No conozco sistema mejor, aunque los corruptos, despilfarradores, separatistas, golpistas y comunistas antisistema lo puedan poner en peligro.
Tanto el sentido de la responsabilidad, como un mínimo de información-formación, no aparecen caídos del cielo. Se aprenden. De ahí el papel fundamental del sistema educativo. Por supuesto, también los padres, pero los padres también han sido niños y han necesitado que les enseñen. Sin esta conjunción beneficiosa de padres y maestros, la educación no cumple el importantísimo papel de formar buenos ciudadanos.
Hay que añadir el sentido de la responsabilidad y la información-formación que deberían tener los políticos que implantan las leyes educativas. En general, las leyes educativas, y la LOGSE, en particular, han sido un desastre.
«La LOGSE fue -es, porque sigue viva, empeorada y se llama LOE- seguramente la mayor desgracia de cuantas la gobernación socialista trajo a España. Ni la corrupción, el nepotismo, los sellos de Roldán, la toma funcionarial del Estado, el GAL o el inicio de la ruptura sentimental de España, con ser asuntos gravísimos, pueden compararse con las consecuencias que el conjunto de leyes educativas producidas por los gobiernos del PSOE desde su llegada al poder, en 1982 (y de las que la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo constituyó la pieza maestra), han supuesto y supondrán para el futuro de los españoles»'.
Tal vez, usted considere exageradas estas palabras. Está en su derecho, pero Javier Orrico es catedrático de Instituto de Lengua y Literatura, y uno de sus exitosos libros 'La enseñanza destruida', es un detallado y argumentado análisis de los múltiples daños derivados del sistema educativo socialista que han sufrido generaciones de españoles.
¿Qué hacer? Como decía el filósofo y economista Otto Neurath (1882-1945): «Somos como marineros que tienen que reconstruir el barco en mar abierto, sin poder desmantelarlo en un dique y rehacerlo con nuevas piezas, incapaces de comenzar de cero. Cuando nos alcanza la tormenta y un rayo destruye una viga, tenemos que poner otra en su lugar en pleno fragor de la tempestad, mientras usamos el resto del barco como soporte.
Así, mediante las vigas viejas y las que hallamos a la deriva, podemos hacer un nuevo barco, pero sólo mediante una reconstrucción gradual». Por eso desprecio tanto a los políticos que engañan a la gente -aunque la gente engañada también sea responsable- con demagógicas promesas de mundos felices -como las del comunista Iglesias, tic, tac- que no se harán realidad, y si se hicieran realidad sería mucho peor.
Y a los que han colaborado en este engaño. Medios de comunicación incluidos. Y a los políticos que han defraudado o estafado, y los que han colaborado con ellos. Y a los políticos que han permitido -incluso promovido- una educación de bajo nivel, que ha convertido a muchos españoles en ovejas asilvestradas, gritonas e irrespetuosas, pero obedientes a las consignas políticamente correctas y redes sociales.
La democracia no puede ser mejor de lo que son los que la constituyen, de ahí la gran importancia de un buen sistema educativo. Y las instituciones, si en vez de obedecer a su lógica interna, se someten a las presiones de políticos y poderes fácticos, la democracia se corrompe. Y se desmoraliza al ciudadano, que percibe que lo que mejor funciona es la recaudación, de cada vez más agobiante y excesiva.
Ya no vivimos la democracia directa -afortunadamente-, pero no basta vivir pasivamente este agotado y ruinoso modelo autonómico. Porque corruptos aparte, los demagogos, separatistas, golpistas y antisistema, están poniendo nuestra democracia en peligro. No bromeo.
Esperemos que la Logse/Lomce/Loe y medios de comunicación de progreso no le nublen la vista. Sea un buen ciudadano. Infórmese bien. Y luego decida. Hará un favor a la democracia. Y a usted mismo.
Sebastián Urbina es doctor en Filosofía del Derecho./ElMundo/26/10/2018.)
2 comentarios:
Juro que no estoy bebido (me lo tiene prohibido, entre una larga lista de placeres, mi paleontólogo de cabecera: me aseguró que así no viviría más pero, en cambio, sí que se me harían los días más laaaargos, laaaargos. Y acertó. Es una eminencia). Pues bien, descartado que mi exposición esté condicionada por influencias del alcohol etílico, tengo para mí (es decir, adelanto que no pretendo estar en posesión de la verdad) que llegará el día en que gobiernen a los pueblos personas independientes de otros idearios que no sean los de la eficacia y el bien común. La democracia, el voto de quienes eligieran a estos “Ministros” y la elección de estos electores y su renovación, sería harina de otro costal. De la misma manera que parecen criticables las teocracias que conocemos, no veo el porqué sí, en cambio, aceptamos de buen grado que nos administre una tropa esclava de credos, más mundanos pero credos e ideas en definitiva, y que no reconocen otra patria que a su propio partido. Quizás iríamos igual de mal pero, como mínimo, nos resultaría mucho más barata la vida. Y, aunque no nos gobiernen los curas, el ciudadano puede seguir pensando y comportándose en católico, en musulmán, en adventista, etc., ¿no?
Aunque no existen las personas totalmente independientes, firmaría que fueran honestas e inteligentes. No necesito que sean de ningún partido. ¿Será pedir demasiado?
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