(La ventaja de no tener vergüenza es que no te sientes obligado a hacer lo que tienes que hacer.
Suponiendo que mentir públicamente y plagiar una tesis permita que un presidente siga en su puesto. ¿Se lo merece la sociedad española?
Cada uno que responda. Claro que si usted es moralmente superior, no necesita responder.)
EL ELEFANTE SIGUE AHÍ.
El elefante sigue en la habitación, aunque la verdad oficial establezca que el paquidermo no existe. El elefante es grande, barrita e incordia al eventual ocupante del poder; aunque los medios «progresistas» y los de querencia pesebrista se hayan plegado a la presión gubernamental e impongan un telón de olvido sobre el corpulento mamífero proboscidio.
Sánchez, único dirigente del orbe que cada cinco frases se llama a sí mismo «presidente», continúa enmarañado en la red de embustes que tejió alrededor de su tesis doctoral. Los estrategas monclovitas contaban con que ABC, el periódico que reveló los plagios el pasado 13 de septiembre, «acabará aburriéndose del tema». Lo que unido al toque de corneta ordenando silencio a los suyos bastaría para pasar página. Pero el elefante, ay, sigue siendo enorme y resulta imposible no verlo.
El primer reflejo de Sánchez cuando asomó la amenaza fantasma de su tesis fue mentir y amenazar a la bancada de Ciudadanos con un «os vais a enterar», insólito en un gobernante democrático. Rivera le había preguntado por qué no estaba a disposición del público su trabajo de doctor cum laude. Sánchez, muy irritado, respondió que sí lo estaba, que se hallaba «colgado» en internet. Al responder así mintió en el Parlamento, pues 52 horas después el Gobierno anunció que por fin subía la tesis, haciendo obvia la falsedad del jefe del Ejecutivo.
El día de la publicación de la exclusiva de este periódico, Sánchez madrugó para subir un tuit amenazando con represalias en tribunales. Posteriormente remitió un escrito de rectificación, que por ley es obligado recoger. Sin embargo, no ha consumado su amenaza de pleito. ¿Por qué? Pues porque el cúmulo de pruebas de sus corta y pegas y chapuzas en su tesis y libro es tal que ir a tribunales solo le serviría para amplificar su engaño.
Está probado que en la tesis hay textos de otros autores que no son referenciados según las normas académicas. Está probado que plagió de documentos oficiales e incurrió también en autoplagios, refritando artículos suyos previos, práctica vetada en una tesis. Está probado que las citas están plagadas de errores, algunos tan risibles como hablar del autor Voir M. Granovetter, cuando «voir» es su copia chapucera del verbo «ver» escrito en francés (tal autor pasa así a tener Ver como nombre de pila).
Está probado que el libro que publicó con el material de la tesis plagia una conferencia y documentos oficiales (según destapó un periódico afín al propio Sánchez, quien despachó el engaño con un simple «se corregirá»).
Por último, sigue pendiente una respuesta del Gobierno ante una gravísima acusación de la compañía alemana PlagScam, que sostiene que Moncloa manipuló su programa de software antiplagio para dar solo un 0,96% de copia en la tesis, cuando la firma germana asegura que el resultado correcto es un 21%. Parafraseando el célebre micro cuento de Monterroso: Cuando Sánchez se despertó, el elefante seguía allí.
Cerramos con una gran cita: En Alemania, «personas con responsabilidades ministeriales y a las que les han descubierto que han plagiado una tesis, lo que han hecho es dimitir» (Doctor Pedro Sánchez Pérez-Castejón, 1 de junio de 2018 en el Congreso).
(Luis Ventoso/ABC/8/10/2018.)
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