¿QUÉ ES SER DE
EXTREMA DERECHA?
A finales del mes de Julio de 2014, Alberto Sotillos, un socialista
madrileño que aspiraba a liderar el PSOE, (ahora en otra formación) afirmó que
Vox es un partido de extrema derecha, y también algunas ‘facciones del PP’.
La despreciativa opinión de Sotillos, hacia Vox y parte del PP,
tendría poca importancia si fuese algo excepcional. Pero no lo es. Me atrevo a
decir que la inmensa mayoría de la izquierda considera a Vox- y a un sector del
PP- como de extrema derecha. Y, tal vez, la llamada ‘derecha acomplejada’ opine
algo parecido.
A la opinión de Sotillos se adelantó M. Hidalgo, en El Mundo, en
Diciembre de 2013. En su artículo ‘Novedad’ anunciaba la aparición de un nuevo
partido: ‘‘Va a ser una extrema derecha de ‘cuello blanco’ que no se
reconocerá como tal, que no cuestionará públicamente la democracia, pero que
abogará por un autoritarismo reaccionario.’’
En
Febrero de 2010, los diputados populares Gil Lázaro e Ignacio Cosidó
pusieron contra las cuerdas a Rubalcaba por el ‘caso Faisán’. Pero el
socialista respondió así: "Usted va contra mí para lucirse en las
cadenas de extrema derecha". Y a principios de Junio pasado, nada
menos que el secretario de organización del PSOE, César Luena, dijo que el
aislamiento del Gobierno de Rajoy se debía a sus políticas de ‘derecha
extrema’. Ya no se trata sólo de facciones del PP.
Aquí y ahora,
llamar a alguien de ‘extrema derecha’ supone una seria descalificación. ¿Por qué?
Porque la ‘cultura progresista’ sigue siendo dominante. No en vano reparte
carnés de ‘buenos’ y ‘malos’.
¿De dónde viene todo esto? En pleno siglo XX, y dado que ni los conflictos bélicos, ni la revolución rusa bastaron para alcanzar los objetivos revolucionarios de la izquierda, había que cambiar, no de objetivos, pero sí de medios. Ahora se trataba de modificar las conciencias. En lenguaje marxista, tratar de controlar, a su favor, la llamada superestructura. De ahí que haya tanto progre, no sólo en la Universidad y en los medios de comunicación sino, también, en el llamado ‘mundo de la cultura’.
¿De dónde viene todo esto? En pleno siglo XX, y dado que ni los conflictos bélicos, ni la revolución rusa bastaron para alcanzar los objetivos revolucionarios de la izquierda, había que cambiar, no de objetivos, pero sí de medios. Ahora se trataba de modificar las conciencias. En lenguaje marxista, tratar de controlar, a su favor, la llamada superestructura. De ahí que haya tanto progre, no sólo en la Universidad y en los medios de comunicación sino, también, en el llamado ‘mundo de la cultura’.
Dicho esto, aclaremos
el significado de ‘extrema derecha’ para saber, con precisión, a qué se refiere.
Dado que en el diccionario de la Real Academia Española no aparece la voz
‘extrema derecha’, acudo a Wikipedia:
‘Extrema derecha o ultraderecha son términos utilizados en política en
sentido peyorativo para describir movimientos y partidos políticos con
tendencia populista que sostienen un discurso ultranacionalista, xenófobo y
autoritario, en defensa exacerbada de la identidad nacional que no aboga
por el mantenimiento de las instituciones y las libertades democráticas.’
En
España, ser de ‘extrema derecha’ supone situarse en el fascismo o aledaños, o
en un sistema autoritario que desprecia la democracia. Pues bien, esto es lo
que Rubalcaba, Hidalgo, Sotillos y Luena, entre otros, quieren transmitir a los
ciudadanos. ¡Cuidado! ¡Que viene la extrema derecha! O sea, Vox y el Partido
Popular de Rajoy.
Estos partidos, supuestamente de ‘extrema derecha’, tendrían las siguientes
características: autoritarios, xenófobos y ultranacionalistas españolistas.
Autoritario. Esta vez sí. El diccionario de la RAE dice en su
cuarta acepción: ‘Dicho de un régimen o de una organización política: Que
ejerce el poder sin limitaciones’. Por tanto, es propio de un
poder político sin limitaciones que no abogue por el mantenimiento de las
instituciones y libertades democráticas. En consecuencia, el nuevo partido,
Vox, no sería democrático. Y tampoco el gobierno de Rajoy. Pero hay que ser un
pobre ignorante para creer que, en un sistema democrático, se puede ejercer el
poder sin limitaciones. En fin, supondremos que no es mala fe. Que sólo es la
típica indigencia intelectual progresista.
Xenófobo.
‘... hemos conocido la noticia de que el primer ministro británico abanderó la introducción a última hora en el Parlamento de una nueva regulación que restringirá el acceso a las prestaciones sociales de los inmigrantes europeos, a fin de disuadir a aquellos que pretendan "vivir del Estado". El Gobierno conservador-liberal demócrata tramitó la normativa con urgencia para que pueda entrar en vigor el 1 de enero de 2014... (18/Diciembre 2013/ld).
O sea, en nuestro entorno europeo tendríamos ya partidos de ‘extrema derecha’, como sería el caso del gobierno conservador de Cameron. Y a partir de septiembre de 2014, el gobierno alemán expulsa a los europeos que no encuentren trabajo en seis meses para impedir a los inmigrantes abusar de su sistema. En la sanidad pública, todos los países europeos imponen algún límite temporal, o de servicios, para los inmigrantes irregulares. O sea, todos de extrema derecha.
‘... hemos conocido la noticia de que el primer ministro británico abanderó la introducción a última hora en el Parlamento de una nueva regulación que restringirá el acceso a las prestaciones sociales de los inmigrantes europeos, a fin de disuadir a aquellos que pretendan "vivir del Estado". El Gobierno conservador-liberal demócrata tramitó la normativa con urgencia para que pueda entrar en vigor el 1 de enero de 2014... (18/Diciembre 2013/ld).
O sea, en nuestro entorno europeo tendríamos ya partidos de ‘extrema derecha’, como sería el caso del gobierno conservador de Cameron. Y a partir de septiembre de 2014, el gobierno alemán expulsa a los europeos que no encuentren trabajo en seis meses para impedir a los inmigrantes abusar de su sistema. En la sanidad pública, todos los países europeos imponen algún límite temporal, o de servicios, para los inmigrantes irregulares. O sea, todos de extrema derecha.
Excepto
nuestros progres que permitirían que todo el mundo se quedase en España.
¡Papeles para todos! ¡Puertas abiertas! Gratis, por supuesto.
Ultranacionalista
españolista. Suena a broma, pero me lo tomaré en serio, porque no es bueno
dejar que la progresía diga cualquier tontería políticamente correcta sin
recibir contestación. España es uno de los pocos países (tal vez el único) en
el que mucha gente se avergüenza de enarbolar, en público, la bandera nacional.
Podría ser acusado de ‘facha’. Es uno de los pocos países (tal vez el único) en
el que tararear el himno nacional es peligroso indicio de ser de ‘extrema
derecha’.
Resumiendo. Si usted cree
que la liberación del asesino Bolinaga es criticable, máxime cuando el gobierno
no estaba obligado a liberarle, es de extrema derecha. Si usted se ha
molestado- ya no digamos indignado- por la anulación de la doctrina Parot, es
de extrema derecha. Si a usted le irritan los desafíos independentistas en
Cataluña y País Vasco y su deslealtad constitucional, es de extrema derecha. Si
usted va a misa y a comulgar los domingos, es de extrema derecha. Si usted cree
que el aborto no es un derecho y que debería ser regulado en forma de plazos o
supuestos, es de extrema derecha. Y un largo y políticamente incorrecto
etcétera.
Como decía
Machado: ‘De cada diez españoles, nueve embisten y uno piensa’.
Usted elige.
Sebastián Urbina.
(Publicado en ElMundo/Baleares/7/Agosto/2015.)
DESCUBRIENDO A LA ULTRADERECHA.
Pedro Sánchez fue expulsado de la Secretaría General del PSOE al descubrirse que urdía un pucherazo durante la celebración del Comité Federal en que se iba a pedir su dimisión. Poco después volvió y arrasó en las primarias socialistas, presentó una moción de censura improvisada, en la que nadie creía, llegó a la Moncloa, adelantó las elecciones generales y el pasado domingo las ganó, sacando 57 escaños a su principal rival. Poca broma, que al tipo le sale todo bien y no parece tener la intención de querer dejar el Gobierno al menos en una década. Su señora, tampoco.
Sus contradicciones, sus flagrantes mentiras y la incapacidad proteica del socialismo para generar prosperidad son en Sánchez detalles menores que no entorpecen su manera de ejercer el poder. Al contrario, la nutren de significado, puesto que, cuanto más se deterioran la economía y la convivencia, más reclaman los izquierdistas la necesidad imperiosa de seguir en el Gobierno, como si los responsables de las tragedias fueran los mejor preparados para solucionarlas.
En el PP se lamentan del resultado de las elecciones y achacan el trompazo (caída de 120 escaños en dos legislaturas) a la división del voto del centro-derecha. Sin embargo, esa es la estrategia que los populares aplaudieron a rabiar en el congreso extraordinario de 2008, cuando Mariano Rajoy invitó a liberales y conservadores a abandonar el partido. Pues bien, eso es lo que han hecho siete millones de ellos, que ahora votan a Ciudadanos y a Vox.
Casado da por irrecuperables a los votantes del partido de Rivera, pero no así a los de Vox, sobre todo después del esfuerzo realizado durante la campaña por acercarse al partido de Abascal. Un esfuerzo, hay que decirlo a pesar de los sorayos, muy limitado, porque en los temas centrales del discurso del partido conservador, como la reforma de las leyes de género, la derogación de la memoria histórica o la supresión de las autonomías, el PP se ha mostrado en todo momento abiertamente en contra.
Pero los populares creen que hasta esa leve cercanía, más cosmética que otra cosa, ha sido excesiva, por lo que ahora toca llamar ultraderechistas a los votantes de Vox, la inmensa mayoría de los cuales ha venido votando durante años religiosamente al PP. Como estrategia no parece la más adecuada, pero es tanto el miedo que la gente de bien tiene a Sánchez y sus amigos, que igual las autonómicas y municipales dan un vuelco a la situación. La noche del domingo 26 veremos si el PP se recupera o se confirma la hecatombe.
En otras palabras, veremos si el PP se confirma como la referencia del centro-derecha o acaba dejando en mantillas a la UCD.
(Pablo Molina/ld/1/5/2019.)
(Publicado en ElMundo/Baleares/7/Agosto/2015.)
DESCUBRIENDO A LA ULTRADERECHA.
Pedro Sánchez fue expulsado de la Secretaría General del PSOE al descubrirse que urdía un pucherazo durante la celebración del Comité Federal en que se iba a pedir su dimisión. Poco después volvió y arrasó en las primarias socialistas, presentó una moción de censura improvisada, en la que nadie creía, llegó a la Moncloa, adelantó las elecciones generales y el pasado domingo las ganó, sacando 57 escaños a su principal rival. Poca broma, que al tipo le sale todo bien y no parece tener la intención de querer dejar el Gobierno al menos en una década. Su señora, tampoco.
Sus contradicciones, sus flagrantes mentiras y la incapacidad proteica del socialismo para generar prosperidad son en Sánchez detalles menores que no entorpecen su manera de ejercer el poder. Al contrario, la nutren de significado, puesto que, cuanto más se deterioran la economía y la convivencia, más reclaman los izquierdistas la necesidad imperiosa de seguir en el Gobierno, como si los responsables de las tragedias fueran los mejor preparados para solucionarlas.
En el PP se lamentan del resultado de las elecciones y achacan el trompazo (caída de 120 escaños en dos legislaturas) a la división del voto del centro-derecha. Sin embargo, esa es la estrategia que los populares aplaudieron a rabiar en el congreso extraordinario de 2008, cuando Mariano Rajoy invitó a liberales y conservadores a abandonar el partido. Pues bien, eso es lo que han hecho siete millones de ellos, que ahora votan a Ciudadanos y a Vox.
Casado da por irrecuperables a los votantes del partido de Rivera, pero no así a los de Vox, sobre todo después del esfuerzo realizado durante la campaña por acercarse al partido de Abascal. Un esfuerzo, hay que decirlo a pesar de los sorayos, muy limitado, porque en los temas centrales del discurso del partido conservador, como la reforma de las leyes de género, la derogación de la memoria histórica o la supresión de las autonomías, el PP se ha mostrado en todo momento abiertamente en contra.
Pero los populares creen que hasta esa leve cercanía, más cosmética que otra cosa, ha sido excesiva, por lo que ahora toca llamar ultraderechistas a los votantes de Vox, la inmensa mayoría de los cuales ha venido votando durante años religiosamente al PP. Como estrategia no parece la más adecuada, pero es tanto el miedo que la gente de bien tiene a Sánchez y sus amigos, que igual las autonómicas y municipales dan un vuelco a la situación. La noche del domingo 26 veremos si el PP se recupera o se confirma la hecatombe.
En otras palabras, veremos si el PP se confirma como la referencia del centro-derecha o acaba dejando en mantillas a la UCD.
(Pablo Molina/ld/1/5/2019.)
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