Aragonès, Colau y Cuixart: el hundimiento
Los personajes políticos que mandan en Cataluña reflejan de manera descarnada el deterioro de la situación política, económica, social y cultural. Sí, en el caso de Aragonès y Colau, disfrutamos de lo votado, aunque ninguno de los dos fuera el candidato más votado en las elecciones que les dieron el poder. Aragonès acaba de dar muestra de su grosero oportunismo con un mensaje en Twitter en el que, al hilo de la caída de Kabul, dice ponerse a disposición de la comunidad internacional "para asumir nuestro compromiso humanitario" porque "Cataluña siempre será tierra de acogida y libertades". Sí, claro, pero siempre que no se venga de Murcia, Andalucía o las anchas Castillas.
"Tierra de acogida", dice el representante de una Administración que se niega a enseñar en su lengua materna a decenas de miles de niños, el dirigente de un partido que fue presidido por Heribert Barrera, un racista de manual; el segundo de Junqueras, que dio un golpe de Estado que hubiera expulsado de Cataluña a miles de personas de golpe (valga la redundancia) y que ahora abandonan la región poco a poco y en la medida de las oportunidades que les surgen fuera.
Ese es Aragonès, alguien capaz de aprovechar un drama de dimensiones colosales para decir sin que se le caiga la cara de vergüenza que la Cataluña en la que mandan con absoluto desprecio de quienes no son separatistas es una "tierra de acogida y de libertades".
Y qué decir de Ada Colau, esa indefensa y desvalida mujer que se quiebra y rompe a llorar al más mínimo abucheo. Pero qué puede esperar ella, que ha convertido Barcelona en un auténtico vertedero. Es una ciudad insegura en la que te pueden matar por robarte el reloj mientras su Gobierno ha sacado de las calles a los guardias urbanos en vez de a los delincuentes.
Además es una ciudad sucia hasta extremos que ponen en riesgo la salud pública, donde hay que practicar un eslalon permanente para evitar ciclistas y patinetes a toda velocidad por las aceras, más las deposiciones de los simpáticos perritos, los orines de cánidos y humanos y las bolsas de basura amontonadas fuera de los contenedores y pasto de unas ratas que parecen conejos de gordas que están. El hedor es insoportable y Colau llora porque un grupo de separatistas le abuchea. Se conoce que no ve la porquería a su alrededor. Ni la huele.
Pero no solo llora. También deja que un macho le arrebate el micrófono con la excusa de salir en su ayuda. Es el caso de Jordi Cuixart, el jefe de Òmnium, una organización creada en tiempos de Franco y que ahora es una de las puntas de lanza del separatismo. La escena es de sobra conocida. El público abuchea y Cuixart acude tan presto como machirulo al rescate de la damisela agraviada. De propina, unas palabritas contra España, que no nos deja hablar porque tiene miedo del verbo y tal y cual.
Pues ese tipo, un expresidiario indultado sin cumplir requisito alguno, es una auténtica celebridad en Cataluña, goza del favor de los medios y se pasea por la calle como si fuera el amo del cortijo.
Poco nos pasa.
(Pablo Planas/17/8/2021.LD)
No hay comentarios:
Publicar un comentario