lunes, 23 de agosto de 2021

IMBÉCILES ESFÉRICOS

 

Imbéciles esféricos

Por Álvaro Delgado

“Leed. No imagináis el inmenso placer que vais a sentir. La literatura va a desarrollar vuestra imaginación, os permitirá abriros a mundos radicalmente nuevos en los que no habríais entrado si no fuera por las palabras, os va a permitir entender quienes sois, va a poner palabras a aquello que sentís y que ni siquiera sabéis sobre vosotros. Aprenderéis más del deseo de aventura leyendo robinson crusoe que yéndoos de viaje…. Cuando tengáis celos porque queréis a alguien que no os quiere basta leer a Proust para entender ese sentimiento, para ponerle palabras que os van a calmar, porque os harán comprender que formáis parte de una comunidad que siente las mismas cosas, que no estáis solos. Esa es la singularidad de la lectura. Es una actividad solitaria que os abre al mundo. Nunca estaréis tan cerca de los demás como cuando leéis un libro…. Y apartaos de las pantallas, salid de ellas. Las pantallas os devoran, la literatura os alimenta. Las pantallas os vacían, los libros os llenan. Esa es la diferencia. La literatura es un arma de libertad”.

Oír a un ministro pronunciar en 2021 un discurso así -ante un grupo de jóvenes- hace que cualquiera se frote los ojos por si le han colado una fake news. Es como despertar sobresaltado tras soñar tirarle un caño a Maradona, o culminar un solo de batería mano a mano con Phil Collins. Algo apoteósico e inimaginable. Pero, sorprendentemente, fue algo real. Bruno Le Maire, titular de finanzas en el gobierno de francia, es un ministro extraordinario. Nada que ver con esa gente -intercambiable en su mediocridad- que ocupa la mayoría de ministerios en españa. Aparte de su impecable formación académica, es un apasionado defensor de la lectura. Aunque, repasando su currículum, se acaba entendiendo todo. Para recomendar leer es preciso haber leído. Algo más que el marca, una frase del Ché Guevara o el prospecto de un nolotil.

Si los jóvenes hicieran caso a Le Maire el mundo estaría menos lleno de imbéciles. Y, sobre todo, de imbéciles esféricos, que constituyen una categoría superior. O, más propiamente, inferior, como aquellas reuniones “al más bajo nivel” de las que se pitorreaba Albert Boadella. Pues lo consiguen en dos acepciones: serlo los mires por donde los mires; e incurrir en estupideces homologables en todas las partes del mundo. Porque el mundo sigue siendo esférico.

Soy consciente de que he empezado apretando, y de que a alguno le tengo ya como el perro de Pávlov. Pero es que no resulta fácil hacer un casting breve de imbéciles esféricos. Que quepa, además, en los límites de un artículo semanal. Empiezo con alguien fascinante, al que todos conocen por su acrónimo Amlo, o Andrés Manuel López Obrador, presidente de los estados unidos mexicanos. Un veterano político que atorra a diario a sus ciudadanos con interminables peroratas paternalistas a las que llaman las “mañaneras”, en las que reescribe la historia de méxico, desbarra amenazas contra empresarios y antiguos gobernantes, y maneja con desparpajo toda clase de argumentos populistas. Amlo se vanagloriaba en 2017 de su ascendencia cántabra, visitando con Revilla el pueblo de sus abuelos, y hoy contamina al sufrido pueblo mexicano con la monserga de que el rey de españa tiene que pedirles perdón por la conquista. Siendo él mismo descendiente de un comerciante montañés de ampuero.

Resulta característico de los imbéciles esféricos pensar que quienes les escuchan son de su condición. Como el ladrón. Siguiendo el argumento de Amlo, el mundo quedaría colapsado por tanta disculpa. Y especialmente españa. Los cartagineses con los íberos, los fenicios con los cartagineses, éstos con los godos, los godos con los musulmanes, Jaume I El Conqueridor con estos últimos, Pedro IV de Aragón con Jaime III de Mallorca, los ingleses con los españoles por Menorca y Gibraltar, España con Portugal, Portugal con España, Andorra con Francia y con España, Castilla la nueva con Castilla la vieja, España con Granada, Marruecos con España por el Sáhara Occidental, el Valle de Arán con Catalunya, el Mallorca con el Baleares, el Barça con el Espanyol, el Madrid con el Atleti…. Esto resultaría interminable. Y fuera de nuestras fronteras no les quiero contar. Hasta Biden debería disculparse por dormir en territorios que antes pertenecían a Toro Sentado.

Otro bocachancla destacado es el nuevo presidente del Perú, el marxista Pedro Castillo. En palabras propias, “el primer campesino que llega a la presidencia del país”. La pena es que no haya llegado uno menos populista y algo más formado. Sostiene el tipo del sombrero que los “hombres de castilla” y sus “felipillos” (refiriéndose a un traductor nativo que acompañó al conquistador Pizarro, pero también, indirectamente, al actual rey de España) destrozaron una idílica civilización indígena, culpando al legado colonial de los actuales males del Perú. Alguien debería contarle que llevan 200 años de independencia (miren lo que han hecho, en ese tiempo, los vecinos de arriba), y describirle detalladamente los constantes sacrificios humanos de niños y mujeres con que entretenían su tiempo sus ancestros indígenas, entre otras muchas barbaridades que la llegada del catolicismo frenó. También que España construyó los hospitales, universidades y edificios para servicios públicos que nunca habían conocido y aún perduran.

El último imbécil esférico que cabe hoy aquí es nuestro ministro de Universidades Manuel Castells. Dos recientes declaraciones le han aupado al podio. Una, en la que homenajeaba al insigne escritor Leopoldo Alas “Clarín” diciendo que fue fusilado por los franquistas siendo rector de la Universidad de Oviedo. Pese a la obsesión de los mandatarios actuales por la longevidad de Franco, “Clarín” falleció de tuberculosis en 1901, cuando Franco tenía 8 años. Pocos días después, el insigne Castells dijo textualmente que “si este gobierno colapsara sería la desintegración de España. Somos la última muralla de la civilidad”.

Este es, amigos, el panorama que nos rodea. Por algo el escritor sueco Niklas Natt Och Dag, autor de la exitosa novela “1793”, ha dicho recientemente que en el futuro “las ventas de libros bajarán y aumentará la estupidez humana”.

 

(MallorcaDiario/23/8/2021.)



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