CATALUÑA, UNA DEMOCRACIA ILIBERAL.
Otra vez, y va la enésima, una agresión violenta de jóvenes educados en la cultura del catalanismo, también otra vez y también la enésima en un campus universitario, contra otros jóvenes educados en la misma devoción oficial, si bien disidentes.
Huelga decir que las autoridades, empezando por las académicas, han mostrado de nuevo su íntima complacencia con el proceder de los atacantes por la vía siempre habitual en estos casos: el silencio administrativo. Un silencio que la prensa doméstica, prietas las filas e impasible el ademán, se ha apresurado, obedeciendo la norma consuetudinaria local, a seguir al disciplinado modo. Resumiendo, lo de siempre.
Para entender el muy particular orden intimidatorio, algo ya institucionalizado, que de facto se ha acabado instaurando en ese territorio, hablar de fascismo resulta tan exagerado como poco útil a fin de describir lo que allí ocurre. Y es que en Cataluña no se puede negar que perviva un sistema político democrático. Así, los separatistas gobiernan, y de modo legítimo, porque una mayoría de los electores, aunque muy escuálida, les otorgó su confianza en las urnas. Hasta ahí, nada que objetar.
Sin embargo, ese hecho incuestionable, que el sufragio universal resulte ser la única palanca que facilita la alternancia en el poder, no significa que ese territorio se pueda definir hoy como una democracia liberal homologable a las del resto del continente europeo.
Y es que la democracia liberal, la única que realmente existe, se asienta no sólo en el principio del derecho efectivo al sufragio, sino, y sobre todo, en el insoslayable respeto a la desafección, ya sea individual o colectiva, frente al corpus ideológico propio del poder establecido.
Respeto por completo ausente en Cataluña. Y no sólo por parte de unos niños, los de la CUP y los de las juventudes de los otros dos, que van a jugar a los escamots a la hora del patio en la universidad. Ese desprecio forma parte hoy del núcleo doctrinal del movimiento catalanista todo. Es una bilis ecuménica que emana del mismo presidente de la Generalitat y que desciende como la lava hasta el último alborotador callejero de la ANC o de los CDR. El fascismo murió en 1945. La democracia iliberal, en cambio, solo acaba de nacer. Y Cataluña es su cuna.
(José García Domínguez/8/10/2021.LD)
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EL `PEOR ENEMIGO DE CATALUÑA.
La UAB: lo peor de una sociedad enferma
Lo ocurrido en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) este miércoles es una prueba escalofriante de la degradación moral de la sociedad catalana en general y de sus universidades en particular. Por culpa del nacionalismo, lo peor que les ha podido pasar.
No hace tantos años, escenas y gritos como los de este miércoles en la UAB eran impensables en España, salvo en el País Vasco dominado por la ETA. Hoy, sin una banda de asesinos imponiendo el terror, unos universitarios son de todas formas capaces de acercarse a un grupo de compañeros y gritarles "Pim, pam, pum, que no quede ni un!", grito que no es necesario traducir y que habrían firmado los cachorros de ETA en los años más negros del terrorismo.
Los niveles de intimidación y violencia que ha impuesto el nacionalismo en Cataluña son totalmente incompatibles con la democracia y la libertad. En Cataluña, la mitad de la población vive sin poder expresarse en libertad, sin poder siquiera hablar en el idioma mayoritario de la región y sometida a discriminaciones sin cuento.
Si la actitud de los niñatos aprendices de terrorista de la UAB es despreciable, muchísimo peor es la de la propia institución, que no sólo les dejó campar a sus anchas impidiendo la entrada al campus de los Mossos sino que, un día después, emitió un comunicado vomitivo en el que culpaba a las víctimas de la agresión, en la peor tradición de los más despreciables regímenes totalitarios.
Quienes han perpetrado ese comunicado infame son indignos de ostentar responsabilidad pública alguna. Es completamente aberrante, pero por desgracia una constante en las regiones infectadas de nacionalismo, que los encargados de la formación de la juventud se sirvan de su inmerecida posición para convertir los centros de enseñanza en semilleros de fanatismo y odio.
La educación, el periodismo, la cultura y la política dan de continuo ejemplos de la devastación que ha llevado a Cataluña el nacionalismo, sin la menor de las dudas el peor enemigo de esa tierra a la que tanto dice amar.
(Edit.ld/8/10/2021.)
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