El futuro y el trasero
First Dates. Marcos y Sandra, la cita más sincera y picante: "Es mi fantasía y la de todo hombre, digan lo que digan". Los dos jóvenes no se guardaron nada en su cita en 'First Dates' y hasta Marcos hizo un llamamiento a todos los hombres: "El culo es lo mejor del mundo". (Marca/13/10/2021.)
Los humanos tenemos tendencias inscritas en nuestra naturaleza. Por ejemplo, los hombres -con las excepciones conocidas- miramos a una mujer que nos parece atractiva. De manera espontánea. No es un acto reflexivo del tipo: "Ahora decido que voy a mirar a esta mujer". No.
Por eso, es de idiotas y de totalitarios -como es el caso de la ministra Irene Montero, su cuadrilla podemita y el que la colocó, Pedro Sánchez,- penalizar las miradas a las mujeres. Por cierto, no estará penalizado que las mujeres miren a los hombres. Cómo y cuándo les venga en gana. Este es el feminismo realmente existente.
Maticemos. Las miradas, de quien sea, deben ser disimuladas, para no molestar.
Además, los conceptos indeterminados, como, por ejemplo, la ‘mirada libidinosa’ y otras peligrosas sandeces feministas, son propios de los regímenes totalitarios. Los nazis y los comunistas utilizaban estos conceptos indeterminados (aunque no les hacía falta) para cargarse al que les diera la gana. Con apariencia de legalidad. Es la despreciable estrategia de este infame gobierno progresista.
Pasemos a considerar la profunda reflexión de Marcos y su pública obsesión por el trasero. Pasa algo parecido con el autoengaño. Todos nos hemos autoengañado -consciente o inconscientemente- alguna vez en la vida. La diferencia es que unos se autoengañan poco y en cuestiones no relevantes, y otros se autoengañan mucho y en cuestiones relevantes. Hay una escalera de gradaciones y matices.
Aquí entra en juego, además de la ‘naturaleza natural’, la ‘naturaleza cultural’. La ‘naturaleza cultural’ no elimina las manifestaciones de la ‘naturaleza natural’. Hay casos excepcionales de monjes y monjas que han dedicado su vida al espíritu, renunciando a la carne. ¿Y qué repercusión tiene- habitualmente- nuestra naturaleza cultural en nuestros comportamientos ‘naturales’? Digamos, antes, que los animales no humanos tienen, también, naturaleza social, pero ninguno con la enorme complejidad y sofisticación de los seres humanos.
Pongamos un ejemplo. Nadie criticaría una relación íntima, libre y voluntaria, entre un hombre y una mujer mayores de edad. Pero supongamos que esta relación se realiza en un banco público de un parque a la luz del día. Para la mayoría de la gente- supongo- sería criticable. Leyes penales aparte. Imagino que los antisistema y asimilados estarían encantados. ¿Por qué la mayoría criticaría esta relación? Porque la naturaleza cultural se impone. No para criticar el hecho en sí, sino para criticar las formas en que se realiza.
Otro ejemplo. Nadie criticará a una persona porque coma. Pero es probable que mucha gente muestre su disgusto si esta persona abre la boca al comer, le resbala la comida por el mentón y suelta un eructo de vez en cuando. Si esto es así, es que la naturaleza cultural pone sus condiciones. No elimina el comer- no podría, aunque quisiera- sino que lo modula. Dice- normalmente sin reglas escritas- cómo debe hacerse. Incumplir estas reglas no escritas puede producir un reproche social. De diversa intensidad, dependiendo de los contextos.
Muchas, o parte de estas convenciones, dependen de contextos temporales y territoriales. Recuerdo que vi, hace tiempo, una película -no recuerdo si era 'Ben-Hur' o 'Lawrence de Arabia'- en la que un árabe invita a comer a un occidental y, en un momento dado, está esperando que el invitado eructe, como señal de que le ha gustado la comida. Pero esto no cambia lo que he dicho. Yo no vivo en Arabia, y si eructo en una comida seré considerado un maleducado. Y ser considerado un maleducado tiene consecuencias. Afecta- o puede afectar- negativamente a ciertas relaciones sociales.
Por eso, al menos en nuestro contexto cultural, se enseña a los niños a no comer con las manos, a usar tenedor, cuchara y cuchillo, y a masticar la comida con la boca cerrada. Y a no hacer ruidos, etcétera...
Dicho esto, volvamos a la reflexión de Marcos sobre el ‘trasero’. Hay dos aspectos a considerar. Uno de ellos es el ‘uso’ de este importante artilugio y las circunstancias de uso. El otro aspecto es el de las prioridades de las personas. No me refiero a las prioridades que tenemos cuando vamos al mercado. Si no tenemos una lista previa para comprar, podremos dudar si preferimos peras o manzanas. Dependerá de varias cosas. Si hace tiempo que no comemos peras. Si las peras tienen mejor aspecto que las manzanas. Si están mejor de precio que las manzanas. Etcétera...
Dicho esto, me refiero a prioridades ‘vitales’, como ‘qué carrera universitaria estudiaré’, ‘si me quiero casar, realmente, con Pepita’, ‘si debería llevar a mi madre a una residencia, aunque ella diga que sí’, etcétera...
¿Qué pensaríamos de alguien que nos confiesa que sus obsesiones vitales son comer y copular? O, como dice el joven de ‘First Dates’, que lo mejor del mundo es el ‘trasero’. La comida y el trasero permiten actividades muy placenteras, pero no parece que sean suficientes para dar sentido a una vida. Imagino que sus apologetas pasan curso con suspensos, hacen botellones, devoran la telebasura, votan gobiernos de progreso… ¡Facha el que no bote!¡A vivir que son dos días, tío!
Sabemos que ‘lo natural’ no depende de nosotros. No se nos puede acusar de hacer ‘cosas naturales’. Con los matices que dije. El problema es si aspiramos a sociedades cuyos habitantes- mayoritariamente- tengan como obsesión vital la comida y el trasero (no hablo de amor o algo parecido), o si aspiramos -además de lo ‘natural’- a otras cosas. Como el saber-científico o social-, la música, la pintura, la novela, el ensayo, el cine, el deporte, el amor, la amistad, etcétera...
Si preferimos esto último (sin prescindir de lo natural), la sociedad será mejor. Somos, inevitablemente, seres entreverados de naturaleza y cultura. Se trata de dar lo mejor de nosotros mismos, lo que es más factible en un contexto de libertad y no pobreza. Y dejar nuestra herencia a las generaciones futuras. ¿Y qué herencia será más fecunda y enriquecedora? ¿La de la sociedad que, mayoritariamente, está obsesionada con la comida y el trasero, o la otra?
- El ex presidente Zapatero dijo que cualquiera podía ser presidente. Él era un claro ejemplo. Esperemos que, en el futuro, Marcos, el joven de First Dates, no llegue a presidente y proclame, en el Parlamento, su obsesión por el trasero. ¿O sería progresista y yo sin enterarme?
- El presidente valenciano, el socialista Ximo Puig anima,
públicamente, a ‘dar por detrás’. Literal. No sólo entre socialistas,
supongo. El talante, por detrás y por delante. ¡Vota progreso, tío/a!
- (MallorcaDiario/27/10/2021.)
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