Sánchez aboca a España a la miseria con su peronismo empobrecedor
El presidente saca de la chistera su enésimo plan asistencialista para ahondar la realidad que vive el país con más paro, mayor deuda y peores presagios de Europa
La
satisfacción de Podemos con las nuevas medidas económicas anunciadas por
Sánchez en el debate del Estado de la Nación, en el enésimo paquete
anticrisis sustentando en la propaganda y la subvención, es la mejor
prueba de la falta de rigor e idoneidad de un presidente contumaz en el
error.
Si le gustan a un partido inspirado
en ideas que solo provocan miseria allá donde se aplican y si, además,
se van a aplicar en un contexto de empobrecimiento acelerado de la
sociedad española; solo puede temerse un agravamiento de una situación
ya extrema.
Subir los impuestos a las
eléctricas o a la banca, como hacer gratuito una parte del transporte
público, ahondan en la evidente deriva peronista de Sánchez, sustentada
en una insólita apuesta por instalar la suicida idea de que una parte de
la sociedad puede vivir del Estado si al frente del mismo está la
persona correcta.
Porque una fiscalidad
razonable ya recoge la aportación de cada contribuyente al erario
público, sin estigmas destinados a profundizar en el maniqueísmo de
ricos y pobres. Y en una sociedad próspera, nadie necesita que le
regalen el billete de Cercanías durante tres meses con los recursos que
otros depositan en las arcas del Estado.
Señalar
a las grandes empresas, cuyo margen de aportación es mejorable al lado
del inmenso esfuerzo que hacen las pymes y autónomos, obedece una vez
más al espíritu frentista de un presidente que solo aspira a partir en
dos a la sociedad e intenta que su parte, en términos electorales, sume
al menos un voto más que la otra.
Es un
discurso miserable, pero además ineficaz: con ese programa de ayudas,
subvenciones, pagas y transferencias; España solo ha logrado elevar su
deuda y su déficit, que es al futuro del Estado de Bienestar lo que el
CO2 a la conservación del ecosistema.
Y se mantiene como el país con el
mayor paro de Europa y el que más rezagado va en la recuperación de sus
cifras económicas previas a la pandemia.
España está al borde de la quiebra y el único plan de Sánchez es gastar lo que no tiene en simular una capacidad asistencialista del Estado que solo provoca pobreza, ruina y recesión
Con
ese historial, ahondar en las mismas políticas asistenciales que han
llevado a España al precipicio es negligente y demostrativo, en
exclusiva, de que hasta en las peores circunstancias Sánchez solo piensa
en su propio futuro inmediato. Que es sobrevivir ahora y, oída su
intervención en el Congreso, luchar por mantenerse en las próximas
elecciones.
La demagogia del Gobierno tiene
muy escaso recorrido, y obedece en exclusiva al dopaje económico
temporal que Sánchez tiene a su servicio: el derivado de la aportación
de los Fondos Europeos y el procedente del exceso de recaudación
derivada de la inflación, que convierte al Estado en el gran receptor de
los «beneficios caídos del cielo» que también disfruta el sector
energético.
Que con esos excedentes Sánchez
apueste por las limosnas, por definición insuficientes y efímeras, es
lamentable: solo va a devolverle a la ciudadanía una mínima parte de lo
que primero le ha extraído con los sobreprecios del gas, la luz, el
combustible o la cesta de la compra.
Porque
mientras los españoles han perdido un 10 % del poder adquisitivo en
pocos meses, el Gobierno ha ingresado 19.000 millones de euros extra
gracias a las penalidades de una sociedad asfixiada por la combinación
de una crisis galopante y unas políticas kamikazes que están lejos de
amainar.
En ese contexto, acierta el PP en
poner a Sánchez frente a su espejo y en mostrarle a los españoles una
alternativa basada en la moderación del gasto público, el adelgazamiento
del mastodóntico Estado, la relajación fiscal y la apuesta por el
empleo.
No le será fácil a la oposición
hacerle ver a una parte de la ciudadanía que las dádivas de Sánchez son
poco pan para hoy y bastante hambre para mañana, pero ha de insistir en
esa evidencia: la prosperidad no se logra repartiendo la miseria, sino
generando una riqueza incompatible con un Gobierno intervencionista y de
espíritu quinquenal.
Vox acierta también
Y
acierta igualmente Vox al incluir esta parte del discurso de Sánchez en
una estrategia global de desastres económicos, excesos liberticidas y
mentiras endémicas: Sánchez hace con la crisis lo mismo que con la
moción de censura, la pandemia, el respeto a la separación de poderes o
su política de alianzas. Es decir, inducir desastres sin precedentes y
camuflarlos luego con dádivas mediocres y propaganda ramplona.
España
está al borde de un precipicio de inflación, deuda, tipos de interés y
recesión. Y aunque Sánchez pretenda convertir ese drama en una
oportunidad de lucimiento, la sociedad bien sabe cuánto le cuesta llegar
a final de mes y cómo, mientras, este Gobierno irresponsable no se
priva de nada.
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