jueves, 11 de febrero de 2010

¿QUÉ HACER?






¿Qué hacer con Cataluña?

11 de Febrero de 2010 - 07:51:47 - Pío Moa

Tenía pendiente contestar al artículo de Federico sobre Cataluña. Coincidimos en bastantes cosas fundamentales, como que el problema nace tanto, al menos, de Madrid como de los nacionalistas, y que gran parte de las tendencias liberticidas del resto de España vienen de la Cataluña dominada por los separatistas (he tenido unas cuantas experiencias directas de lo que entiende allí esa gente por democracia, como el silencio absoluto sobre algunas conferencias mías en Barcelona, o mis salidas forzadas de La Razón y de El Economista, originadas en la Cataluña hoy en vías de transformarse en Catalufia).

Los nacionalismos catalán y vasco tienen entre sus componentes esenciales el racismo, como sabe todo el mundo en el caso del vasco y ha explicado Paco Caja en relación con el catalán. Un racismo que, aparte de su maldad, es singularmente ridículo, por cuanto las “razas” catalana o vasca son básicamente indistinguibles de la andaluza, la asturiana o la extremeña. Pero del común racismo, Sabino Arana y Prat de la Riba extrajeron conclusiones distintas. Para el primero, la “raza” vasca debía preservarse pura e incontaminada mediante la secesión absoluta de las Vascongadas, mientras que Prat pensó que la superioridad racial debía convertir a Cataluña en potencia hegemónica, imperialista, sobre el conjunto de la península, inventándose para ello un enemigo, Castilla, a la que debía heredar como nación rectora de Iberia, cuando Castilla hace siglos que perdió ese papel. Como la idea era completamente anacrónica y ridícula, el nacionalismo catalán ha oscilado entre su proyecto de chulear al inferior resto de España y un separatismo resentido: “ya que no aceptáis nuestras aspiraciones, nos vamos”, eso sí, llevándose de pasada a los “països catalans”, como tienen a bien llamar a Valencia y Baleares.

La verdad es que entrar en las historias y razonamientos de estos separatismos resulta fastidioso, porque es meterse en el reino de la chifladura y la majadería, cosa muy distinta de ideologías mucho mejor articuladas como el marxismo. Algo de ello he expuesto en el libro Una historia chocante, y conviene entrar en los de Jesús Lainz sobre los mismos temas para comprobarlo. Alguien debería hacer un estudio crítico-biográfico de los principales personajes históricos de esos nacionalismos, para exponer su extrema mediocridad intelectual y barato oportunismo político. No son, desde luego, glorias de las respectivas regiones, a las que solo han aportado violencias, convulsiones inútiles y ataques a la libertad.

Pero el hecho es que, entre la demagogia separatista desatada desde la transición –siempre en conexión con el terrorismo– y la miseria política del PSOE y el PP, que solo por un breve período, con el Pacto por las libertades y contra el terrorismo, pareció camino de remediarse, hemos llegado a una situación en la que el clima y las tendencias secesionistas parecen imponerse. ¿Qué hacer ante esta situación? Muchos son partidarios de decirles “¡Váyanse de una puñetera vez y dejen de envenenar a todo el país!”. Pero ¿a quiénes se dirigiría esa despedida? Los catalanes y los vascos siguen sintiéndose mayoritariamente españoles, según las encuestas, lo que no deja de ser pasmoso habida cuenta de la dejación de la idea nacional por los políticos y la mayoría de intelectuales, allí y en toda España. No obstante, el terreno perdido ha sido mucho, y recobrarlo, cosa que no va a ser fácil, es el único camino posible. Afortunadamente los signos de recuperación, aun si débiles, ya están apareciendo.

No vale decir que “la Cataluña real no se alza contra la Cataluña oficial”, porque, ¿ha sufrido España en mucho tiempo un gobierno más abyecto que el actual? Y sin embargo pocos se alzan contra él, y la resistencia ha sido asfixiada, al menos de momento, por Rajoy y su camarilla. No, Cataluña sigue siendo parte de España, y sus problemas son los mismos que los del resto: la corrupción intelectual, económica, moral y política es la misma, aunque en algunos aspectos el nacionalismo catalán vaya en cabeza. Los separatistas vascos no han hecho menos daño a las Vascongadas y a toda España que los catalanes, y el problema en Galicia va camino de enconarse. El PP y el PSOE acaban de inventarse otra “realidad nacional” en Andalucía: alguien me comentaba que allí la gente se lo tomaba a cachondeo, pero con unas décadas de “educación” en tales ideas ya veríamos por donde salía el cachondeo. ¿Vamos a decirles a todos: “sálganse con la suya y lárguense de una vez”? Pues sí, tendrán que largarse alguna vez los separatistas. Pero sin Cataluña, sin las Vascongadas, sin Galicia y sin Andalucía. Su mayor debilidad está en el propio carácter, disparatado y antidemocrático, de su ideología, y su mayor fortaleza en las actitudes de la chusma política “de Madrid”. Pero esto último tiene que cambiar. Nos jugamos demasiado para que la farsa continúe indefinidamente.

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¿QUÉ HACER?



Creo que la situación política actual, que es vista por mucha gente como algo 'natural' e inamovible, es el resultado de un largo proceso, muy pensado y programado. Cuando digo que, para mucha gente, es 'natural' me refiero a las opiniones que he podido escuchar repetidamente, a lo largo del tiempo. Por ejemplo, que 'los catalanes son así y no hay nada que hacer'. Algo parecido con los vascos. Y dentro de poco, si no hacemos algo, con gallegos, andaluces, etcétera. O sea, se da por supuesto que debemos aceptar 'lo inevitable'. Esto es falso y muy peligroso.




Que tales afirmaciones, interiorizadas por muchos, son falsas, se puede ver con la comparación entre la España de los años sesenta y la España de hoy. Yo, como muchos otros, participé en manifestaciones en las que se gritaba 'llibertad, amnistía, estatut de autonomía'. Es decir, la izquierda y los nacionalistas pedían, básicamente, estas cosas. No más. Yo era, entonces, de izquierdas. Ahora no es el momento de contar el esfuerzo que supuso salir del 'mundo feliz' de la izquierda y mirar de frente a lo que siempre se esquivaba o se miraba de reojo. La falta de libertad, en cualquier experimento social-comunista y el correspondiente fracaso económico, del que siempre se culpaba al imperialismo.



En fin, para abreviar. La película 'La vida de los otros', muestra muy bien las miserias y repugnancias del 'socialismo realmente existente'. Querer ver la realidad 'real', fue para muchos, yo incluído, un largo y doloroso proceso en el que se perdieron amigos y conocidos. Y, por supuesto, supuso la peor condena política. 'Se ha vuelto de derechas'. O sea, la condenación. Ya digo, no es hora de hablar de la profunda estupidez de la izquierda. No toda, pero hay muchos afectados. Muchos.



Como decía, hay grandes diferencias entre la España de los años sesenta y ahora. Creo yo que la cesión de competencias educativas a las Comunidades Autónomas (hoy, Realidades Nacionales, al menos) constituyó un rotundo fracaso y el germen de los males que padecemos. ¿Por qué? Porque las competencias educativas fueron utilizadas en los 'territorios comanches' para fomentar el desprecio, el odio y la mentira hacia nuestra historia común. Se inventaron historias (historietas, habría que decir) para mayor gloria de catalanistas y vasquistas. Mintiendo lo que hiciera falta y pagando lo que hiciera falta a los historiadores locales y los no locales dispuestos a poner la mano y escribir lo que hiciera falta.



En resumen, se fomentaron las fuerzas centrífugas, hasta tal punto que quedaba bien reirse de España, de su himno y de su bandera. Esto no ha desaparecido pero quiero creer que ha perdido virulencia. Tal vez por hartazago o por una lenta reacción. También se ha fomentado (en la enseñanza y en los medios de comunicación) el desprecio a la lengua española. Se manifiesta en su no enseñanza en las escuelas, fenómeno único en el mundo. O sea, los padres no pueden exigir que se enseñe español a sus hijos. Este odio enfermizo a la lengua española se debe a que es un elemento cohesionador de la nación española. Y porque es mucho más importante que todas las otras lenguas juntas. En todos los sentidos, cuantitativo y cualitativo. No lo pueden resistir.



Esta deslealtad y miseria moral de los nacionalistas, no hubiera sido suficiente sin la ayuda, o 'comprensión' de socialistas y populares. Cada uno con su respectiva cuota de responsabilidad. Espero que algún día la Historia les pase buena factura. Si añadimos que la ley electoral vigente es antidemocrática, el resultado es desastroso para España y para los españoles. Sólo ha sido beneficiosa para los enemigos de España. Recordaré, para los olvidadizos, que la ley electoral no respeta la exigencia democrática de 'un hombre, un voto'. Los votos de los nacionalistas valen por tres de un español de a pie. Pues sí, la cobardía y mezquindad de los grandes partidos (supuestamente nacionales) ha permitido que siguiera, sin grandes contratiempos, la tarea de demolición de la nación española y del estado español.



¿Qué podemos hacer? Lo primero de todo, no rendirse. Apoyar los espacios de libertad, como Libertad Digital (y otros, que los hay), hablando en voz alta. Sigue habiendo gente que no se atreve a criticar, en voz alta, a los nacionalistas y a sus aliados. Unas veces los socialistas y otros los populares. Hay que hacerlo. Mi experiencia en la Universidad me indica que se ha callado mucho, durante mucho tiempo. Por miedo a ser calificado de 'facha', 'españolista' o alguna otra idiotez típica de los progres. Pero los silencios han sido siempre aprovechados por los liberticidas. ¿Para qué? Para dar un paso más en el proceso de demolición.



Recuerdo que cuando nos trasladamos al campus actual, se colocaron rótulos en las puertas de los despachos de los profesores. También recuerdo que escribieron 'Sebastiá Urbina'. Llamé por teléfono al Rectorado y dije que quería que pusieran 'Sebastián'. Esperando que lo dejara, me indicaron que estas peticiones tenían que hacerse por escrito. Lo hice. Al final, conseguí que pusieran mi nombre como yo quería. No como querían ellos. Pero había profesores no nacidos en Baleares que aceptaban el nombre mallorquinizado. Aunque habría que decir 'catalanizado', porque de eso se trataba y se trata.



Lo que quiero decir con esto, es que no solamente no hay que rendirse. Es que hay que dar la lata. No hay que dejarles tranquilos. ¿Por qué? Porque defendemos la libertad, defendemos la Constitución. Y porque hemos soportado demasiado tiempo la enfermiza deslealtad nacionalista y la miserable cobardía de socialistas y populares.



Todo lo dicho implica que los ciudadanos tenemos que hacer algo. Participar en algo. Dejar oir nuestra voz. Asumir, de una vez por todas, que la libertad no es gratuita. Que exige algún esfuerzo, si es posible, coordinado. Pero la historia no está escrita. No podemos dejar que otros la escriban por nosotros. No podemos quejarnos sentados en el sillón. Sin hacer nada.



Recordemos que los políticos 'políticamente correctos', son parte del problema. No son la solución. ¡Ánimo!



El profeta Isaías en el pasaje del centinela de Edon:


‘No sé si el mañana llegará. Puede que sí, puede que no, pero llegue o no llegue, resistid’.





Sebastián Urbina.

1 comentario:

María dijo...

Hoy hemos visto en un ciclo de cine organizado por Arturo Cadenas "Vencedores o vencidos". El parlamento final de Spencer Tracy ha sido muy ilustrativo cuando ha dicho algo así como que una patria, o una nación, no es una prolongación del individuo, sino los valores que ésta defiende. Los patriotas españoles, en general(hay burros en todas partes), defendemos la Constitución, que encarna unos derechos individuales que asisten a todos los españoles. Los nacionalismos excluyentes se defienden a ellos mismos, atacando a los que no piensan igual. Piensen lo que piensen. Si no eres nacionalista y te sientes español, eres facha. Que es tan absurdo como decir que si no eres cristiano, eres budista. Pues no, uno puede no ser cristiano y no por ello es budista. Como puede uno no ser nacionalista y no ser un facha. Simplificaciones al margen (Jon Juaristi en "El bucle melancólico" nos demuestra que en eso Sabino Arana era el rey), si una nación es los valores que defiende no todas valen lo mismo. Ni todas son igualmente defendibles. Unos las defienden con tiros en la nuca. Otros tratamos de hacerlo con la libertad. Hasta que nos cansemos de que nos tomen por tontos.