ARTUR MAS Y LA NACIÓN ESPAÑOLA.
Artur Mas ha echado de menos que el Rey
Felipe VI y, muchos otros políticos españoles reconocieran, en algún momento,
que España es un Estado plurinacional, y que en lugar de hablar de la Nación
española se hablara de las naciones que hay dentro del Estado español. Por eso,
dicen, no aplaudió la coronación. En resumen, para Artur Mas, España es
solamente un Estado. Pero no una nación.
Resulta que diversos historiadores y
pensadores, como Juan Pablo Fusi, Fernando García de Cortázar, Sánchez
Albornoz, Domínguez Ortiz, Gustavo Bueno, Julián Marías, Carmen Iglesias, Pio
Moa y un largo etcétera, muestran lo contrario de lo que dice Artur Mas.
No sólo eso, es que España es la primera nación europea, en un proceso
nacionalizador que se inicia, en Europa, en la segunda mitad del siglo XV.
Pero los españoles nunca habríamos tenido conciencia de ‘identidad española’, ni sentimientos de pertenencia, ni amor a nuestra patria. Los españoles seríamos una especie de apátridas emocionales.
Pero esto es una falsedad. Es una falsedad, que evidencian los historiadores y pensadores citados, y muchos otros. Es, además, una mezquindad de los separatistas, ignorar que los españoles tenemos una memoria colectiva, valores, tradiciones, narraciones, pasiones y recuerdos.
Por otra parte, conviene recordar que los Estados-nación, a pesar de las competencias perdidas o transferidas, por arriba, a favor de entidades supranacionales y, por abajo, a favor de entes sub-estatales, son los protagonistas principales del tablero económico y político del mundo.
Pero no es causalidad que hablen de ‘Estado español’ –cuando no toca-muchos periodistas, maestros, curas y artistas. Parte de la población y numerosos políticos, partidarios de no meterse en líos sin importancia. Ya lo dijo Zapatero, ‘la nación es discutida y discutible’. La española, naturalmente. Sin embargo, la cultura progresista dominante es generosa. Nos permite, a los españoles, un deleite puntual y pasajero. Gritar emocionados y agitar banderas españolas, siempre que se trate de una victoria de la selección española de fútbol. ¡Y esto sin sentir vergüenza, ni ser acusados de fachas!
A partir de las falsedades históricas aireadas por los separatistas, lo más importante ha sido, y es, repetirlas hasta la saciedad. Recordemos la famosa frase de Joseph Goebbels: ‘Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad. ¿Por qué creen ustedes que los nacionalistas han copado, y copan, los medios de difusión y el sistema de enseñanza, subvenciones aparte?
Antonio Robles, profesor y autor del libro premonitorio, ‘Extranjeros en su país’, a la pregunta de cómo ha vivido la ‘catalanización’ en las aulas, responde: ‘Empezó en los años ochenta, cuando entró Pujol en el poder. Y ha sido una hoja de ruta perfectamente diseñada. La primera opción fue expulsar de Cataluña a 14.000 maestros, a raíz de la ley de política lingüística, porque les obligaban a dar las clases en catalán en primaria. Unos por comodidad, otros por acoso, otros porque fueron expulsados... Y fueron reemplazados por catalanistas’.
Y nosotros podemos preguntar ¿por qué querrían hacer esto? Porque los maestros catalanistas iban a participar, de buen grado, en este proceso de ‘construcción nacional’ de Cataluña. Que implica adoctrinamiento. Pero el adoctrinamiento siempre trata de superarse. Recientemente, un historiador catalán, Víctor Cucurull, miembro de la Asamblea Nacional de Cataluña, explicaba (y si no lo han borrado puede verse en Youtube) que Teresa de Ávila era, en realidad, de Barcelona, así como Cristóbal Colón. Lo mismo que Miguel de Cervantes. Tartessos, por supuesto, era Tortosa y muchas cosas más, sin que asomara en su rostro ni la más leve sonrisa. La cosa iba en serio.
Tal vez usted piense que esto es solamente una anécdota graciosa, o de dudoso gusto, pero se equivocaría. En todo grupo humano, con una misión histórica que cumplir, y el catalanismo la tiene, el fanatismo brota con naturalidad. ¿Por qué? Porque, en este caso, hay que hacer creer que Cataluña es una nación oprimida por un Estado opresor, el Estado español. Que, además de insultar a Cataluña, le roba. Tragar esto requiere ciertas dosis de estupidez y fanatismo. Y mucha manipulación. Para eso sirven las competencias educativas y los medios de difusión subvencionados.
Es muy importante la distinción entre ‘buenos’ y ‘malos’ catalanes. Esto viene de lejos, pero me limitaré a citar un ejemplo muy reciente. Como seguramente sabrán, hace pocos meses, un grupo numeroso de catalanes, que son y se sienten catalanes y españoles, han creado una asociación llamada ‘Societat Civil Catalana’, con el objetivo de oponerse a la ofensiva separatista de la Generalitat, compartida- parece ser- por la mayoría de los medios de difusión, la mayoría de los partidos políticos y la mayoría de maestros, curas y artistas. Aunque hay discrepancias, un 35% de catalanes apoyaría la independencia. En resumen, Societat Civil Catalana trata de defender la libertad y el pluralismo en una sociedad que parece tener una sola voz. La separatista.
Societat Civil Catalana es una parte de los ‘malos catalanes’ que, con mucho valor cívico, se han atrevido a decir esto: ‘Cataluña es un país políticamente enfermo".
Así lo ha manifestado su vicepresidente primero, Joaquim Coll, periodista e historiador. Además, denuncia ‘la coacción’ que guía el proyecto secesionista promovido por el presidente de la Generalidad, Artur Mas, como cabeza visible, y la ‘espiral del silencio’ y el ‘miedo’ que atenaza a los que se oponen a él. Silencio y miedo. Gran ejemplo para una sociedad que presume de democrática. Por cierto, según una circular de final de Junio pasado, ‘el catalán es el único idioma autorizado’ en las urgencias médicas, ya que la Consellería de Salud ha prohibido usar el castellano. Así funciona la ‘construcción nacional’.
En la última semana del mes de Junio, el
conocido político catalanista Carod Rovira, que fue líder de ERC y ex
vicepresidente de la Generalidad, calificó de ‘militantes en la secta del
autoodio’ a los catalanes que critican el proceso independentista de Artur
Mas, Junqueras y compañía. O sea, los ‘malos catalanes’. Este penoso ejemplo,
entre muchos, muestra hasta dónde es capaz de llegar el fanatismo catalanista.
Volvamos al principio. ¿Por qué tiene
tanto interés, Artur Mas, en afirmar que España no existe como nación? Como
dije antes, se trata de que los catalanes crean que los españoles somos unos
impostores sin patria, sin identidad, que nos apoyamos en una superestructura
jurídico-política, el estado español, para oprimir y robar a las buenas gentes
de Cataluña, País Vasco y Galicia.
Retrocedamos unos siglos. El morisco
Ricote, víctima de la expulsión ordenada por Felipe III, entre 1609 y 1613, que
ha vuelto clandestinamente a España, le dice a Sancho Panza: ‘Doquiera que
estamos lloramos por España; que, en fin nacimos en ella y es nuestra patria
natural’. Así lo escribe Cervantes en ‘Don Quijote’, mostrando
sentimientos patrióticos ya en el siglo XVII.
Pero no todos los sentimientos
patrióticos son iguales. Por mi parte, hago mías las palabras de Albert Camus:
‘Amo demasiado a mi país para ser nacionalista’.
Sebastián Urbina.
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