LA PRENSA LIBRE EN EL OASIS LIBRE.
Ni La Vanguardia ni El Periódico dan una sola línea sobre los actos y manifestaciones a favor de la unidad de España convocados para mañana.
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Respuesta al independentismo
El Doce de Octubre será una fiesta española en la plaza de Cataluña
Las organizaciones "unionistas" celebran este domingo y por tercer año consecutivo el 12-O en el centro de la capital catalana.
(ld)
l 12-O en Cataluña
Decenas de miles de personas defienden en Barcelona que Cataluña es España
Libertad Digital
Varias asociaciones cívicas han vuelto a llenar la plaza de Cataluña de banderas españolas el 12-O.
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12 de Octubre: La España de Todos
Bosch (SCC) lo deja claro en el 12-O: 'No podrán con nosotros. España es nuestra, de los catalanes'
El presidente de Societat Civil Catalana lanza un mensaje contundente a los partidos proconsulta
Europa Press
MANIFESTACIONES BARCELONESAS.
Ya que, si el maldito ébola
lo permite, la celebración en Barcelona del 12 de octubre, Fiesta de la Hispanidad, va a ser la
noticia central de este fin de semana, quizá conviniese recordar, sólo por
incordiar, dos detalles olvidados. El
primero, que dicho concepto de Hispanidad fue pergeñado en el primer tercio del
siglo XX, para englobar en él a todas las naciones hispanohablantes, por los
vascos Zacarías Vizcarra y Ramiro de Maeztu, y consagrado en un célebre
discurso, titulado precisamente "Apología de la Hispanidad",
pronunciado en el teatro Colón de Buenos Aires el 12 de octubre de 1934 por el
catalán Isidro Gomá. Y el segundo, que
la primera vez que se celebró el 12 de octubre fue en 1911 en la Casa de
América de Barcelona por iniciativa de algunos catalanistas deseosos de
fomentar con los países hispanoamericanos las relaciones comerciales, que
habían sufrido grave descalabro desde el nefasto 1898.
Pero los barceloneses no
han celebrado sólo esa fecha, pues en otras muchas ocasiones, y de no poca
importancia, demostraron su ardor patriótico en la calles. Por ejemplo, se distinguieron
durante la guerra de África de 1859-60,
para la cual organizaron veladas teatrales, manifestaciones, cuestaciones,
misas y todo tipo de actos en apoyo del ejército. Cuando llegó la noticia de la
victoria de Tetuán se congregó una gran manifestación ante la casa
consistorial, desde cuyo balcón Víctor Balaguer recitó este cuarteto:
¡Victoria! La anuncia
rugiendo el león.
¡Victoria! Retumba tronando el cañón.
Y henchida de gozo, radiante de gloria,
repite: ¡Victoria! la hispana nación.
Prim y sus soldados
fueron objeto de entusiastas bienvenidas a su regreso. Al poner pie en suelo
español en La Junquera, fueron recibidos con repique de campanas. Y al entrar en Barcelona se les
acogió con una lluvia de octavillas con estos versos:
D’enemichs la
turbamulta
prest lograreu aixafá
escribint ab forta ma:
sapia la nassió mes culta
que á Espanya ningú l’insulta
mentras hi haije un catalá.
Lo mismo sucedió una
década después, cuando estalló en Cuba la Guerra de los Diez Años. Numerosos ciudadanos y entidades,
ansiosos por sofocar cuanto antes la rebelión separatista, propusieron
organizar un cuerpo de voluntarios catalanes, cuyos gastos se comprometieron a
cubrir mediante una suscripción patriótica. Efectivamente, el batallón de
voluntarios formado gracias a la colaboración de todas las entidades públicas y
privadas de Cataluña fue el primero de toda España en salir hacia Cuba en marzo
de 1869.
La despedida de las tropas en el muelle barcelonés, arropadas por
una enfervorizada multitud, fue apoteósica. Al hacerles solemne entrega del
pendón del tercio –consistente en la bandera rojigualda con el escudo de las
cuatro barras–, el diputado Narciso Gay pronunció un discurso recordando a los
voluntarios que se dirigían a "pelear para que España viva contra los que
allí claman ¡muera España!".
Pasaron los años y en
agosto de 1885 estalló el conflicto de las Islas Carolinas con la Alemania de
Bismarck. En Barcelona se convocó una gran manifestación "a favor de la dignidad y la integridad de
la patria". Al día siguiente exclamaba el
editorialista de La Vanguardia:
¡Aún hay patria, aún hay
patria! Nuestro entusiasmo justifica la exclamación con que damos comienzo a
esta reseña; porque creíamos que el acto de ayer sería brillante, sería
imponente, pero jamás hubiéramos imaginado tanta majestuosidad, tanta grandeza.
Sí, aún tenemos patria; aún España puede ser una gran nación. Aún no hay país
alguno que nos aventaje en patriotismo.
El diario La Publicidad no se quedó atrás en su
entusiasmo:
Carlistas, republicanos,
conservadores, progresistas, todos, no tenemos más que un corazón para latir
por la patria. ¡Viva España! (…) Podremos destrozarnos entre nosotros, empobrecernos,
desunirnos; pero que nadie toque lo que pertenece a todos, que nadie toque a
España.
Los firmantes del
manifiesto unitario –entre los que, por cierto, se encontraba Valentín
Almirall– se dirigieron al gobierno, como "alta encarnación
nacional", para reclamarle "la
defensa de la dignidad de la patria" y para hacerle saber que en
Barcelona "nadie admite siquiera discusión sobre el perfecto derecho que
tiene el pueblo español a todo el territorio nacional".
En 1893 llegó el breve
conflicto de Melilla, ante el que, una vez más, los catalanes manifestaron su
ardiente patriotismo.
La Vanguardia organizó una
suscripción entre sus lectores, bajo el título Barceloneses, Catalanes, Españoles, para nuestros
soldados de Melilla,
con el fin de enviarles víveres y pertrechos, suscripción cuyos primeros
donantes fueron el propio periódico y sus propietarios, los Godó. El semanario
republicano La Campana de Gràcia, por su parte, denunció
que, mientras que todos los españoles estaban conmovidos por lo ocurrido, sólo
el gobierno no ha dado muestras por el momento de aquella virilidad, de aquella
energía que exige la honra de la patria ultrajada (…)
No comprendemos la flema
olímpica del gobierno (…) No están tan lejos las costas africanas para que en
pocas horas no pueda reunirse allí un cuerpo de ejército que corra a vengar la
sangre derramada ejerciendo una represión enérgica y ejemplar (…) Es muy
triste que tengamos al frente de la nación a unos hombres que no saben estar a
la altura de sus deberes patrióticos.
Con la Guerra de Cuba
los catalanes se echaron en masa a la calle en varias ocasiones. Por ejemplo, para despedir al
general Weyler el 25 de enero de 1896. El diario La Publicidad dijo de él:
Va a salvar el honor de la
bandera, a defender los derechos de España, a combatir por la integridad del
territorio. ¿Hay que decir más para que le acompañen nuestras simpatías?
Por la mañana el general
oyó en la Iglesia de las Mercedes una misa celebrada por el obispo de la
diócesis. Tuvieron que cerrar las puertas para evitar el aplastamiento de los
asistentes y, de camino al muelle, fue llevado en andas por la
multitud, que no se cansó de dar vivas a España, al ejército, al honor nacional
y a Weyler.
Lo mismo sucedió un año
después al desembarcar el general Polavieja, al que los barceloneses recibieron
construyendo un arco de triunfo igual en diseño y medidas que la Puerta de
Alcalá.
Durante toda la guerra
la prensa catalana fue un constante
clamor patriótico. Pero el punto de
ebullición se alcanzó cuando hubo que entablar la lucha final contra los
Estados Unidos. Por toda Cataluña estallaron numerosas manifestaciones
espontáneas de patriotismo y yanquifobia, tan exaltadas que hasta tuvo que intervenir
la Guardia Civil montada para apaciguarlas.
Comparado con la España de hoy, parece otro planeta. El
motivo lo explicó con gran sencillez Josep Pla al declarar en 1976:
El catalán es un ser que se ha pasado la vida siendo un
español cien por cien y le han dicho que tendría que ser otra cosa.
Y, efectivamente, muchos catalanes se han tragado la farsa
sin pestañear.
Jesús Laínz, autor de España
contra Cataluña (Encuentro).
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