LAS ETIQUETAS.
Las etiquetas juegan un papel importante en la
vida de las personas. En unas más que en otras porque, afortunadamente, no
somos todos iguales. ¿Qué es una etiqueta? Es una ‘marca, señal o marbete
que se coloca en un objeto o en una mercancía, para identificación, valoración,
clasificación, etc.’ Pero ¿por qué son tan importantes las etiquetas?
Porque delimitan y sitúan un problema, una
persona, una cosa, y economizan tiempo. Por ejemplo, vivimos rodeados de gente.
La mayoría pasa inadvertida para nosotros. No podemos fijarnos en todos, ni
hablar con todos. A veces nos da vergüenza ir directos al grano. En unas culturas
más que en otras. ¿Cómo sabemos quién vale la pena para nosotros?
Dejo aparte el flechazo emocional que un
hombre puede sentir por una mujer y que se produce- cuando se produce- en menos
de un segundo. No lo trataré aquí. Ni siquiera para contar las ridiculeces
habituales que suelen cometer los hombres en situación de trastorno mental
transitorio.
Aunque muchas personas prefieren no hablar de
política, porque las conversaciones de este tipo pueden provocar tensiones, las
etiquetas pueden sernos de ayuda. Por ejemplo, imaginemos que alguien, con una
copa de vino español en la mano- perdón por lo de español- proclama: ‘Soy de
izquierdas’.
Para disimular la superioridad moral propia de
toda persona de izquierdas, lo dice masticando a dos carrillos un canapé de
salmón ahumado. Bien, ya sabemos qué carretera tomar. Es un aviso. Una
etiqueta. Ya será nuestra responsabilidad adentrarnos, o no, por el terreno
anunciado. También nos ayudará a situarnos que el recién conocido- o conocida, aunque
las mujeres suelen esperar a que sea el hombre el que dé el paso- ¡Horror, esto
debe ser un micromachismo!- nos diga que es ingeniero de caminos, sastre o carpintero.
Además, las etiquetas facilitan no tener que
pensar. Con la etiqueta hemos ‘situado’ el objeto, lo hemos ‘clasificado’.
‘Liberal’, ‘facha’, ‘de izquierdas’, ‘machista’, ‘feminista’, etcétera. Resulta
que 'pensar', es un duro y agotador trabajo para muchos mortales. Ya lo dijo
Fernando VII, uno de los reyes españoles más cretinos de nuestra Historia: '...
lejos de nosotros la funesta manía de pensar y el vicio de leer...' Y muy
contundente se nos mostraba el filósofo y matemático Bertrand Russell: 'Muchas
personas preferirían morirse antes que pensar; en realidad esto es lo que hacen'.
¿A qué viene tanto miedo a pensar? El ser humano es, entre otras cosas, un animal de costumbres. '¿Dónde va Vicente? Donde va la gente'. Es decir, la soledad asusta y muchos se espantan si tienen que dormir al raso. Por eso prefieren el calor de la tribu, el calor del establo. La oveja ciudadana conoce los dogmas indiscutibles de la tribu y las cosas que no conviene hacer, ni decir, ni aparentar. De este modo podrá ser aceptado por el grupo. Su individualidad se verá disminuida- porque ha renunciado a lo que no gusta a la manada- pero es un precio que paga con gusto.
¿A qué viene tanto miedo a pensar? El ser humano es, entre otras cosas, un animal de costumbres. '¿Dónde va Vicente? Donde va la gente'. Es decir, la soledad asusta y muchos se espantan si tienen que dormir al raso. Por eso prefieren el calor de la tribu, el calor del establo. La oveja ciudadana conoce los dogmas indiscutibles de la tribu y las cosas que no conviene hacer, ni decir, ni aparentar. De este modo podrá ser aceptado por el grupo. Su individualidad se verá disminuida- porque ha renunciado a lo que no gusta a la manada- pero es un precio que paga con gusto.
Sin
embargo, se trataría de vivir la vida, la propia. Y no vivir de prestado,
siguiendo mansamente a la tribu. Arriesgarse en un proyecto de vida, así como
trabajar duro para alcanzar los sueños y proyectos que uno mismo se ha fijado.
Pero es una peligrosa tentación el ser oveja sumisa en vez de ciudadano libre,
crítico y responsable. Claro que la LOGSE y derivados, lo han puesto difícil.
Por eso el autoengaño está a la orden del día. Como dice el sociólogo Jon Elster, el autoengaño ‘es desconocimiento voluntario, una disposición a ignorar lo inconveniente, ganas de pasar por alto lo indeseable ...’. Este es el pan de cada día, especialmente en forma de ignorancia voluntaria. Hasta que llega un momento en que ya no hay que hacer esfuerzos. Porque el autoengaño fluye con naturalidad al haberse interiorizado.
Por eso el autoengaño está a la orden del día. Como dice el sociólogo Jon Elster, el autoengaño ‘es desconocimiento voluntario, una disposición a ignorar lo inconveniente, ganas de pasar por alto lo indeseable ...’. Este es el pan de cada día, especialmente en forma de ignorancia voluntaria. Hasta que llega un momento en que ya no hay que hacer esfuerzos. Porque el autoengaño fluye con naturalidad al haberse interiorizado.
Pero, a
veces, resulta difícil ‘hacerse el tonto’. ¿Podríamos hablar, en estos casos,
de aceptación de la mentira? Por ejemplo, ¿alguien cree que el presidente
Zapatero y el ministro Solbes nos dijeron la verdad por televisión,
convirtiendo la crisis económica en suave desaceleración? El 14 de enero de
2008, Zapatero dijo: ‘La crisis es una
falacia, puro catastrofismo’.
En el mes de marzo de 2017, el Presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, invierte más de 15.000 millones en Cataluña. A los 4.200 millones que Fomento destinará a Cataluña hasta 2020, se suman los cerca de 11.200 millones invertidos desde 2012. Y los separatistas riéndose de la Constitución, los tribunales, el gobierno y los españoles. O los más de 4.000 millones- Mayo 2017- que el PNV- los de las nueces y el árbol- consigue del Gobierno- o sea, nosotros- a cambio de negociar los Presupuestos.
PP y PSOE han cedido irresponsablemente a las
exigencias separatistas durante cuarenta años. La respuesta ha sido deslealtad
constitucional, chantaje y victimismo. ¿Se ha enterado Mariano, y antes
Zapatero?
Tal vez no sea justo hablar
de la inmadurez política de muchos ciudadanos cuando todo un Premio Nobel de
Literatura, como José Saramago, se atreve a decir tonterías. Por ejemplo, dijo que
la economía (en general) y el comercio (en particular) son un juego de suma
cero.
Es decir, lo que gana uno, lo pierde el otro.
Como en el póker. Lo que es falso. Encima siempre ganan los capitalistas. Por
tanto, el capitalismo es destrucción, pobreza y explotación. Si un Premio Nobel
de Literatura puede decir estas bobadas, tal vez haya que ser más comprensivo
con los demás mortales. Pero ¿servirán las etiquetas para comprender los serios
y complejos problemas que nos afectan?
Decía Francis Bacon: ‘Quien no quiere
pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar
es un cobarde’.
¿Por qué los populismos, como el de Podemos y
similares, tienen tanto éxito? Básicamente, porque dan soluciones
simplificadas- y fáciles de entender- a problemas complejos, en momentos de crisis.
O sea: no habrá corrupción, empleo fijo y de calidad, salario social universal,
vivienda gratis, etc.
¡Pagarán los ricos!
Sebastián
Urbina.
(Publicado en ElMundo/Baleares/26/5/2017.)
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