lunes, 5 de marzo de 2018

LA GUERRRA HA EMPEZADO.








LA GUERRA HA EMPEZADO.

(Las feminazis y los tontos útiles de siempre, mayoritariamente, pero no exclusivamente, de izquierdas, odian a los hombres. No lo dicen así porque no queda bien, pero los efectos prácticos son claros. De momento, están envenenando las relaciones hombre/mujer. Es sólo el principio. Nuevo éxito de la izquierda de progreso.)

ODIAN A LOS HOMBRES.

El movimiento feminista #MeToo, creado para denunciar en las redes sociales las agresiones sexuales, acoso o abuso a las mujeres, está provocando varios efectos, algunos de ellos contrarios a los objetivos perseguidos, como, por ejemplo, azuzar la discriminación laboral.

La oleada de denuncias sobre comportamientos misóginos o machistas vinculados al hashtag #MeToo en Twitter, más de 500.000, muchas de ellas por parte de empleadas, está provocando que los empresarios tengan miedo de contratar mujeres. El popular periodista y escritor americano Milos Yiannopoulos ha denunciado esta nueva caza de brujos y alerta de "las terribles consecuencias que en el ámbito laboral tendrá".

Pero el terror de los altos ejecutivos está dando pie a situaciones propias de una película distópica, un escenario de vigilancia orwelliana protagonizada por las soldados del #MeToo. Atención...
Se niegan a viajar solos con mujeres
El diario La Nación, por ejemplo, recoge la historia de un lobbista que casi pone los pelos de punta. El hombre solicita viajar en un vehículo diferente al de su socia, la mujer que hizo casi todo el trabajo en el asunto que iban a presentar a Washington para ejercer presión en el Congreso. El alto ejecutivo asegura que, por el momento, "con todo lo que está pasando, prefiere no arriesgarse a realizar un viaje laboral sólo con una mujer". Señala que "sabe del gran talento de ella, pero no es una cuestión de discriminación, sino de precaución".

La situación está llegando a ser tan inverosímil como rocambolesca. La psicóloga de la Universidad de California Kim Elsesser recalca en su libro Sex and the Office que"el movimiento #MeToo está haciendo que las relaciones entre hombres y mujeres empeore".

Un inversor de Silicon Valley ha llegado a cancelar las reuniones que iba a tener a solas con chicas emprendedoras que buscan financiación para sus proyectos. El efecto rebote del #MeToo está provocando que hasta el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, haya declarado que "no cenará jamás a solas con otra mujer que no sea su esposa".

Asimismo, Johnny Taylor, presidente de la Asociación para el Manejo de los Recursos Humanos, confiesa que en las últimas semanas "los ejecutivos de varias empresas nos están comentando que están limitando los viajes de trabajo mixto".

No saben cómo comportarse.
Porque una cosa es Hollywood, los Goya y sus reivindicaciones plagadas de poses en photocalls y abanicos rojos, y otra bien distinta la cruda realidad, lo que ocurre en los lugares donde trabaja la gente. El debate en oficinas o fábricas ha comenzado. Es la otra cara del #MeToo. Hombres asustados porque ya "no saben cómo comportarse con sus compañeras de trabajo". Temen que cualquier gesto o mirada sea motivo de denuncia o acoso.

Según Elsesser, "algunos trabajadores han dejado de abrazar a sus compañeras no vaya a ser que sean malinterpretados". Y es que ellas se están viendo autorizadas a denunciar cualquier conducta que consideren impropia. La escritora añade que no hay indicios de que "el #MeToo, sirva para algo, no está mejorando la cultura laboral en absoluto. Al revés, está tomando la forma de partición entre géneros".

Incluso, Ycombinator, una empresa de bussines angels, ha realizado una lista negra informal de inversores conocidos por ser acosadores. Surgiría así una neo-inquisición vestida de buenas intenciones. Y la cuestión va más allá.
Inversión en empresas con más mujeres
La agencia de noticias Reuters, por su parte, ha publicado recientemente las nuevas exigencias de las activistas del #MeToo. Al parecer, están presionando en California para que los bancos estadounidenses publiquen datos sobre la diversidad social de sus empresas. Es decir, las compañías serían evaluadas en función del número de mujeres que tengan contratadas, lo cual podría abrir la veda a nuevas sanciones.

Sea como fuere, actualmente, y tras el éxito social del #MeToo, el 54% de los hombres americanos menores de 50 años se está replanteando su comportamiento con las mujeres, según el portal Infobae.

Todavía no existen datos de los efectos del movimiento #MeToo en el ámbito laboral en nuestro país. Sobra decir que todo lo que ocurre en Estados Unidos llega a España y a cualquier punto del planeta y este miedo podría estar ya instalándose en alguna oficina. Tiempo al tiempo. Yiannopoulos ya lo anunciaba hace dos años en este discurso dirigido a los hombres: "Y cuándo necesitéis pedir trabajo, seréis discriminados sólo porque ellas son mujeres".


(Elena Berberana/2/6/2018.Libre Mercado)



 (En la huelga feminista del día 8, solamente se aceptarán orgasmos que sean, como mínimo, el que ven en la foto. No hay rebajas. Antes un consolador que fingimientos.)




 El próximo 8M las huelgas por el Día de la Mujer no serán solo para reivindicar a las trabajadoras, sino también para tocar otros temas que también afectan al colectivo femenino. 

Por eso se ha convocado a la ¡Huelga de orgasmos fingidos!, que lleva la consigna “ningún orgasmo fingido más para complacer a nadie”.

(Crónica Global/5/3/2018.) 





LA HUELGA DE LAS PERIODISTAS MILLONARIAS.

Cuando una huelga no es una huelga, pasan cosas como ésta. Pasa que un manifiesto titulado Las periodistas paramos en apoyo a la "huelga general feminista" convocada para el 8 de marzo lo firman periodistas estrella de los medios de comunicación españoles, tal y como si padecieran ellas mismas las condiciones salariales y laborales que denuncian.

Esa pretensión de montar, bajo la bandera feminista, un frente común con mujeres que no tienen ningún problema de precariedad, inseguridad laboral o brecha salarial y con mujeres que sí tienen todos esos problemas muestra hasta qué punto esta "huelga feminista" pervierte el sentido y el significado de lo que es una huelga.

Nada tienen que ver las situaciones de unas y otras. Las periodistas que ganan mucho dinero haciendo programas de éxito en la tele o con sus propias productoras pueden decir lo que quieran y sumarse a lo que les parezca. Y no seré yo quien les eche en cara cuánto ganan. Pero que no nos llamen a la huelga a las demás como si compartieran nuestros problemas, porque no los comparten. Que esas periodistas estrella convoquen a la huelga es casi tan absurdo como que los empresarios llamen a la huelga a los trabajadores.

 Esto del 8 de marzo, lo he dicho desde el principio, no es propiamente una huelga. Pero como va de huelga y la fundamentan en reclamaciones relacionadas con las condiciones de trabajo, hay que decirlo: es una tomadura de pelo.

El manifiesto de las periodistas insta a "todas las compañeras" a que se sumen a la movilización. ¿Compañeras? Qué me dicen. Yo no veo más que diferencias. Diferencias en los sueldos, diferencias en los contratos, diferencias a la hora de conciliar vida profesional y laboral.

 No somos "compañeras" quienes tenemos tan diferentes, y cada vez más divergentes, condiciones de trabajo y, por tanto, de vida. No digo que sean las periodistas estrella las responsables de esas diferencias o las únicas responsables; digo que no estamos en pie de igualdad, y que la apelación al género no puede ni debe ocultarloNo se puede estar a los dos lados de la barricada: en el club de los privilegiados y en la movilización de género, tan a la moda, tan progre y tan tal.


Es muy significativo que el manifiesto de las periodistas mencione la precariedad, la inseguridad laboral y la brecha salarial que existirían en el sector por razón de género. Es significativo porque sólo aluden a la razón de género y a ninguna otra. No hay absolutamente ninguna mención a la brecha salarial sin razón de género que existe en el periodismo español, cuando resulta que esa brecha, que afecta tanto a mujeres como a hombres, es la más sangrante.

 ¿A qué viene ese intento de hacer ver que todas las periodistas, por ser mujeres, estamos en el mismo barco en cuanto a condiciones de trabajo, cuando no lo estamos ni por aproximación?

La raíz de la falacia está en un feminismo radical para el que no existe más que el género. Para ese feminismo, la mujer, por decirlo al modo marxista, es una clase oprimida por una clase dominante: el hombre. Andando por esa estrecha vía, se llega a incongruencias como una huelga en la que harían causa común patronas y obreras, empresarias y trabajadoras, vacas sagradas del periodismo y redactoras que cobran cuatro perras.

Ya puestos, está más cerca de la realidad el viejo relato marxista de la lucha de clases que ése de la guerra de sexos. La huelga de género no es ningún género de huelgaEs un acto de propaganda del feminismo radical.

(Cristina Losada/ld.)

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