martes, 6 de marzo de 2018

SOCIEDAD CIVIL BALEAR










SOCIEDAD CIVIL BALEAR.


A medida que aumenta la opresión catalanista en el sistema educativo, en los medios de comunicación, en sanidad, etcétera, salen focos de resistencia para defender la libertad de los ciudadanos. Pongamos un ejemplo, entre miles, para los que aún no se han enterado. O no se quieren enterar.

El diario digital catalán ‘Dolca Catalunya’- 19 febrero 2018- dice: La Vanguardia lo reconoce: con Franco había más horas de catalán en la escuela, que hoy de castellano. Ho diu La Vanguardia. 1967: 5 horas/semana de catalán en la escuela. 2016: 2 horas/semana de castellano.

Es decir, el franquismo trataba mejor a la lengua catalana, en Cataluña, que los catalanistas tratan a la lengua española, también en Cataluña. ¡Quién lo iba a decir! Los catalanistas- que presumen de demócratas- reprimen más que los franquistas.

Este ejemplo, entre otros muchos, muestra que la libertad no se defiende por sí misma. Muchas personas creen que la Constitución de 1978 garantiza la libertad. Pues no. Declara que tenemos derechos, pero algunos se han pisoteado. Como los derechos de los castellanohablantes en Cataluña. Para llevarlos a la práctica, se requiere que las instituciones públicas se comprometan en su aplicación. No basta que los políticos juren, o prometan, ‘cumplir y hacer cumplir la Constitución’. Sólo palabras. Al menos en aquellos terrenos que les iban a crear problemas. Era mejor mirar para otro lado. O mentir. Ahí están las sentencias judiciales firmes desobedecidas por las autoridades catalanistas sin que les haya pasado nada. Al contrario, les ofrecían más ‘encajes’ para tenerlos contentos.

 En una parte importante de los catalanes-  las últimas elecciones las ganó Ciudadanos- ha cundido una sensación de desánimo, debido al abandono que sufren los catalanes no separatistas. Se ha dicho y repetido que ‘el Estado español ha desaparecido en Cataluña’. Aunque sea exagerado, es cierto en buena parte. Y esto es intolerable y peligroso.

¿Cómo ha sido posible? Básicamente, por la conjunción de dos aspectos. En primer lugar, la deslealtad, chantaje y victimismo de los separatistas antiespañoles- antes nacionalistas periféricos- y, en segundo lugar, la mediocridad y cobardía políticas de los políticos supuestamente nacionales-honrosas excepciones aparte- que no han tenido voluntad política para impedir los comportamientos contrarios a la legalidad vigente y a la Constitución.

La catedrática de literatura, Mercè Villarubias, dice: Me pareció sorprendente comprobar que en la mayoría de los países con dos lenguas existen escuelas para una y para otra y que son los ciudadanos los que escogen”. Según esta docente, solo hay un territorio con un sistema similar al de la escuela catalana, que es Groenlandia.
Además, según el profesor Francisco Caja, de SCC, solamente un 14% de catalanes apoya la inmersión obligatoria sólo en catalán. Por eso los catalanistas no han hecho nunca una encuesta a la población. Finalmente, el Consejo de Europa ha advertido que, al igual que en Quebec, la inmersión en Cataluña debería ser voluntaria y los padres deberían tener derecho a decidir. Pero, en realidad, han despreciado su derecho a decidir. Para el que quiera enterarse, es suficiente.
En este contexto de inmersión obligatoria en catalán, de discriminación hacia los castellanohablantes, de control de los medios de difusión- subvencionados-, de manipulación de las conciencias, y de propagación del supremacismo catalanista, aparece en escena Sociedad Civil Catalana. Se funda el 7 de abril de 2014. De acuerdo con sus estatutos es una iniciativa cívico política contraria al independentismo catalán. 

En estas líneas sólo hay espacio para dejar constancia de las muchas personas que han huido de Cataluña por esta irrespirable atmósfera de intolerancia. Lo explica Antonio Robles, en su ‘Historia de la resistencia al nacionalismo en Cataluña’. Sólo dos ejemplos. Albert Boadella y Félix de Azúa, destacados catalanes que tuvieron que marcharse de su tierra. Boadella lo cuenta en su libro ‘Adiós Cataluña: crónica de amor y de guerra’. Azúa dijo a la prensa, en 2012: ‘Nos marchamos a vivir a Madrid. No queremos que nuestra hija sea educada en el odio a España’.

Lamentablemente, la enfermedad identitaria que sufre Cataluña, ha infectado las Baleares. Desde hace tiempo, pero de cada vez empeora. Los últimos acontecimientos han encendido las alarmas. El gobierno balear, formado por socialistas e independentistas, aplaude el ruinoso e ilegal proceso de los separatistas catalanes. Tan es así que sueñan- en voz alta- con los míticos ‘Paises Catalanes’. Tal es su desprecio a España y a la Constitución. 

Recientemente, dando otra vuelta de tuerca, han exigido más catalán a médicos, enfermeros y personal sanitario. Les importa más el catalán que la salud de los ciudadanos. Y ni siquiera defienden el mallorquín-menorquín-ibicenco. Dicen que el mallorquín es un dialecto del catalán. Lo que es mentira. Repetida mil veces, eso sí.  Y obligan a los estudiantes a estudiar el catalán de Barcelona. Un insulto más.

En esta grave situación, aparece la figura de una menorquina valiente y valiosa- Úrsula Mascaró-, que trata de hacer lo que no hacen los políticos. Defender las libertades de los baleares. A tal efecto, crea la asociación ‘Mos Movem’, octubre 2017, con objetivos similares a Sociedad Civil Catalana. De hecho, en breve, esta asociación se convertirá- según noticias de prensa- en Sociedad Civil Balear, para frenar esta inadmisible opresión catalanista y su peligrosa y ruinosa deriva independentista. Recuperando, además, las libertades perdidas.

Sería injusto no recordar aquí la encomiable labor realizada por Círculo Balear, presidida por Jorge Campos, y la más reciente Fundació Jaume III, presidida por Fernando Fortuny.

Dicho esto, esperar que los políticos resuelvan los problemas mencionados, es un ejercicio de autoengaño. Han tenido cuarenta años para hacerlo. Y no lo han hecho. Es la hora de la sociedad civil. No para sustituir a los políticos. No es posible, ni deseable, en una democracia representativa, pero sí para espolearlos y vigilarlos. Para recordarles, las veces que haga falta, que su juramento, o promesa, de cumplir y hacer cumplir la Constitución, no es una fórmula vacía. Es un serio compromiso moral, jurídico, y político.

¡Despierta, ciudadano!

Sebastián Urbina.

(ElMundo/Baleares/2/Marzo/2018.)

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