La empanada de Francina
Domingo 6
de diciembre. Día de la Constitución. No se sabe aún por cuánto tiempo.
Palacio de la Almudaina. Qué afición está cogiendo nuestra izquierda
-recuerden la cumbre de Sánchez con el italiano Conte hace escasos días-
a celebrar saraos en el viejo Alcázar Real. También a Manuel Azaña le
dio en 1936 un subidón con el Palacio de Oriente y las limusinas.
Presiden el acto la Delegada del Gobierno, Aina Calvo, y la Presidenta
del Govern, Francina Armengol. Las dos socialistas, aunque hoy parecen
pertenecer a diferentes partidos. Discursos de ambas. La primera hace
una encendida defensa de la Constitución. La segunda de su reforma.
Como
viene siendo ya un clásico por estas fechas, nuestra Molt Honorable, en
sus ansias reformistas del régimen constitucional actual, propone la
transformación de España en un Estado federal. Y, como si le delatara la
impaciencia por ocupar el salón del trono en un anhelado gobierno
insular republicano (dada su cercanía con el lugar donde se celebraba el
acto), citando además al Presidente valenciano Ximo Puig, se atreve a
impulsar la creación de una “Commonwealth Mediterránea”. O sea, un
acuerdo político especial entre Cataluña, Baleares y la Comunidad
Valenciana.
Para los que van justos en idiomas, lo que nuestra
Presidenta defendió el Día de la Constitución -curiosa paradoja- es la
creación de los països catalans, aunque eso sí, hablando no como una
pagesa de Inca sino como una posh girl de Sloane Street. Será por las
madrugadas en el Hat Bar que, con ese nombre tan british y lo que allí
se trasiega, le suelta la lengua de Shakespeare a cualquiera. A pesar de
la inmersión. Lo que demuestra que, efectivamente, no es para tanto.
Y
para los que van justos en Derecho constitucional, como la mismísima
farmacéutica Armengol, aquí viene el resto del artículo. España es, hoy
en día, realmente un Estado federal sin declarar. De ahí sus principales
desajustes institucionales. La adopción formal de un verdadero Estado
federal en nuestra Constitución nunca caminaría en la dirección que le
interesa a Francina, sino precisamente en toda la contraria: en la
creación de los mecanismos adecuados para garantizar la unidad del
Estado, en la coordinación general, en la igualdad de todos los
ciudadanos y en la solidaridad interterritorial. Justo todo lo que hoy
no tenemos, y lo que no quieren tener los principales barones
territoriales, especialmente catalanes y vascos. Porque en eso consiste
un verdadero Estado federal, y no en el manojo de republiquetas de
butxaca con lengua, himno y despacho en la Almudaina que la Molt
Honorable aspira a conseguir.
El politólogo canadiense George
Anderson, Presidente del Foro de las Federaciones y uno de los
destacados especialistas mundiales, dijo literalmente en una conferencia
pronunciada hace años en Madrid: “¿Qué es necesario para asegurar el
éxito de una Federación? Es fácil de decir, pero una necesidad es que
haya una cultura federal. Las divisiones pueden ser importantes, pero
para tener éxito hacen falta algunas cosas que mantengan unido un país.
Hace falta que la gente tenga un cierto sentido de identidad. Se pueden
tener identidades regionales o nacionales en el interior del país, pero
si no hay una identificación con el conjunto del país es muy difícil
tener una Federación estable”. ¿Es precisamente ésto lo que defendía
nuestra Molt Honorable Francina Armengol? Ustedes y yo -y hasta ella
misma- sabemos que no.
Los mayores especialistas españoles en la
materia abundan en parecidos argumentos, que dificultan el éxito de un
planteamiento federal en nuestro país. El profesor Santiago Thomás de
Carranza ha manifestado que “el Estado federal es una vía para lograr la
unión cuando se viene de la desunión, pero cuando se trata del proceso
inverso (llegar al Estado federal partiendo de un Estado unido) la cosa
se complica cuando hay comunidades con tendencias disgregadoras (como
hoy Cataluña y el País Vasco)”. Resulta evidente que, en todo el mundo,
existen muchos Estados federales (un 40% de los países, en una u otra
forma), y que el grado de descentralización es mayor en unos que en
otros. Desde los Estados Unidos a Alemania, pasando por Brasil, México o
la India, encontramos modalidades de Federación muy diferentes. Pero en
todas ellas existe un sustrato esencial que la Federación trata de
preservar. Todas están representadas por una misma bandera, un himno y
una lengua nacional vehicular, además de los símbolos y lenguas de los
diferentes Estados federados. La conciencia de nación única subsiste y
se fomenta en todas ellas.
Por su parte, el profesor Jorge de
Esteban, maestro de constitucionalistas europeos, escribió sobre nuestro
Estado de las Autonomías llamándole “Estado de las anomalías”, diciendo
que nuestra Constitución debería reformarse para corregir las
disfunciones del federalismo asimétrico de facto que impregna el sistema
actual. Para el ilustre catedrático, nuestro diseño político actual
presenta tres defectos que lo convierten en inviable: ser un Estado
disfuncional, por la complejidad asimétrica de las diferentes
Comunidades Autónomas; ser un Estado elefantiásico, con miles de
organismos y cargos políticos que favorecen el desgobierno y la
corrupción; y ser un Estado desigualitario, porque favorece las
diferencias de todo tipo entre los españoles. ¿Cuántas de estas cosas
pretende arreglar realmente Armengol?
Su traca final ha sido la descacharrante idea de la Commonwealth Mediterranea, que pone de manifiesto -casi sin querer- sus verdaderas intenciones. La Commonwealth of Nations fue una brillante idea de la diplomacia británica para mantener ciertos vínculos con sus antiguas colonias tras consumarse su independencia. Pero es realmente una alianza entre Estados independientes, que reconocen de forma honorífica a una soberana común, la Reina de Inglaterra. Lo que nos pide Armengol a los ciudadanos baleares es que formemos parte -a la vez- de un Estado federal con el resto de España (se supone que profundizando en los lazos y vínculos comunes) y de una Commonwealth Mediterranea que integre a unos països catalans independientes. Y ella sentada en la Almudaina. ¿Cómo se come todo eso? Péguenle un mordisco a su monumental empanada mental. A ver si se enteran de algo.
(MallorcaDiario/14/12/2020.)
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