EL NUEVO PALERMO.
Llama mucho la atención que pasen veinticuatro horas, cuarenta y ocho, sin una respuesta sólida, por no decir que ninguna respuesta, por parte de la Liga de Fútbol Profesional, el Gobierno o la Fiscalía acerca del mayor escándalo del deporte español.
Que pase casi una semana sin que la Fiscalía presente una querella o sin que el ministro de Deportes diga esta boca es mía o lo haga en su lugar su secretario de Estado, Franco, ese hombre, que debe estar durmiendo todavía no, puede ser una casualidad: de lo que se trata ahora es de salvar al Fútbol Club Barcelona.
Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. He visto a Tatxo Benet, socio de Roures, avalista del Barça, comunista rico e independentista, justificando a plena luz del día que el club catalán tuviera a sueldo al número dos del Comité Técnico de Árbitros para eso que él llama "equilibrar las cosas".
He visto a Juan Andújar, ex colegiado de Primera, reconociendo en Onda Cero que el hijo de Negreira acompañaba a los árbitros hasta el Camp Nou, y he visto cómo en un programa de Cataluña Radio se decía claramente que aún hoy, después de todo, continúa haciéndolo como si no hubiera pasado nada.
Y he visto en El Mundo que, una vez montados en el coche, Negreira junior les decía, entre otras lindezas, que el Barcelona se jugaba mucho, que sabían perfectamente qué tenían que hacer y que no les temblara el pulso. He visto las estadísticas, con y sin Negreira en nómina, y resultan demoledoras. E incluso he visto a Casillas incorporándose al debate, bien es cierto que con quince años de retraso, para salir ahora diciendo lo que otros llevamos contando desde hace años, o sea que todo es muy extraño.
He visto una columna de opinión de José Vicente Hernáez en Marca de 1994 titulada "La denuncia de Martín", en la que el periodista escribía lo siguiente: "Al Barça, naturalmente, no le hace falta recusar a un árbitro. Basta, por ejemplo, con que un día cualquiera de partido se le insinúe a Enríquez Negreira en el palco presidencial del Camp Nou, al que suele ir con relativa frecuencia. O en cualquiera de los partidos de su hijo con uno de los equipos inferiores del Barça".
Año 1994, hace de eso casi treinta años. Y he visto otra columna de opinión del mismo periodista, también rescatada en Twitter por Alberto Cosín, titulada "Se salvó el Barcelona", en la que podía leerse esto otro: "No es la primera vez que en esta Loto futbolística le vuelve a tocar el primer premio al mismo. Al equipo azulgrana le han regalado ya varios puntos en esta Liga. Curiosamente desde que el ex colegiado catalán Enríquez Negreira está en el Comité, el Barcelona es el único club para el que no existe el problema arbitral. ¿Otra casualidad?"
Y esta mañana he visto en Telecinco cómo hacían el balance de los títulos del Barcelona con o sin contrato. Con o sin, ¿qué te parece, cómo se te queda el cuerpo?
No he visto al Madrid, y me apena: a la inversa, Florentino, Laporta no tendría piedad de usted. Ni he visto a Gil Marín, y me sonroja que el consejero delegado del Atleti tuviera el cuajo de emitir un comunicado para criticar una cartulina amarilla y ahora esté más callado que Harpo.
Y aunque no lo he visto, lo intuyo desde el primer minuto de juego, desde el miércoles que inauguró el escándalo: hay que rescatar al Barcelona, conviene no hurgar en la herida, está en juego la viabilidad económica de una competición manchada. También he visto a muchos culés repitiendo eso de "A8", orgullosos y ufanos. Estos culés, porque quiero creer que habrá otros, no se enteran de nada. O quizás se enteren demasiado de todo.
El caso es dilatarlo todo lo máximo posible, que pase un día, luego dos, una semana, dos, tres, un mes, dos meses, un año, diez años… El objetivo es que la gente olvide. Esto sólo es posible en esta España, en esta Liga, en esta Cataluña y en este Barça. Lo explicaba fenomenalmente bien Federico Jiménez Losantos en su artículo del otro día en Libertad Digital, "Cataluña no es España, es Sicilia; y el Nou Camp, el Nuevo Palermo". Todas esas cosas he visto y algunas más veremos en el futuro que nos helarán la sangre. ¿Pasará algo? ¿Lo veremos? ¿Apostamos a que no?
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