(Una sociedad que traga los insultos/idioteces de Évole- con la complacencia de Macarena- es una sociedad políticamente analfabeta.
O sea, enseñar a los niños a masturbarse, animar a los niños y niñas a tocarse y follar, pasar curso con sus suspensos, 'suspender es humillar al estudiante'- exministro de Universidades, Castells, botellón con preservativo, cambiar de sexo con sólo ir al Registro, mayoría de los medios subvencionados por el gobierno, repetir que Vox es un peligro, pero no los comunistas, golpistas y filoetarras, socios del gobierno, etcétera.
¡Qué se puede esperar! Rebuznos de progreso.)
A MACARENA LE HACEN LA AUTOCRÍTICA
Una exdirigente de Vox acude a una entrevista en La Sexta y la colocan en un decorado presidido por un espejo en el que se ve su imagen reflejada. Ahí ya debería haber empezado a sospechar. Tras cada afirmación de la entrevistada rechazando la posición de Vox sobre cualquier asunto, le ponen un fragmento de cuando estaba en el partido diciendo exactamente lo contrario de lo que sostiene ahora. La conexión es evidente, pero Macarena Olona, tan perspicaz para todo lo demás, no se dio cuenta de nada. Los espectadores de la cadena progresista, en cambio, sí captaron el mensaje y disfrutaron a base de bien con la escabechina que su referente periodístico, Jordi Évole, les sirvió anoche en horario estelar.
Con la colaboración entusiasta de Olona, Évole trazó a grandes rasgos la realidad sociopolítica que subyace en Vox: un partido político fascista controlado por una organización paramilitar integrista católica y compuesto por admiradores de Hitler a los que, además, meten en la nómina de las instituciones democráticas. "Esto es gravísimo", exclamaba Évole, "de una gravedad extrema, EX-TRE-MA", apostillaba la invitada y todo a cuenta de un chat de las redes sociales creado por jóvenes en el que, no obstante, se vierten menos ditirambos hacia los regímenes totalitarios y sus grandes líderes que en las cuentas personales de los ministros podemitas.
El problema de creerse una persona providencial es acabar convencido de que puede reescribir su pasado, cuando eso es cosa de los enemigos. Por eso, cuando vas a la trinchera de enfrente a contar insidias y a insultar a tus antiguos camaradas no te reciben como a una persona equivocada que ha vuelto a la luz, sino como un pobre diablo al que utilizan para dañar al adversario mientras se le destruye con saña aprovechando que es lo que ella misma ha pedido. Es la autocrítica que los comunistas hacían a los sospechosos de desviacionismo, pero ahora en la persona de un nazi arrepentido por un ataque de celos, al que se ridiculiza a fondo mientras se le invita a contar en público todas las bajezas que conoció durante su etapa de dirigente de su partido.
El público objetivo de La Sexta disfrutó legítimamente de la carnicería perpetrada contra una de sus bestias negras, que asumió el ultraje haciendo gala de unos silencios ridículamente impostados y la mejor de sus sonrisas. Los demás simplemente respiramos aliviados viendo de lo que se ha librado España si esta mujer acaba en el Gobierno dirigiendo el Ministerio del Interio
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