Pues... vale
No conozco a nadie de Vox cuya política mate a la gente. Conocí a Santiago Abascal cuando la ETA, hoy socia de Sánchez, intentó asesinarle a él
No
recuerdo si fue Chesterton, Churchill, Saki o Disraeli, o ninguno de
los cuatro, el que dijo que el periodismo consistía en publicar el
fallecimiento de Lord Donaldson para que leyeran la triste noticia
decenas de miles de lectores que no sabían quién era Lord Donaldson. Más
o menos. A mí me ha ocurrido en alguna ocasión. «¿Sabes? Ha muerto
Jeremías Puig. Lo he leído en El País». «Y quién era?»; «que no sepas quién era Jeremías Puig dice mucho de tu incultura. Es el autor de la canción reivindicativa El Campo es de todos y hay que rogarle al gesto que adopte un semblante de tristeza trascendente.»
Sir
Alec Guinness ensayaba sus gestos de pesadumbre en los entierros.
Acudió a las inhumaciones de muchos londinenses a los que no conocía de
nada. «Cuando no conoces al muerto y su familia agradece tu dolor,
quiere decir que he protagonizado una gran escena». También se da entre
los vivos. Hace setenta años apenas había famosos. Y la gente los
conocía. Ministros, futbolistas, toreros, y los más cultos, a don Ramón
Menéndez-Pidal. En la actualidad los famosos se cuentan por centenares
de miles, y es harto complicado conocerlos a todos.
He
visto en un vídeo la actuación y oído sus palabras de un tipo que algo
tiene que haber hecho para ser invitado a una tertulia política en una
cadena de televisión. Se llama Benjamín Prado. Ignoraba su existencia.
Benjamín Prado, probablemente cobijado tras el Muro, ha dicho que
Puigdemont no ha matado a nadie, en tanto que las políticas de Vox sí
matan a la gente. Sus palabras se me antojan, además de gravísimas, de
una nauseabunda falsedad. Un tipo despreciable. Y dada mi ignorancia
acerca de su persona, he averiguado que Benjamín Prado es un empleado de
Atresmedia y Planeta en La Sexta, además de poeta y novelista español,
nacido en Madrid, autor de las novelas Vinagre y Rosas y Lo niego todo, y padre de una chica que responde al bello nombre de Dylan Teresa Prado Rosenvinge. Ahí está el dato cultural. Dylan Teresa.
Antes
de mis averiguaciones, he intentado hacer memoria, pero la memoria me
ha fallado. No se puede memorizar lo que no existe o se ignora su
existencia. Por su aspecto, podría ser un futbolista retirado, un
solista de flauta, un politólogo del sistema, el jefe de un equipo
ciclista que compite en la Vuelta a España o un tío de Jenni Hermoso.
Pero no. Resulta que es poeta y novelista, además de portavoz de
calumnias e injurias.
No
conozco a nadie de Vox cuya política mate a la gente. Conocí a Santiago
Abascal cuando la ETA, hoy socia de Sánchez, intentó asesinarle a él. A
Santiago Abascal, no a Benjamín Prado. Y a su padre. Al padre de
Santiago Abascal, y no al padre de Benjamín Prado y abuelo de Dylan
Teresa. Vox puede gustar o no, pero no ha hecho ni dicho nada que
merezca la injusta acusación de violencia.
Defender la Constitución de
1978 no es un acto de violencia, al menos hasta ahora. La mayoría de
dirigentes y personas afiliadas a Vox que he tenido la suerte de
conocer, algunos cesantes como Iván Espinosa de los Monteros y Macarena
Olona, y otros en activo, jamás me han hecho pensar que sus políticas
incitan a matar a la gente, como afirma Prado. In video veritas.
Ahora
entiendo los motivos de sus invitaciones y presencias en debates de
algunas cadenas de televisión. Como no sintonizo con esos canales, no
tenía ni puñetera idea de quién es y a qué se dedica Benjamín Prado. Es
muy probable que Vox, no el golpista Puigdemont, le pida explicaciones
ante un tribunal. Porque Vox ha defendido siempre la independencia de
los jueces, última reserva de nuestra democracia.
Poeta y novelista. Al fin he sabido de su dedicación. Y además, un infectado mentiroso.
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